Bauchazeta, el inhóspito e inaccesible paraje de la precordillera donde se escondió el cerebro del robo del siglo
Fernando Araujo, ideólogo del golpe cometido en 2006 al Banco Río de Acassuso, vivió un tiempo en Bauchazeta, un puesto a 3200 metros de altura en San Juan
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BELLAVISTA, San Juan.— A mediados de febrero de 2006 a Guido Altamira le cambió la vida. Un vecino le pidió que lo guiara hasta un puesto en uno de los parajes más inaccesibles de San Juan conocido como Bauchazeta, a más de 3200 metros de altura, lo pasaron a buscar y se dio cuenta de que había un pasajero más en la camioneta. Les mostró el lugar y hablaron. Meses después supo que era Fernando Araujo, el ideólogo del robo del siglo. “Estoy orgulloso de haber conocido al ladrón más inteligente”, confiesa Altamira.
Todo sucedió en Bellavista, un pequeño y melancólico pueblo de la precordillera sanjuanina en el departamento de Iglesia. Altamira tiene junto a su esposa una posada (se llama igual que la localidad). A 500 metros vivía en 2006 un matrimonio amigo que eran además propietarios de tierras en la Quebrada de Bauchazeta, a 40 kilómetros.
Es guía y conoce todos los rincones de este territorio agreste y montañoso que limita con Chile. Se había enterado por la tele del robo en el Banco Río, pero le restó importancia. “Para nosotros son noticias de Buenos Aires, que está muy lejos”, cuenta.
“Jamás pensé que iba a formar parte de esa historia”, cuenta Altamira. El asalto se había realizado el 13 de enero a las 12.20 en la sucursal del Banco Río ubicado en la esquina de Avenida del Libertador y Perú, en Acasusso (provincia de Buenos Aires), a 1200 kilómetros de Bellavista. Araujo planeó todo, no dejó nada librado al azar. “Tiene una inteligencia fuera de lo normal”, reconoce.
“Fue muy hábil, apareció en la zona en 2005″, dice Altamira. Araujo había sido novio de Jimena Britos, quien en 2006 era la esposa de Guillermo Santillana, su vecino. “Quería comprar cabras”, dice Altamira. Le había dicho que cuando fuera a su campo en Bauchazeta le avise. Aquel día a mediados de febrero Santillana se comunicó con Altamira y le propuso ir. Se encontraron en la casa del matrimonio y allí comprobó que había un invitado. “Es Fernando”, le dijo Santillana.
“En ese momento no me habló”, recuerda Altamira. Aquel Fernando se mantuvo en silencio y se sentó con Guillermo en la cabina, él viajó en la caja de la camioneta. Llegaron a Bauchazeta. El lugar es desolado, la quebrada del mismo nombre incluye un río, vegas y unos cerros que son la transición a las altas cumbres cordilleranas. No hay señal telefónica de ningún tipo y la presencia humana es mínima, algunos puesteros y una solitaria escuela rural.
“Ahí me di cuenta el porqué del viaje”, reconoce. No harían el negocio de las cabras. Guillermo le dice que Fernando quiere hacer un retiro espiritual y necesita un lugar apartado donde estar en soledad. “No quiere ver a nadie”, le dice. Baqueano y hábil entre los senderos, los conduce hasta un puesto hecho de piedras. “Son lugares donde nadie puede encontrarte”, dice Altamira.
“De repente me empezó a hablar”, cuenta. Sin saber que estaba delante del hombre más buscado del país, le hace una guiada por el lugar. Fernando cambia su actitud y se muestra accesible. Le refuerza lo que le había dicho Guillermo, que quería escapar del mundo y quedarse un tiempo solo, sin ver a nadie. El puesto no tenía techo, solo estaban en pie algunas paredes.
Chicles y cigarrillos
“Algo me llamó la atención”, advierte Altamira. Fernando estaba vestido de negro, pantalón, remera, gorra y anteojos oscuros. Masticaba chicle y fumaba en forma compulsiva.
“No me daba el perfil de un hombre que vendría a meditar a la montaña”, confiesa Altamira. Se quedaron algunas horas y volvieron a Bellavista. Nunca más lo volvió a ver hasta que el 1° de mayo del mismo año cuando compró un ejemplar del Diario de Cuyo en cuya portada una noticia y una foto lo paralizaron. “Decía que habían encontrado al cerebro de la banda del robo del siglo en Bauchazeta”, recuerda Altamira. “¡Es el Fernando que conocí!”, le dijo a su esposa y entonces su vida cambió.
Los medios sanjuaninos estaban sorprendidos por el hecho de haber tenido al ladrón del siglo en su provincia, pero aún más porque Altamira lo había llevado al puesto donde lo detuvieron e incluso Araujo tenía vinculación con vecinos de Bellavista. “Me llamaron todos los medios”, recuerda el guía.
“Entré a atar cabos”, dice Altamira. Guillermo y Jimena tenían un parador en la Cuesta del Viento, un balneario muy concurrido cerca de Bellavista. Se mostraba con ellos y hacían fiestas, incluso se convirtió en una persona conocida, hasta las radios locales le hacían notas. Todo esto pasó hasta diciembre de 2005, a días del golpe. “De esa manera a nadie le sorprendió volver a verlo cuando regresó en febrero para hacer un retiro”, confirma Altamira.
Según su versión, Araujo estuvo en el puesto de Bauchazeta desde la segunda mitad de febrero hasta el 10 de abril 2006 que fue capturado. “Hizo tareas de supervivencia”, acuerda. En la foto lo vio muy cambiado. “Había enflaquecido mucho”, dice. Solitario y final, pasó alrededor de dos meses en la más completa soledad. El puesto estaba en una posición estratégica, cerca del arroyo Bauchazeta, es decir, cerca de una fuente de agua y con un cerro para tener altura y dominio del territorio. Allí armó una carpa donde le encontraron un GPS, una radio VHF, diarios, el expediente de la causa, un frasco de mayonesa con $5000 y alimentos.
“Quizá cometió un solo error: no hablar”, dice Altamira. El lugar donde permaneció prófugo es una geografía desolada aunque habitada por solitarios puesteros que transitan por los caminos de tierra, también estaba la escuela rural y los docentes. “Nadie se oculta, los que pasan se saludan y se acercan a hablar”, comenta Altamira. Araujo durante todo ese tiempo se mostró esquivo y no se relacionó con nadie. “Eso llamó la atención”, cuenta Altamira.
¿Cómo hacía para sobrevivir, cómo se alimentaba? En Bellavista todos parecen saber más de lo que cuentan. Altamira supone que Jimena le llevaba alimentos a Araujo. “Los puesteros hacen quesos de cabra”, especula. Pudo haberles comprado a ellos. “Se dicen todo tipo de cosas”, argumenta el posadero. La ex novia del creador del robo estuvo procesada, y aseguran en el pueblo que ella le alcanzó la copia con el expediente, que Araujo conocía de memoria.
Paraje inhóspito
“Hablaban por radio todos los días”, dice Altamira. Araujo subía al cerro que tenía frente al puesto y se comunicaba con Britos. La policía bonaerense, la Federal y la Gendarmería lo buscaban por San Juan y nadie sabe cómo el cerrojo de esa búsqueda se enfocó en el inhóspito paraje Bauchazeta. Así fue detenido, mientras caminaba por la ladera del cerro. “Se hubiera quedado quieto o saludado”, dice Altamira. Al ver a la policía Araujo reaccionó de forma natural: salió corriendo.
“No busquen más, soy Fernando Araujo”, les dijo a sus captores y allí nació la leyenda. En Bellavista sus habitantes no podían creer que este personaje había estado allí. La policía allanó la casa de Guillermo y Jimena. “Alguien de la policía les avisó”, especula Altamira porque el matrimonio desapareció. “Se cree que están en España”, dice. Se creó un turismo acerca del robo del siglo con base en la posada de Altamira. “Está el mito que Araujo enterró parte del botín en Bauchazeta”, dice Altamira.
Camuflado como un robo tradicional con rehenes que había fracasado, mientras negociaban con la policía, vaciaron 143 cajas de seguridad del Banco Río de Acassuso. “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores”, fue la frase que dejaron y que desconcertó a la policía.
Por un boquete y a través de un túnel que los llevó al sistema de desagüe, con dos lanchas llevaron todo el botín mientras a pocos metros y sobre ellos en la calle, docenas de policías los buscaban. Ninguno de los miembros sabía la cantidad de dinero con la que se habían alzado, las especulaciones hablan de 8 a 40 millones de dólares. Una van los esperaba en la boca de una alcantarilla a 14 cuadras y se dieron a la fuga con la mayor tranquilidad.
Pudieron ver por televisión el momento en el que la policía entraba y encontraba a todos los rehenes. El primero en caer detenido fue Rubén Alberto de La Torre, el 18 de febrero, fue al único que le encontraron dinero: 900.000 dólares, 30.000 euros, y 8 kilos de joyas. Del resto del botín no se sabe nada, el último en quedar detenido fue Fernando Araujo, el 10 de abril.
“Cuando nos volvimos a ver nos abrazamos como grandes amigos”, dice Altamira. En 2022 una productora de una plataforma filmó una biopic de Araujo y estuvieron allí una semana. No se veían desde 2006. Compartieron charlas, secretos y volvió a llevarlo al puesto de Bauchazeta para filmar la serie. “Me contó muchas cosas”, confiesa el guía. A la habitación donde se hospedó la nombró como el paraje donde se refugió. “Es un buen tipo, para nosotros es un capo”, sentencia Altamira.
“Se ha dedicado mucho a la pintura”, afirma sobre Araujo, es artista plástico, profesor de karate, jiu-jitsu-brasileño y en la actualidad da charlas. Se comunican en forma regular y la historia atrae a curiosos que se hospedan para conocer pormenores. Cada 13 de enero –el día del atraco– Altamira le manda un mensaje que provoca una sonrisa en ambos: “Feliz aniversario”
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