Sus vagones fueron importados de Estados Unidos y contaban con tecnología de punta y servicios de confort inusuales; dejó de circular en 2015; su estructura duerme en Remedios de Escalada
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“A Mar del Plata en cuatro horas y un ratito”. La promesa del aviso publicitario no se hacía en vano. Ese era el tiempo que le tomaba al tren de lujo, bautizado como El Marplatense, vincular la estación Plaza Constitución con la terminal de Mar del Plata, ubicada sobre la avenida Pedro Luro, a unas veinte cuadras del mar.
El famoso expreso era el servicio ferroviario con comodidades y confort únicos que lo distinguían del resto de las formaciones de larga distancia. El color gris plateado de sus vagones era el sello característico de este veloz coloso que serpenteaba la estepa bonaerense a la vera de la Ruta 2. Entre los ´50 y los ´70, cuando vivió su momento de esplendor, era comparable a los mejores trenes turísticos del mundo. Servicios diferenciales, higiene extrema y puntualidad lo convertían en una opción codiciada, aunque más costosa que las tradicionales.
Durante 60 años, El Marplatense dejó su sello sobre los rieles de trocha ancha del Ferrocarril Nacional General Roca. En 2015, cuando parte de la flota de trenes de larga distancia ya había sido renovada, los singulares coches de lujo pasaron al olvido y hoy están arrumbados en los galpones linderos a la estación Remedios de Escalada, durmiendo el sueño que muchos anhelan que no sea eterno.
De Estados Unidos a “La Feliz”
Corría el año 1944 cuando la compañía Chesapeake & Ohio Railway le encargó a la empresa Budd un paquete de coches que serían utilizados para vincular Washington DC y Cincinnati, un recorrido de algo más de 800 kilómetros que atravesaba el país de manera horizontal. Sin embargo, el proyecto nunca vio la luz y los vagones Budd jamás circularon por esa trocha, debido a la crisis económica que afectaba al país en plena posguerra. No eran tiempos de inversiones.
Finalmente, aquellas formaciones fueron puestas a la venta a un precio inferior al de mercado ya que, si bien no habían llegado a prestar servicio, su valor no era el de una unidad cero kilómetro. Aunque no hay cifras demasiado comprobables, cada vagón habría valido más de 200.000 dólares, pero eran ofrecidos a casi el cincuenta por ciento de esa cifra, un número que hoy se lee como extremadamente bajo.
Enterado de esta posibilidad, el Gobierno Nacional decidió adquirir dos juegos de seis vagones cada uno. El pack incluía dos furgones (que ocupaban la mitad de un coche y dejaban la otra parte liberada para asientos), dos coches de categoría restaurante llamados “cantina” y ocho con capacidad para solo 36 pasajeros cada uno, lo cual demuestra que se trataba de un servicio exclusivo, ya que los trenes comunes cargaban mucha más gente.
Ni bien los vagones pisaron el puerto de Buenos Aires fueron llevados hasta los talleres de Remedio de Escalada para adaptar la trocha media a ancha. Paradojas del destino, esos galpones donde se los puso a punto para maravillar con su andar, son el cobijo que hoy los contiene ante la falta de decisión oficial por volverlos a hacer correr.
Una vez acondicionadas, las dos formaciones comenzaron a prestar servicio en la línea San Martín, uniendo las estaciones de Retiro y Mendoza. En ese tiempo, el tren circulaba bajo el mote de El Aconcagua, acorde con su destino final. Sin embargo, a comienzos de los ´50, los dos trenes fueron llevados a la línea sur y comenzaron a prestar el servicio que los harían famosos uniendo la estación Plaza Constitución con Mar del Plata bajo con el nombre de El Marplatense y la leyenda General Roca enmarcando el exterior de cada uno de sus vagones. Comenzaba así la historia de un servicio de lujo único acorde a una ciudad de Mar del Plata pujante y resplandeciente que ya comenzaba a vibrar con su inclusiva y equitativa masividad, pero sin dejar de lado algunos rasgos de su Belle Époque.
Único
El tren primero fue tirado por locomotoras a vapor pero, cuando la tecnología diésel imperó, también cambiaron las máquinas de las dos formaciones, entre las que se destacó “La Justicialista”, de fabricación nacional y una de las primeras en ser utilizadas por el expreso. Las locomotoras a vapor obligaban a pequeñas paradas de estrictos siete minutos en Lezama y Maipú para acondicionarlas y poder seguir la ruta prevista.
La locomotora original del tren no fue importada debido a que era complejo trasladarla ya que pesaba casi 500 toneladas, medía 48 metros de largo y su motor era de 6000 caballos de fuerza. Además de la tecnología de punta para propulsarlo, El Marplatense contaba con un sistema de amortiguación de última generación que lograba una estabilidad que impedía un incómodo bamboleo, lo cual hacía muy placentero el viaje.
Cuando en la década del ´90 el mantenimiento del servicio ferroviario no fue una prioridad del Gobierno Nacional, las locomotoras sin sus reparaciones correspondientes comenzaban a salir de servicio para ser reemplazadas por el material rodante disponible que, en general, tampoco estaba en perfectas condiciones para circular. Con todo, el ramal a Mar del Plata corrió mejor suerte que muchos otros que fueron cerrados en esa década donde el latiguillo “ramal que para, ramal que cierra” dejó sin el servicio a decenas de ciudades y pueblos con el consecuente trastorno económico y de comunicación.
El placer de viajar en El Marplatense comenzaba en el mismo andén de Plaza Constitución o Mar del Plata, únicas paradas del servicio que era directo y veloz. Maleteros y azafatas, de impecable uniforme, recibían a los pasajeros para ayudarlos con sus equipajes e indicarles el asiento.
Los vagones contaban con butacas reclinables de pana y con el apoyacabeza recubierto con otra tela protectora. Que los asientos tuvieran movilidad, aunque no llegaban a convertirse en cama, era toda una excentricidad. En una de sus puntas, cada coche disponía de una suerte de lounge con sillones confortables para ocho personas, quienes podían instalarse allí para conversar mientras un mozo les acercaba un trago.
Una de las características más admiradas era la calefacción y refrigeración que permitían una temperatura muy confortable. En Constitución y en Mar del Plata se habían instalados tomas para que cuando el tren estuviese detenido pudiese tomar la energía de las estaciones para hacer funcionar la refrigeración. Las puertas eran automáticas y se sellaban al vacío, otro adelanto infrecuente, y las ventanas eran paños de doble vidrio hermético, los cuales conferían una sensación de silencio y pulcritud, evitando que el interior se llenase de polvo, habitual en los trenes con ventanas que se podían abrir manualmente. Cada butaca contaba con su iluminación individual que complementaba a la luz general fluorescente, muy de avanzada para la época. A diferencia de las persianas metálicas típicas de los trenes, en estas formaciones cada ventana contaba con su cortina americana para ser regulada por el pasajero.
Aún no eran tiempos de pantallas led, pero sí de la música funcional generada por un coqueto tocadiscos de la época. Además, casa asiento contaba con su “servicio radial individual”, tal como se promocionaba en los noticieros cinematográficos de la época. En los últimos años, cada coche tenía algunas pantallas no led colocadas en altura que brindaban información sobre el viaje.
El piso era alfombrado, característica que se interrumpía en los accesos y en los baños. La limpieza del servicio era un valor muy respetado. Los toilettes contaban con tal comodidad y pulcritud que las señoras lo utilizaban para acicalarse y retocar el maquillaje antes de descender.
El coche comedor era otra de las atracciones del servicio. El variado menú era a la carta y se podía acompañar con una muy buena selección de vinos. Los mozos, de impecable uniforme, recorrían previamente los vagones para consultarles a los pasajeros que turno elegirían almorzar o cenar y evitar incómodos amontonamientos o filas de espera para poder comer. Durante el resto del viaje, el coche también era utilizado como cafetería. El comedor contaba con una enorme pecera que jamás funcionó como tal.
Una de las “excentricidades” del servicio era contar con teléfono abordo, aunque no siempre funcionaba perfectamente.
Era tal el impacto que causaba El Marplatense que, en las estaciones intermedias, donde no se detenía, era habitual que los vecinos se acercaran a los andenes para verlo pasar entre la nube de polvo que dejaba con su marcha veloz por Lanús, Lomas de Zamora, Temperley, Glew, Brandsen, Chascomús, Lezama, Dolores, Castelli, Maipú, General Vidal, Coronel Pirán, Vivoratá y Camet.
El tren de las estrellas
Cuando El Marplatense comenzó a circular eran tiempos donde el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata no solo convocaba a lo más granado del espectáculo local, sino a las estrellas más importantes del mundo.
Aún se recuerda aquel viaje en el que la actriz italiana Gina Lollobrigida fue una de las invitadas estelares del encuentro cinematográfico. La diva del film Pan, amor y fantasía viajó desde Buenos Aires con destino a Mar del Plata en el flamante El Marplatense. Su partida de la estación Plaza Constitución congregó a una multitud que se acercó para verla de cerca.
Si la salida fue festiva, la llegada fue caótica. Miles de personas colmaron los alrededores de la estación Mar del Plata para esperar a Lollobrigida, quien fue trasladada hasta el Gran Hotel Provincial donde pernoctaría en su estadía en “La Perla del Atlántico”, como ya se había apodado a la ciudad. Con los años, el expreso realizaría varios viajes especiales transportando a figuras famosas que participaban del único festival de cine categoría A de Sudamérica.
En el 2005, la formación se convirtió en El Tren del Alba, un servicio especial que transportó a figuras relevantes y políticos para participar de la llamada “contracumbre”, en rechazo a la lV Cumbre de las Américas que se realizaba en Mar del Plata. Entre los pasajeros figuraban Diego Maradona, Evo Morales y Emir Kusturica, entre muchos otros.
Triste, solitario y final
En 1993, el Estado Nacional se desprendió de la red ferroviaria bonaerense, que pasó a ser administrada por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires a través de la Unidad Ejecutora del Programa Ferroviario Provincial (UEPFP). Más tarde, sería la empresa estatal Ferrobaires la que se haría cargo de los trenes.
Ferrobaires, rápidamente, se convirtió en un elefante blanco con servicios deficientes provocados por la falta de mantenimiento de las unidades que corrían en estado calamitoso.
La debacle de Ferrobaires afectó seriamente a El Marplatense que ya distaba mucho de ser un tren de lujo. Los vagones presentaban visible deterioro y, como no se invertía en repuestos, se habían comenzado a desguazar algunos coches para que algunas de sus partes sirvieran para reforzar a otros vagones. Esta ecuación con saldo negativo hizo que, en el 2013, el tren corriera con solo tres vagones.
Un año después, quizás buscando llamar la atención de las autoridades y para que El Marplatense no terminara en un olvido definitivo, el Consejo Deliberante del Partido de General Pueyrredón declaró el servicio de “interés turístico e histórico”. No fue suficiente. El viejo tren de lujo demoraba más de seis horas en llegar a destino y, en más de una ocasión, sus servicios salían muy demorados porque el material rodante no estaba en condiciones.
Un infortunio de la naturaleza se complotó para la defunción del tren. En 2015, el Río Salado se desbordó, inundando buena parte de la cuenca bonaerense. La feroz presión del agua debilitó el puente ferroviario que atravesaba el cause del río, razón por la cual, y de manera preventiva, se decidió cancelar todos los servicios ferroviarios que vinculaban la Costa con Buenos Aires. Recién dos años después, con las aguas ya niveladas y el puente reconstruido, los trenes volvieron a circular. Sin embargo, jamás volvió a rodar el añorado El Marplatense.
Cuando el 3 de julio de 2017, el tren volvió a llegar a Mar del Plata, lo hizo con formaciones nuevas, higiénicas y seguras, fruto de la reconversión de la flota implementada años atrás. Acaso esa sea una de las injustificadas razones por las que no se volvió a poner en marcha a El Marplatense.
Las dos formaciones hoy se encuentran arrumbadas en los galpones lindantes a la estación Remedios de Escalada. Si bien algunos coches habrían sido vandalizados, desde Trenes Argentinos se informó a LA NACIÓN que el estado de conservación no es malo, aunque, como consecuencia de estar parados desde el 2015, requieren de un gran trabajo de puesta a punto.
Además, como los vagones datan de 1948, no es sencillo encontrar los diversos repuestos que requieren para rodar nuevamente y poder cumplir con la normativa vigente en materia de seguridad. Poner en las vías un tren antiquísimo como El Marplatense implica un exhaustivo trabajo previo para que no exista ningún tipo de riesgo. Desde ya, con decisión e inversión, el tren de lujo podría convertirse en un valorado atractivo turístico.
El andén 14 de Plaza Constitución aún espera por los vagones plateados que le daban aires glamorosos a ese viaje con destino a la ciudad turística más famosa de la Argentina. Los pasajeros y los amante del tren no pierden las esperanzas en volver a ver circular a ese tren que llevó a Gina Lollobrigida y a Evo Morales. El que unía la cosmopolita Buenos Aires con la Biarritz argentina. Ese, en el que las señoras se vestían con “ropa de salir” y los caballeros lucían corbata y sombrero, atuendos a la altura de la elegante travesía. El Marplatense fue el tren de lujo que marcó una época y que fue víctima de la decadencia y la desidia. Algo que parece no importarle a nadie.
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