El "miedo al otro", una constante en la humanidad
El "miedo al otro" es tan antiguo como la historia de la humanidad. Desde los grupos mas primitivos, siempre el extraño produjo temor y hasta rechazo. Este prejuicio va a aparecer luego, en forma más sofisticada, cuando se lo utiliza en la búsqueda de "chivos emisarios" para diferentes finalidades.
En la actualidad, el "extranjero", "el migrante", se ha instalado en diferentes partes del mundo como el centro de demagogias electoralistas, con mucha efectividad en sociedades en las que los prejuicios y la discriminación social, racista, religiosa o nacionalista todavía están vivos en amplios sectores de la población.
En la Argentina, nunca la xenofobia ha sido parte de plataformas electorales. A pesar de los prejuicios siempre existentes en algún sector social, nunca la discriminación frente al otro ha sido negocio. La razón es muy simple: en este país "los otros" somos todos. El "mestizaje cultural" conformado por la fusión de múltiples nacionalidades, culturas y religiones constituye la base de nuestra identidad nacional.
No obstante, en la década de 1990 apareció por primera vez el discurso del "migrante delincuente" a través de medios de comunicación y autoridades gubernamentales con un objetivo preciso: el negociado para "mejores documentos de identidad y controles fronterizos" firmado por US$1.200.000 con una empresa transnacional.
El tema surgió nuevamente en este siglo con una propuesta para "expulsar en forma inmediata" a todo extranjero encontrado cometiendo un delito "in fraganti", propuesta por Cristina Kirchner en el proyecto de modificación del Código Procesal Penal en 2014. Y hoy, tanto desde el gobierno nacional como desde algunas provincias de diferente signo político, "delincuencia y migraciones" vuelve a plantearse, curiosamente en un año electoral.
Deportar al extranjero que cometa un delito mientras que a un argentino es procesado y puede terminar preso no es una penalización, es un privilegio. El extranjero delincuente debe tener el debido proceso y cumplir la pena que le corresponda a cualquier habitante del suelo argentino. Lo contrario es el mejor incentivo para los que quieren venir a delinquir y que saben, que si lo hacen, pueden obtener no la cárcel sino el pasaje gratis para volver a su país lo más rápido posible.
El autor es director del Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo de la Untref
Lelio Mármora
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