A lo largo de nueve capítulos el drama lleva a los espectadores a un viaje de gran suspenso
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Squid Game (o “El juego del calamar”) es cualquier cosa menos el típico drama televisivo coreano light o empalagoso. En una mordaz referencia a la vida actual en Corea del Sur, a los espectadores se les presenta una historia de violencia, traición y desesperación.
Todo esto se desarrolla en torno a una serie de juegos macabros en los que sus jugadores luchan literalmente a muerte. A pesar de su contenido brutal, el programa ha cautivado al público de todo el mundo, convirtiéndose en la serie más vista de Netflix en al menos 90 países.
El drama lleva a los espectadores a un viaje de gran suspenso a lo largo de nueve episodios en los que un grupo de personas sumidas en deudas y desgracias personales ingresan a una serie de seis juegos de supervivencia, inspirados en típicos juegos de niños de Corea del Sur.
Los perdedores morirán mediante un despiadado proceso de eliminación, y el único ganador se llevará 46,5 billones de wones surcoreanos (alrededor de US$40 millones). Los primeros episodios muestran las circunstancias que han llevado a los personajes centrales a poner todo en juego. Han tenido vidas muy diferentes, pero cada uno de los personajes está sumido en deudas y en la miseria.
Un desempleado que se endeuda por negocios fallidos y juegos de azar se une a un administrador de fondos fracasado. Un anciano enfermo de cáncer juega junto a una desertora norcoreana. Un trabajador inmigrante pakistaní y un miembro de una banda criminal organizada, junto a otros cientos de personas que han caído en desgracia con el capitalismo surcoreano, se lo juegan todo.
Squid Game se suma a otras producciones cinematográficas recientes de Corea del Sur, en particular a la película ganadora del Oscar 2020 Parasite, al ofrecer una aguda crítica de la desigualdad socioeconómica que plaga la vida de muchos ciudadanos del país.
Más específicamente, habla de la profundización de la crisis de la deuda de los hogares que afecta a las clases media y baja.
Deuda y desigualdad
La deuda de los hogares en Corea del Sur ha aumentado considerablemente en los últimos años hasta superar el 100% de su PIB, el más alto de Asia.
El 20% de los que más ganan en el país tiene un patrimonio neto 166 veces mayor que el del 20% con menores ingresos, una disparidad que se ha incrementado en un 50% desde 2017.
Los surcoreanos también enfrentan un aumento de la deuda en relación con los ingresos, y una subida reciente de las tasas de interés. Esto ha dejado en una situación aún más precaria a quienes carecen de recursos para hacer frente a eventos imprevistos, como un despido repentino o una enfermedad familiar.
El índice Gini que mide la distribución de la riqueza nacional coloca a Corea del Sur cerca de Reino Unido y en una mejor posición que Estados Unidos.
Sin embargo, el creciente desempleo juvenil, el alza de los precios de la vivienda y la pandemia mundial han revertido la modesta reducción de la desigualdad experimentada en los últimos años bajo el gobierno progresista de Moon Jae-in.
Las familias se están endeudando para pagar los costos de vivienda y educación, un gasto esencial para las clases medias que esperan asegurar que sus hijos accedan a la universidad que quieren.
Pero no son solo las familias. En agosto, el gobierno de Corea del Sur anunció nuevas restricciones crediticias destinadas a reducir la deuda entre los más jóvenes. Los millennials y los que tienen 30 años son los que más deben en relación a sus ingresos.
Pero los intentos de frenar el endeudamiento han llevado a algunas personas a recurrir a prestamistas de mayor costo y mayor riesgo.
Tal elección deja a muchos a merced de los cobradores de deudas si el más mínimo cambio en sus circunstancias hace que no cumplan con los pagos.
Si bien pocos pueden encontrarse en manos de grupos criminales que amenazan con extraer sus órganos para la venta, como se muestra en Squid Game, la carga de una deuda abrumadora es un problema social cada vez más profundo, sin mencionar la principal causa de suicidio en Corea del Sur.
Jugadores, ganadores y perdedores
La inclusión en Squid Game de otros personajes representativos de las minorías desfavorecidas de Corea del Sur destaca las consecuencias que la desigualdad socioeconómica tiene también para estos grupos.
La cruel explotación por parte del empleador de una fábrica de un trabajador migrante que se ve obligado a entrar en el juego es representativa de las barreras a la movilidad ascendente para los del sur y sudeste de Asia.
Los desertores norcoreanos también figuran como individuos que deben luchar en muchos frentes para lograr tanto la estabilidad financiera como la inclusión social.
La serie se burla del cristianismo y expresa repetidamente el creciente cambio en la opinión pública del rápido desarrollo de Corea del Sur durante las décadas de 1970 y 1980 y su conexión con el crecimiento de la iglesia en ese momento.
La supuesta ética de trabajo protestante fue la piedra angular del “milagro” económico de la era autoritaria de Corea del Sur.
Durante tres décadas de ambiciosos planes económicos, el país se transformó en una economía de altos ingresos. A lo largo de este tiempo, el éxito mundial fue visto como una señal de bendición y las megaiglesias estaban en auge.
Sin embargo, la corrupción abundaba entre los políticos y las familias chaebol (enormes grupos empresariales dominados por familias) que se desempeñaban como ancianos de la iglesia mientras malversaban fondos y construían sus imperios privados.
Como era de esperar, la desilusión con algunos miembros de la élite política y la iglesia ha llevado a muchos en un país cada vez más secular a disputar la verdad de la afirmación del cristianismo de servir a los pobres y oprimidos en Corea del Sur.
Por supuesto, esta no es una historia exclusiva de Corea del Sur. Gente de todo el mundo se puede sentir identificada con los personajes de “El juego del calamar”, sus problemas y su humanidad.
Economías similares a Corea del Sur están experimentando muchos de los mismos desafíos, exacerbados por la pandemia en curso.
Squid Game recuerda brutalmente a los ganadores de cada etapa, y a la audiencia global del programa, que aquellos que triunfan a menudo lo hacen a expensas de aquellos que fracasaron por debilidad, discriminación, mal juicio o simplemente mala suerte.
El episodio final insinúa la posibilidad de una segunda serie, pero incluso si no continúa, Squid Game deja en claro que la historia que representa está lejos de terminar.
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