Hace un año y medio el doctor Jaco Nel jugaba con su perro Harvey, un coker spaniel, cuando notó un pequeño arañazo en la mano. Lo limpió y lo desinfectó y siguió con sus quehaceres habituales. Pero dos semanas después se enfermó de lo que parecía una gripe.
No se imaginaba entonces lo que estaba a punto de suceder: una bacteria en la saliva de su spaniel le causó una infección que le desencadenó septicemia, una sobrerreacción del sistema inmunológico ante una infección.
La septicemia es la principal causa de muerte por infección en el mundo. Nel no murió, pero dice que estuvo "muy, muy cerca".
Como consecuencia de su choque séptico se pasó cinco días en coma y meses en el hospital, antes de perder las dos piernas por debajo de la rodilla, todos los dedos de una mano y de sufrir una desfiguración en la nariz y los labios que le da dificultades para hablar y comer.
El caso de Nel es muy extremo pero real, como el de los 20 millones de personas que sufren septicemia al año en el mundo. Ahora este británico vive con las graves consecuencias de lo que parecía un simple arañazo, como le explicó al programa Victoria Derbyshire de la BBC, donde habló para dar a conocer la enfermedad y para ayudarse a sí mismo a superar lo que le pasó.
"Sentí depresión e ira"
Nel no se dio cuenta de lo enfermo que estaba porque al sentirse mal, como si tuviera gripe, se fue a dormir hasta el día siguiente. "Me debí de enfermar mucho porque me sentía confuso, desorientado. No escuché el teléfono cuando me buscaban al faltar al trabajo", le contó el doctor al programa de la BBC.
"Al final del día, mi pareja vino a casa y me encontró en un estado terrible", recuerda. "Llamó a los servicios de emergencia y se portaron genial: inmediatamente se dieron cuenta de que era septicemia y empezaron a tratarme de urgencia allí mismo".
Un diagnóstico temprano es clave para la recuperación de la septicemia: según varios estudios el 80% de los casos se pueden tratar favorablemente si se diagnostica en la primera hora. Pero si no, con cada hora que pasa se incrementa el riesgo de muerte.
Nel recibió fluídos intravenosos ya en su propia casa y antibióticos en la ambulancia de camino al hospital. "Pero cuando llegué a emergencias al hospital colapsé", recuerda.
Nel perdió la consciencia y estuvo en coma en la unidad de cuidados intensivos durante cuatro o cinco días. "Y cuando me desperté tuve un shock al ver que tenía prácticamente el cuerpo entero negro: la cara, las manos, las piernas, debido a los daños en los tejidos causados por la coagulación anormal de la sangre, que es algo que pasa por el choque séptico", le contó a la BBC.
"Me fallaron los riñones y también me hicieron diálisis durante dos meses", añadió. "Fue un período muy duro", dice tras un gran suspiro al recordar los detalles.
"Supe desde casi el principio que acabaría perdiendo las piernas y los dedos, pero no estaba seguro de lo que le pasaría a mi cara". "Y al final perdí la punta de la nariz y mis labios tienen cicatrices, me cuesta hablar y también tengo dificultades para comer, aunque ahora las sobrellevo mejo. Después de cuatro meses en el hospital me amputaron las piernas".
Aprender a caminar de nuevo
"Siempre fui una persona determinada, nada me detiene", dijo. Pero admite que tuvo momentos muy bajos en los que pensó que lo que le estaba pasando era demasiado. "Me sentí profundamente deprimido, sentí ira y en algunos momentos pensé que no lo podría soportar", recordó.
Pero con el tiempo salió adelante con el apoyo clave de sus amigos, familiares y colegas del trabajo. La sepsis o septicemia se produce cuando el sistema inmunológico se sobrecarga y exagera su respuesta ante una infección.
"Esos pensamientos se fueron cuando empecé a ver que sí podría volver a hacer cosas, aunque me costara más tiempo y esfuerzo. Creo que también me ayudó a salir adelante la fe y el deseo de volver a trabajar y a recuperar mi vida".
Poco después de la amputación de las piernas, Nel empezó a hacer rehabilitación para volver a caminar. "Y después de tres meses fui capaz de volver a caminar sin ayuda y me fui a casa", dijo soltando una risa casi de incredulidad ante su propia historia.
Nel también tuvo que tomar una dura decisión: la de sacrificar a su querida mascota Harvey, para prevenir que pudiera infectar a otra persona, ya que el perro tenía una infección que no podía curar. En retrospectiva, Nel cree que no hay nada que hubiera podido hacer para evitar lo que le pasó.
Cuando su perro lo arañó y lamió su herida él la desinfectó. Después, nadie notó los síntomas de la enfermedad que empezaba a manifestarse: "arrastraba las palabras al hablar, perdí la coordinación y el equilibrio, tenía la piel moteada... pero nadie lo vio", ni él mismo, como para pedir ayuda médica urgente.
Ahora puede conducir con un automóvil adaptado y tiene una nariz prostética con la que se disimula bastante su desfiguración facial. Pero dice que ya no se la pone porque la considera como una "máscara" para esconder su historia.
Mostrar abiertamente lo que le pasó, como ahora al hablar con la BBC, forma parte de su propia historia de aceptación y superación.
Septicemia, ¿qué es?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se produce cuando el sistema inmunológico, o la forma en la que el cuerpo responde ante los organismos infecciosos, se sobrecarga y exagera su respuesta ante una infección.
El problema inicial puede ser leve y comenzar en cualquier parte, desde un corte en un dedo hasta una infección urinaria. Pero si no se trata a tiempo puede causar daños catastróficos en el cuerpo, como lesiones en los tejidos, fallo general de los órganos e incluso la muerte.
Se desconoce qué desencadena exactamente la septicemia, que afecta a unos 20 millones de personas al año en el mundo y mata a unos ocho, de ahí que a veces se apode como una "asesina silenciosa".
Identificar un caso de septicemia es difícil, ya que los primeros síntomas varían mucho y además se pueden confundir fácilmente con gripe u otras infecciones.
Según el Fondo de Septicemia del Reino Unido, las 6 señales más comunes de alarma son: dificultades para hablar o confusión, escalofríos o dolor muscular, ausencia de orina, dificultades severas para respirar, que el paciente se sienta "como que va a morir", manchas en la piel o decoloración.
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