El futuro de Pinamar: las dos grandes apuestas “de segunda generación” del intendente que ganó por solo un voto
Juan Ibarguren, de Juntos por el Cambio, tomó el mando anteayer, luego de una inédita y ajustadísima victoria en las elecciones
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PINAMAR.– El conocido que asegura que se tomó un avión y voló desde Punta del Este solo para votarlo. Otro que, con fiebre, jura que se levantó de la cama y DNI en mano fue hasta el cuarto oscuro para hacerle su aporte. O el que vive en la vecina General Madariaga pero, todavía con domicilio en Pinamar, recorrió 30 kilómetros por la ruta 74 para dejar en la urna una boleta más con el rostro y nombre de ese amigo de tantos años que se jugaba en la elección el sueño de gobernar su ciudad.
Estos y otros se atribuyen el mérito de ese único, decisivo e histórico voto de diferencia que le sirvió a Juan Ibarguren, cabeza de lista local de Juntos por el Cambio, para superar a su principal rival, Gregorio Estanga, de Unión por la Patria, y convertirse desde este último domingo en el nuevo intendente de Pinamar. “Voy a hacer un libro con esas historias”, anticipa, más relajado tras el escrutinio definitivo.
La firma y traspaso de mando del gobierno que durante los últimos ocho años estuvo bajo administración de su amigo y responsable de meterlo en esta arena política, Martín Yeza, le dieron la certeza final de un triunfo que sufrió como pocos y durante casi un mes. La elección general de octubre la ganó por 69 votos. Planteos de la oposición ante la Justicia Electoral y recursos ante la Cámara de Apelaciones derivaron en la reapertura de 15 urnas y un recuento final que mantuvo ganador al postulante oficialista por la mínima diferencia entre un universo de 23.790 votantes.
“Ahora hay que gestionar e ir siempre por un mejor Pinamar”, dice a LA NACION, ya en ejercicio del cargo que acaba de asumir este profesional en administración de empresas que tiene 38 años, casado con Catalina y padre de la pequeña Joaquina. “Haber mantenido el gobierno, aunque sea por un voto, es un logro porque hubo una situación difícil”, explica quien fue durante cuatro años secretario de Hacienda de la administración de Yeza y, durante similar período, director de Turismo del mandato que finalizó anteayer.
A las puertas de una nueva temporada que siempre marca el momento pico para el distrito y en medio de una crisis económica y un flamante gobierno nacional con derivaciones inciertas, el jefe comunal sabe que llegan tiempos de desafío enorme. “Transparencia, modernización y mucho compromiso”, anticipa sobre la receta básica de esta gestión para defender y aportarle a un Pinamar que, ratifica, es de los municipios que más creció después de la pandemia de coronavirus.
“Tenemos récord en habilitaciones comerciales y metros de construcción, que es inversión y laburo”, dijo, satisfecho por esta ola de nuevos residentes que tuvo en la jurisdicción durante los últimos dos a tres años.
Cita en esto el resultado de la campaña “Respira Pinamar”, que frente a restricciones sanitarias y encierros buscó invitar a vivir, invertir, pasear o estudiar aquí, entre bosque y mar. “Lo tomamos de una experiencia en Nueva Zelanda y el resultado fue espectacular”, destaca.
Lo confirma con metros cúbicos de construcción, crecimiento de matrícula escolar y, como consecuencia, una dinámica comercial casi de tiempo completo para todos los rubros. “Estamos consiguiendo que Pinamar tenga vida de ciudad todo el año”, dijo sobre una realidad que dejó atrás aquellos tiempos depender diez meses de lo mucho y muy bueno que rendían enero y febrero.
Rescata entre las propuestas las favorables condiciones que se generaron para abrir puertas a nuevos residentes. Sea para vivienda como para comercio. “Les dimos agilidad, menos trabas y burocracia, para que quiera invertir o instalarse no tenga tantos obstáculos”, explica Ibarguren.
Avenida del Mar y el frente costero
En esa dinámica asegura que influyó lo que considera uno de los mayores logros de la gestión de Yeza: la renovación del frente costero que arrasó con los balnearios de cemento para reducirlos en tamaño hacia una oferta de diseño sustentable y amigable con el medio ambiente.
“Nos permitió volver a mirar el mar en temporada baja”, afirma el intendente y señala la cantidad de restaurantes de playa que, en un día de semana, están abiertos cuando hace poco más de una década quedaban tapiados de marzo a noviembre. Son concesiones que tiene vigencia desde 2009 y con plazo de 20 años.
Sueña que, en 2030, esa infraestructura de paradores sea aún menor. “Quien gobierne en 2030 tiene que tender a achicarlos aún más, que sea lo más natural y la infraestructura mínima”, proyecta.
Se convierte en intendente con la temporada casi en marcha. Con dudas, es cierto, porque el contexto económico y político no se lleva muy bien con las certezas. “A mitad de año todo se movía bien con reservas, se frenó con las PASO y hubo un bache de silencio de teléfono y recién ahora volvieron a sonar”, reconoce sobre alquileres dolarizados y una demanda turística que, estima, “tomará fuerza a último momento”.
Mientras tanto, augura, será tiempo de “redoblar esfuerzos”. Dice que hay un compromiso de cuidar a los vecinos que lo votaron y también responder a los que optaron por la oposición. Sabe que tiene que trabajar con estructuras superiores y, como primer paso, participó en La Plata del acto de asunción del gobernador Axel Kicillof (UxP).
Sabe tanto que depende de provincia y Nación para emprender obras importantes, así como tiene claro que se vienen tiempos duros para acceder a fondos que permitan avanzar con obra pública. “¿Pendiente? La planta depuradora, estaba licitada hace seis meses y no llegamos a plasmarla”, cuenta sobre un expediente que sufrió el impacto de la inflación y las demoras burocráticas sobre el presupuesto original.
Le suma como desafíos otros que denomina como de “segunda generación”. Cita por un lado las obras de reconversión de Avenida del Mar, que tiene un mínimo tramo como experiencia piloto y mantiene un proyecto para modernizar todo ese corredor costanero.
Por otro, el objetivo pretendido y todavía demorado de sumar turismo extranjero de manera sostenida. “Vienen, nos visitan y se vuelven locos con la ciudad, pero la tienen que descubrir y para eso hay que abrirles más las puertas”, dice Ibarguren e insiste en ser creativos en alternativas de conectividad.
Se ilusiona en este y otros proyectos trabajados codo a codo con el sector privado, al que siente que le llegó la hora de más protagonismos frente a un Estado con poco margen frente a la crisis. Quizás ese paso se consolide con el proyecto de creación de un ente mixto, que ya tiene un primer antecedente con un Consejo Turístico que sienta en una misma mesa de decisiones a funcionarios, empresarios y comerciantes. “Juntos y con diálogo lo vamos a conseguir”, anticipa.
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