El Gato Negro da pelea por no cerrar
El edificio donde se sitúa el comercio está en sucesión y los herederos quieren venderlo en bloque
El aire huele a canela y a curry, y las sillas Thonet junto a las mesitas del café El Gato Negro están todas ocupadas. Se advierte ansiedad por el futuro del local en los mensajes escritos en el gran libro abierto sobre el mostrador de roble italiano.
Dicen lo siguiente: "He descubierto el latido del corazón porteño"; "parece mágico, cuídenlo y presérvenlo"; "que Dios ilumine a tiempo a los «genios» dormidos que nos mandan, y hagan algo"; "que el progreso no destruya estos refugios donde se comparten un café, un amigo, un amor "; "que siga «perfumando» por muchos años nuestra calle Corrientes"; "como todo lugar místico, trasciende lo material y se convierte en algo especial y simbólico. Dos enamorados", y siguen las frases...
En una cuadra de Corrientes animada por carteleras de teatro y librerías, El Gato Negro atesora fragancias y sabores del mundo, es obra de apasionados -sigue siéndolo- que durante 80 años perfeccionaron una especialidad y buscaron la excelencia. Pero que hoy corre peligro de desaparecer. El propietario del fondo de comercio de El Gato Negro afronta un juicio de desalojo por parte de los propietarios del local.
El lugar fue declarado "sitio de interés cultural" en 2003 y "café notable" en 2004. Pero "después de pagar un alquiler durante 80 años, seis meses antes de que venciera el contrato nos iniciaron en julio del año pasado un juicio de desalojo. La sucesión, propietaria del edificio, lo vende en bloque -relata Jorge Crespo, propietario del fondo de comercio-. Por otra parte, por un recurso de amparo, otra jueza interpuso una medida cautelar, por la que no puedo tocar las instalaciones, con la que estoy muy contento".
El gato del Orient Express
Victoriano López Robredo viajaba al comenzar el siglo en el Orient Express: se sentó en el vagón comedor una noche en que se servía una cena dedicada al tema de los gatos, presente en las antiguas culturas, y se guardó el logotipo que adornaba el menú, el mismo que hoy preside el local.
Así lo evoca Jorge Crespo, su actual propietario: "Era un hombre de mundo, con raíces españolas y costumbres inglesas, trabajaba en una compañía inglesa que comerciaba especias. Frecuentaba también un café madrileño, en la calle del Príncipe, que se llamaba El Gato Negro, contiguo al Teatro de la Comedia, con el que se comunicaba, y que ya no existe. De esas coincidencias surgió el nombre que le dio a su nuevo negocio en Buenos Aires, inaugurado en 1926.
"Trabajaba con cuatro españoles. La gente de los barrios venía entonces a comprar en el centro", apunta Crespo. En esos años se instalaron los muebles con alzada que hasta hoy le confieren distinción al lugar, en cuyas vitrinas se exhiben recipientes con especias y condimentos, tés, salsas, aliños, dulces, miel. Tres de aquellos empleados -uno falleció- quedaron habilitados al morir Victoriano, y su único hijo, Andrés, compartió con ellos la propiedad del local.
"Era ingeniero industrial -continúa Crespo-, con una capacidad notable. Renunció a la empresa donde trabajaba y, de hecho, desde fines de los 60 refundó El Gato Negro. Después de una profunda investigación, mantuvo y reforzó la línea de la casa creando las mezclas, los curries, condimentos especiales, bouquets garnis. Con una balanza, este mostrador, un molino de café y pliegos de papel amarillos, utilizaba su genio de ingeniero para componerlas. Algunas hierbas y semillas son de origen nacional, pero la mayoría de las especias utilizadas y vendidas provienen de Oriente: contaba con proveedores como el griego Eric Sasha para obtenerlas".
Levantó la oferta de productos como tés, aceites, frutas secas, productos para repostería a la máxima expresión de calidad. Aquí venía todo el mundo. "Era un sibarita. En 1972 viajé por primera vez a Europa y nos encontramos en París. Me enseñó varias cosas, llevándome al Flore, a la Brasserie Lipp, el Deux Magots, lugares con esencia, con identidad, escenario de la vida artística y literaria francesa. Lamentablemente estamos perdiendo por razones comerciales el alma de muchos lugares", dice Crespo.
Conservarlo fue su desvelo desde que se hizo cargo de este local. Andrés López Robredo falleció en Ginebra el 2 de junio de 1978, en plena luna de miel. "Su viuda, May Moore; su único hijo, mi hermano, y su primera esposa heredaron El Gato Negro, en una etapa en que el auge del supermercadismo planteaba un nuevo desafío", relata. Años después Crespo heredó a su hermano y negoció con las otras dos accionistas. "Mi esposa atendía el local, pero desgraciadamente falleció en 1995. Dejé mi profesión y me hice cargo. Sin alterar la estructura original, hicimos reformas que incluyeron un café en la planta baja en 1997 y un restaurante en el primer piso el año siguiente.
"La experiencia del mostrador me enseñó mucho. Aquí viene, por ejemplo, mucha gente a la que le prohíben la sal, descubre otros condimentos. El secreto para utilizar las especias es que no sean invasivas. Hay gente que asocia el picor con las especias."
Ahora venden 400 ítem sumando especias combinadas, condimentos especiales, hierbas y semillas aromáticas, y un recetario que las detalla y explica cómo utilizarlas en la cocina. Tuestan sus propios cafés y elaboran quince mezclas de tés y tisanas, además de su propia repostería.