En los países nórdicos así como en otros lugares del mundo, se están abriendo nuevos saunas públicos y privados, y los que ya existen están invadidos de visitantes
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Con el aumento de la popularidad de la natación en aguas frías, surgió ahora un renovado entusiasmo –incluso un fanatismo evangélico- por la contraparte perfecta a un chapuzón helado: el caliente y sudoroso sauna.
En los países nórdicos así como en otros lugares del mundo, se están abriendo nuevos saunas públicos y privados, y los que ya existen están invadidos de visitantes.
Estos espacios vienen en todo tipo de formas y tamaños, desde los más rústicos hasta los lujosos y de alta tecnología.
La pasión actual por el sauna contrasta con el hecho de que sus orígenes se remontan, según estimaciones, a 10.000 años atrás.
Su primera manifestación fue un sauna en un pozo, literalmente, un hoyo excavado en la tierra, con un montón de piedras en el fondo que se calentaban con una fogata.
“Una vez que las piedras se habían calentado, se cubría el pozo con acacia, paja o turba, y luego se tiraba agua sobre las piedras para crear vapor”, explica Dalva Lamminmäki, folclorista e investigadora de la culutra del sauna de la Universidad de Finlandia Oriental.
Las primeras casas “para sudar”, que datan de la Edad de Bronce, están siendo desenterradas por todo Reino Unido e Irlanda.
Los saunas y las cabañas para sudar también eran comunes en el antiguo mundo islámico, así como en las culturas indígenas de México y América del Norte.
Según un estudio de la Universidad de Harvard, la tradición nativa americana de las cabañas de sudar incluyen ceremonias y rituales, “ritos de preparación, rezos y purificación”.
En Japón, “se usaban cuevas naturales como baños de sudor, y estas se fueron transformando en baños en templos y cerca de monasterios”, explica Emma O’Kelly en su libro “Sauna - El poder del calor profundo”.
O’Kelly escribe que “cada cultura, a través de cada época, ha disfrutado su propia forma de baños para sudar. Desde el hamán otomano (o baño turco), el temazcal maya, o el banya en Rusia, hasta los saunas de Finlandia, la terapia de calor ha sobrevivido la prueba del tiempo, aumentando y disminuyendo su popularidad, y cruzando continentes en diversas iteraciones”.
Múltiples funciones
Mucha gente toma el sauna hoy día como una práctica más que se añade a su rutina de autocuidados –junto con el yoga, los masajes y los tratamientos faciales- que en conjunto son el antídoto perfecto para el ajetreado estilo de vida del siglo XXI.
Sin embargo, siglos atrás, su rol iba mucho más allá de crear una sensación de bienestar o de ser un lugar para relajarse.
Además de ser un espacio para lavarse, el sauna era usado para cocinar, secar lino y centeno, fabricar jabón, lavar la ropa, cuidar de los enfermos, lavar a los muertos antes de enterrarlos y dar a luz, explica Lamminmäki.
“El sauna era también un lugar para dormir y encontrarse con alguien en secreto, y el rol del sauna semanal era purificar a la gente para la iglesia y el sabbat, y para marcar el cambio de una semana a otra”, añade.
El aspecto espiritual del sauna era importante. O’Kelly explica en su libro que tradicionalmente los antiguos finlandeses, al igual que los nativos americanos, adoraban los cuatro elementos –aire, agua, fuego, tierra- en el sauna.
“Era un microcosmos de los tres niveles del universo: el reino superior, el mundo celestial; el reino medio, la Tierra; y el inframundo de los muertos. Todo su simbolismo central replicaba los ciclos de crecimiento, interconexión y simbiosis, con la meta final de alcanzar estados alterados, conciencia elevada y rejuvenecimiento”.
“El sauna en Finlandia era una parte importante de la curación popular”, dice Lamminmäki. “Era esteril, cálido y privado, y la gente creía que estaba ‘cargado’ con el poder los ancestros y las deidades. El sauna no era solo un sitio físico, era un lugar liminal y un espacio entre este mundo y el otro mundo”.
Gran parte de esta mitología alrededor del sauna aparece en el Kalevala (la obra finlandesa de poesía épica) y en las canciones rúnicas finlandesas.
“El poema creó una base duradera para el sauna como un símbolo clave de la identidad finlandesa”, escribe O’Kelly, “y no es raro ver a los dioses y diosas del Kalevala tallados en las puertas y ventanas del sauna”.
Esta idea del mundo de los espíritus se extendió al Saunatonttu, un elfo de un solo ojo que decían que controlaba el buen comportamiento de la gente en el sauna. “Los niños deben siempre ser respetuosos en el sauna para evitar que se enoje el Saunatonttu”, explica la página web This is Finland.
Sin embargo, los beneficios del sauna no siempre fueron apreciados.
“En 1890 en Finlandia, las curaciones populares fueron declaradas ilegales, y hablar de las prácticas espirituales o sobrenaturales del sauna se volvió tabú”, señala O’Kelly. “La sabiduría fue pasada en secreto de boca en boca por las bañistas ancianas, guardianas de los saunas curativos”.
Espiritual y práctico
Dede entonces, algunos finlandeses modernos y otros con profundas raíces en el sauna como sus vecinos escandinavos, las naciones bálticas y Rusia, han empezado a apreciar esta combinaión de lo espiritual con lo práctico.
Y aunque se cree que la palabra finlandesa sauna provien de la palabra sámi soudnje (que significa “hoyo en la tierra”), los finlandeses no son los dueños del sauna.
Estonia, por ejemplo, tiene su propia herencia del sauna. En 2013, el sauna ahumado de Estonia fue incluido en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.
Este es una cabaña de madera típica sin chimenea, donde las rocas se calientan en un fuego abierto para producir un aroma relajante.
En finlandia, el sauna es “uno de los símbolos nacionales clave”, dice Lamminmäki, precisamente porque es un ritual casi diario para los finlandeses. Es un país con 3,3 millones de saunas, para 5,5 millones de habitantes.
“Las prácticas cotidianas son relevantes para la identidad nacional también porque, con el tiempo, forman una entendimiento ampliamente compartido sobre la cultura y sobre lo que significa ser ciudadano de un país”, agrega.
“Se dice que el sauna crea las bases para entender que es ser finlandés”.
Filosofía sisu
En 2020, la cultura del sauna finlandés también fue incluida en la lista de la Unesco. La Unesco decribe cómo “la cultura del sauna es una parte integral de la vida de la mayoría de la población, y la mayor parte de la gente tiene su primera experiencia con el sauna de bebé”.
El carácter finlandés también está imbuido de la filosofía sisu, de más de 500 años.
La autora Katja Pantzar, basada en Helsinki, la describe en su libro Finding Sisu, como “la fuerza de voluntad única de los finlandeses, la determinación de no darse por vencido ni tomar la vía más fácil”.
Ella piensa que el lema no oficial del país, “Sisu, sauna y Sibelius” trata de “resumir la esencia del país y su identidad”. Sibelius se refiere a Jean Sibelius, el gran compositor del siglo XX del himno patriótico finlandés.
El lema sisu fue adoptado en 1917 “por los nuevos poderes como una cualidad particularmente finlandesa, después de que el país obtuvo su independencia (luego de más de 100 años de dominio ruso, precedido de seis siglos del dominio de Suecia), y todavía es visto como el “pegamento social” que mantiene unida a la sociedad finlandesa”, dice O’Kelly.
Los finlandeses aspiran al sisu, un rasgo de personalidad que resulta útil cuando vives en un clima tan frío y con inviernos largos. También puede ser útil cuando pasas de un baño de agua helada al calor del sauna.
La nueva popularidad tanto de los saunas como de la natación en aguas frías ha hecho del turismo de saunas la atracción turística número uno de Finlandia.
El sauna Löyly en Helskinki, que se inauguró en 2016, atrae a más de 200.000 visitantes al año.
Pero Lamminmäki destaca que este renacimiento del sauna a veces ignora una de las cualidades más importantes de su experiencia: “el sauna es un lugar de igualdad. Damos la bienvenida a todos los géneros y sexualidades... a todo tipo de cuerpos. El sauna ama a los cuerpos con un solo pecho, cuerpos con una pierna, cuerpos que han envejecido, gente con siete niños y gente que está triste porque no tiene hijos. El sauna es un lugar para introvertidos -está bien si no hablas-, es un lugar para que la gente solitaria encuentre compañía y es un lugar de tiempo para uno”.
Por Clare Dowdy, BBC Mundo
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