El lema de este año es “danos un corazón más solidario”; ultiman los detalles para la ceremonia de mañana; esperan recibir una multitud .
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Miles de fieles se preparan para la celebración del Día de San Cayetano en el santuario ubicado en el barrio porteño de Liniers. En la ceremonia, que comenzará mañana a las 8, se espera, como todos los 7 de agosto, recibir a una multitud para rezar por la paz, el pan, la salud y el trabajo.
El padre Lucas Arguimbau, rector del santuario desde marzo de 2021, comentó a LA NACIÓN: “Nos estamos preparando para la fiesta con mucha alegría. El lema de este año es ‘San Cayetano, amigo del pueblo, danos un corazón más solidario’. Le pedimos en este momento de dificultad que nos dé la capacidad a todos de ser más generosos en nuestro tiempo para poder ayudar a los que hoy están necesitando. Hay mucha gente que está pasando un momento muy duro”.
“Nos estamos preparando para la fiesta con mucha alegría y muchísima gente. Tenemos el escenario preparado donde vamos a celebrar las misas, con mucha alegría. Dicen que mañana va a ser un día muy lindo. Hay mucha gente que está pasando un momento muy duro, por eso lo que ocurra va a dar esperanza”, agregó el sacerdote.
San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, es una figura central en la devoción popular argentina. Cada año, sus fieles se reúnen para agradecer y pedir por empleo y bienestar.
Esta mañana, en medio de una llovizna persistente, se ultimaban los detalles para la celebración. Un escenario y tres filas separadas por vallas ya estaban instalados para recibir a los feligreses. “Yo lo ayudo a él, como él a mi”, decía un hombre de unos 80 años, mientras entregaba estampitas de San Cayetano a los asistentes. Dentro de la iglesia, situada en Cuzco 150, se escuchaban, entre susurros, pedidos, agradecimientos y oraciones. Un hombre escribía lo que le pedía al santo en un cuaderno, mientras lloraba, Cerca de él, una mujer, que vestía una remera con la estampa del patrono del pan y el trabajo, rezaba en silencio.
Afuera, la lluvia no disuadía a los fieles de ingresar para participar en la celebración. “Él nos ayuda mucho. Y no solo a mí, a todos, toda la vida. Yo siempre vengo. Hace más de 20 años. No importa que llueva, yo vengo porque es el día de él. Y mañana más, con razón, uno está aquí para acompañarlo como él nos acompaña”, comentó Blanca Guarascio, de 75 años.
“Un día me quemé, justo el 7 de agosto, que tenía que venir a servir acá, porque soy servidora de varios años. Pedí tanto por él y ya ves, los milagros existen”, dijo Laura Poggi, de 58 años, mientras mostraba su rostro libre de cualquier cicatriz que hubiera quedado de ese incidente.
En un extremo de los pasillos del santuario, colgaba un cartel en el que se leía: “Junto a San Cayetano, pedimos paz, pan, salud y trabajo”. La figura del santo es el centro de atención, donde los fieles se arrodillan y rezan fervientemente. “Vengo todos los años. Este es el primero que lo hago con mi hija. El año pasado se quedó sin trabajo. Ella es madre de dos hijos, no nos alcanza para llegar a fin de mes, es una angustia constante. Por eso venimos acá, porque sabemos que él nos va a ayudar. Él no nos deja solos ni nos abandona”, contó una madre, que estaba acompañada por su hija Sofía.
“Es el quinto año que venimos. El tema es pedirle a nuestro padre o al santo que nos vaya bien, que estemos bien de salud y que tengamos trabajo. En la situación en la que estamos viviendo como país, le vengo a pedir que nos siga protegiendo”, comentó un feligrés que prefirió no dar su nombre.
Los puestos que venden productos religiosos ya se preparaban para recibir a los fieles. Una comerciante, Miriam Gabriela Masunaka, cuya familia lleva décadas en el negocio, explicó a LA NACIÓN: “En este caso estamos acá con puestos de santería, de artículos religiosos. Vengo de la etapa de mis padres, criada con la venta de velitas, de rosarios, y estamos acá siempre. Creo que este año va a venir muchísima gente más que el año pasado. Uno escucha muchas cosas en la calle, comentarios de la gente. Cada vez que se acerca alguien, me dice: ‘me voy a llevar una estampita porque no tengo trabajo o porque no me alcanza el sueldo’. La gente lo necesita, como un apoyo, como una cosa más bien espiritual, más que moral”.
“Vengo desde Santa Cruz. Me estoy quedando con mi hijo en la casa de unos amigos. Nos conocimos hace unos años vía Facebook. Todos somos devotos de San Cayetano, pero al estar lejos, no podía venir. Este año, por primera vez, estamos aquí, y no puedo evitar emocionarme al hablar. Me emociona porque no puedo creer que logré traer a mi hijo [de 8 años]. Él tiene una discapacidad y no puedo pagarle el tratamiento. Tengo fe en que San Cayetano nos puede ayudar. Él hace milagros”, expresó María Rufaldi, con lágrimas en los ojos.
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