El hombre sin rostro
Hace algunos años lo conocí a Germán y a partir de ese momento, se transformó en un cliente casi cotidiano y cada vez que necesita viajar, me llama y conversamos sobre temas intrascendentes. Pero después de varios viajes, me relató una historia muy particular que evidentemente la tenía muy guardada y necesitaba contarla, eligiéndome a mí como "oreja".
Germán tiene un apellido muy difícil, poco frecuente, que no viene al caso mencionarlo, además, creo que no sabría escribirlo. Cada dos o tres meses ingresa por Internet, Facebook y otras redes sociales para ver si encuentra personas con su mismo apellido y averiguar cuál es el grado de parentesco que los puede relacionar.
Todo se inició cuando encontró a una señora Silvia, con su mismo apellido y entonces comenzaron a conectarse y a preguntarse cuales eran los orígenes de sus familias.
Amigos lectores, para que el relato sea más claro, he resuelto contarlo en primera persona, tal como él lo hizo. Germán dijo:
Cuando encontré a esta señora Silvia, lo primero que me surgió fue conocer el nombre de su padre; dado que yo había guardado en mi ordenador el "árbol genealógico" de mi familia, obtenido con información que me habían dado mis padres y demás familiares. Entonces, Silvia me contó que su padre se llamaba Armando y hacía un par de años que había fallecido, además ella tenía una hermana, Eugenia y su mamá que también vive. En ese momento, vino a mi memoria que cuando yo tenía algo más de veinte años, me enteré de un suceso muy particular y que siempre había estado oculto entre los pliegues familiares y jamás de lo mencionaba ni en las reuniones familiares de cumpleaños, navidad o año nuevo, cuando todos nos encontrábamos en la casa de la abuela.
Mi padre tenía ocho hermanos (nada que ver con el anís) y un primo que desde chiquito se crió con ellos. De los hermanos la historia se remite al tío Ramón. Allá por los principios de los treinta, él se encontraba haciendo la conscripción y participó de la Revolución que al mando del Gral. Uriburu, derrocara a Hipólito Irigoyen. Unos años antes Ramón había conocido a una señorita y de esa relación nació Armando.
El tío Ramón reconoció a su hijo, le dio su apellido, pero nunca quiso conocerlo, si le pasaba una cuota alimentaria, que le hacía llegar por amigos y hermanos.
Transcurrieron los años, Ramón trabajaba y también le gustaba mucho la noche y las mesas de café y billar, seguía soltero y se desempeñaba en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, en el área hospitalaria. Fue así que llegó al cargo de Administrador de un nosocomio. Era muy reconocido por sus pares y superiores, pero su soltería lo llevó a deslumbrarse y enamorar a una joven novicia que brindaba servicios en el hospital, llegando a ser su pareja secreta. En un momento determinado, el hecho tomó estado público dentro del establecimiento y en las altas esferas municipales, siendo Ramón separado de su cargo y trasladado a otro hospital, mientras que la novicia fue destinada a un convento de un país limítrofe.
Las amistades del tío Ramón, de ascendencia radical y vinculados a un caudillo barrial, lograron que se le restituyera el cargo de Administrador, pero en otro hospital capitalino.
Así pasaron los años y al hacerse mayor, finalmente el tío Ramón se casó con una jefa de enfermeras que era viuda y tenía dos hijas, recalando a vivir en la localidad de Haedo.
Entonces la señora Silvia me dijo que deseaba conocer por fotos a su abuelo Ramón, ya fallecido y me preguntó si yo tenía alguna foto de él, le expresé que sí, el archivo fotográfico de la familia está en mi poder y me comprometí a enviarle por e-mail una foto digitalizada donde estaba el tío Ramón con todos sus hermanos y su madre.
Silvia me confesó que tanto ella como su hermana Eugenia, cuando ya eran señoritas y a escondidas de su padre, quisieron ver al abuelo Ramón. Entonces averiguaron dónde vivía y se trasladaban los domingos hasta Haedo y se quedaban en la esquina esperando que él saliera para poder conocerlo, pero lamentablemente, nunca pudieron concretar sus objetivos.
Buscando y revolviendo el archivo fotográfico, encontré fotos y recuerdos, pero la foto donde está el tío Ramón, hasta la fecha no apareció nunca.
Ante este fracaso, me conecté con otros primos, tratando de ver si alguno tenía una foto de Ramón, pero también para ellos la búsqueda fue vano.
Solo me daba vueltas en la cabeza la idea de que: "El tío Ramón, desde el más allá, no quiere que sus nietas lo conozcan".
Cuando Germán terminó con su relato, le pedí autorización para contarlo a los lectores y me respondió que no tenía problemas, así que me aboqué a la tarea y aquí está, dado que no hay ninguna foto del tío Ramón, resolví volver a mi vieja y querida profesión de dibujante y hacer un dibujo sin rasgos faciales para ilustrar la nota y por eso la titulé: "El hombre sin rostro"
Será hasta nuestro próximo encuentro.
La respuesta de la semana anterior
La foto publicada la semana pasada corresponde a una casa ubicada en el llamado Barrio Parque en Palermo, en la esquina de Eduardo Costa y Ortiz de Ocampo.
A esta casa se la conoce como la casa "Redonda" y las puertas que se repiten en la entrada de la esquina y sobre la calle Eduardo Costa 3079, han sido realizadas por un ebanista.
Actualmente, la propiedad vista desde la calle y a través de los enrejados parece estar abandonada. Oportunamente habré de sacar una foto en la que se pueda apreciar la construcción, que trae recuerdos del Palacio Carú, hoy demolido, y que se encontraba en la zona de Caballito.
¿Qué lugar de la Ciudad es?; deje su respuesta. El lunes próximo, se revelará la incógnita
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