Lenin Tamayo es un artista, cantante, compositor y productor musical de 21 años que desde hace un par de años lidera un original movimiento que combina el pop coreano o K-pop con las corrientes y la lengua de la cultura andina de su natal Perú: el quechua pop o Q-pop
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Lenin dice que cada vez que canta en quechua la garganta le queda destrozada por el sentimiento que le pone a cada interpretación.
“El quechua necesita compromiso; si no, es mejor no hablarlo”.
Lenin, cuyo nombre completo es Lenin Tamayo, es un artista, cantante, compositor y productor musical de 21 años que desde hace un par de años lidera un original movimiento que combina el pop coreano o K-pop con las corrientes y la lengua de la cultura andina de su natal Perú: el quechua pop o Q-pop.
Lo que crea está ganando admiradores, especialmente entre jóvenes que lo siguen y admiran en redes sociales como YouTube, Tiktok, Facebook e Instagram.
BBC Mundo habló con él en el contexto del HAY Festival de Arequipa, que se celebra en esa ciudad peruana entre el 9 y 12 de noviembre.
Cuando hablamos de definiciones, tú dices que el español es un idioma embaucador, mientras que el quechua es blanco y negro.
Yo estudié psicología y una de las cosas más claras que me quedaron de todos esos años es que básicamente el idioma que hablamos diseña o programa la forma en la que pensamos.
O sea, el español que hemos aprendido -no solo en la casa, sino también en el colegio- hace que tengas una forma de pensar muy determinada.
Pero en mi caso, a la vez que iba aprendiendo el español, iba aprendiendo quechua, porque mi mamá habla ambos idiomas.
Entonces tengo muy claro cuáles son las diferencias.
Y se nota que el español tiene palabras precisas para describir lo ambiguo, para expresar el doble sentido en una frase o una palabra. De hecho, hay una palabra para describir esa doble faz: hipocresía.
Eso en el quechua no existe. No hay esa ambivalencia, ni agua tibia. Las cosas significan lo que estás diciendo, no hay doble sentidos. Es pensamiento concreto.
Por eso en el quechua hablamos de emociones y hacemos relaciones directas con la naturaleza.
Esa es la forma de enfatizar el sentido de las palabras. Entonces para referirnos al amor hablamos del fuego, si queremos hablar de limpieza mencionamos el agua. Es un lenguaje que te abraza, te acoge.
En cambio, con el español puedes engañar con las palabras. Por eso digo que es embaucador, mientras que el quechua es directo, sin hipocresías.
Por eso creo que no nos entendemos en el Perú, porque los líderes no entienden que en el Cusco, que en Ayacucho, el mundo se ve de otra manera más directa. No tan doble faz.
Eso de que el quechua lo acoge a uno, ya lo habías dicho de otra manera: “El quechua es un idioma que abraza al artista”...
El quechua es una lengua tan profunda que con una sola palabra puedes decir muchas cosas.
Yo siento que es parte de mi ADN, que está codificado dentro de mí, y me permite tener el norte muy claro, hacia dónde debo ir.
Y eso se debe a mi relación con mi madre, que también es artista y canta en español y en quechua.
Hablas de tu madre, Yolanda Pinares, que como dices es cantante de música andina y canta en quechua. ¿Pero en qué momento te diferencias de esa música y comienzas a hacer lo tuyo?
Yo me considero la continuación de mi madre.
Ella me tuvo cuando tenía 17 años, y además nací prematuro, así que tenemos una conexión muy fuerte.
Hay una historia llena de cosas hermosas y otras no tanto. Y en ese sentido hemos crecido juntos, no solo a nivel humano, sino también como artistas.
Yo le he diseñado parte de la ropa que usa, le he compuesto un par de canciones, he dirigido algunos de sus videoclips.
Y bueno, toda esa influencia de la música andina viene directamente de ella y de su empeño por dar a conocer las raíces de nuestra cultura. Algo que no le ha sido fácil.
Entonces, en medio de esa insistencia en la cultura andina en un país que no tiene industria discográfica, y mucho menos para este tipo de música, me he dado cuenta de que más que romper con su influencia lo que he hecho es continuar, a mi manera, con esa lucha.
Lo que hago es en el fondo lo mismo: promocionar la música andina pero en el mundo digital, con mi estilo, como ella lo intentó al usar atuendos tradicionales con un toque de atrevimiento –como ponerles escote- o al incluir sintetizadores.
Y proyectar nuestra cultura pero con unos ojos en el mundo actual.
Dices que el quechua no solo es una lengua, que incluso la lonchera que llevabas al colegio era quechua, ¿qué quisiste decir con eso?
Quise decir que hablar quechua no solo es algo que tiene que ver con la forma en que me comunico.
Tú no hablas en quechua, tú vives en quechua, piensas en quechua.
Y las políticas gubernamentales en el Perú han reducido este concepto a que solo se trata de aprender un idioma. Reducen una cultura entera a un idioma.
Eso puede funcionarle a los políticos para establecer sus políticas sobre cultura y educación, pero esa mirada ha sido la principal fuente de discriminación.
Yo no sentí que era diferente hasta que entré en la secundaria en Lima y mis compañeros me discriminaban porque hablaba el quechua, porque mi lonchera tenía comida andina que hacíamos en casa.
No hemos sido educados para darnos cuenta de que el quechua no solo es un idioma de los pueblos originarios, como muchos lo llaman, sino que vivimos en el mismo territorio con nuestra cultura.
Y fue en esos momentos difíciles, de sentirme solo y sufrir porque no pertenecía a nada, donde me encuentro con el K-pop.
Eso te quería preguntar, ¿cómo te encuentras con el K-pop y lo mezclas con el quechua?
La violencia que yo vivía en el colegio era grande. Muchas burlas, presión grupal por la forma en que hablaba, por la forma que caminaba. Incluso llegó a la agresión física.
Buscando lugares dentro del colegio donde evitar que me agredieran, me encontré con un grupo de compañeras encantadas con el K-pop.
Yo ya había escuchado algo, pero esa vez me llamó la atención cómo este grupo de compañeras se reunía alrededor de la música.
También me impresionó que Corea, un país al otro lado del mundo, tuviera una industria discográfica de esa naturaleza, que podía producir, y producir este tipo de bandas.
Entonces, lo primero que pensé es de qué manera puedo trasladar todo este fenómeno de los grupos, la relación con sus fans y la producción musical al entorno andino, a la música que hacía mi mamá o decenas de grupos en el interior del país que yo conocía.
Pensé cómo pensaría mi madre y me dije que la mejor manera era fusionar la idea general del K-pop con la música andina: no solo la lengua, sino la forma de vestirnos, la forma de bailar, etcétera.
Una de las cosas que vi es que los grupos de K-pop habían conquistado mercados muy grandes como el de EE.UU. y el de Europa -además de lo que estamos viendo en América Latina-, y el idioma no había sido un limitante.
Que el problema no era cantar en quechua o que eso no era un impedimento para hacer nuestra propia versión.
Ha sido una hermosa manera de ampliar los espacios de la música andina, porque estoy seguro que si yo hiciera música andina, me criticarían por llevar los atuendos que llevo o por las coreografías que realizo.
Entonces llamarlo Q-pop me permite más libertad, más expresión, más espacios para validar que somos andinos, que hablamos quechua.
Y cómo lo defines?
El Q-pop es un espacio para decir quiénes somos y qué hacemos, para dejar de ser objeto de discriminación. Es una forma de abrir la idea que tiene la gente sobre las personas andinas.
Podría decir que es un género musical, pero yo lo veo más como una plataforma que me permite abrazar mi andinidad, sin ser ajeno al mundo moderno.
Una plataforma que busca inspirar a otras personas a hacer lo mismo. Una plataforma para vivir con total pasión y libertad. Y abrazar las raíces de cada uno alrededor del mundo.
En una de tus canciones dices “Takiyni, takiyni, takiyni, Rimaymushayki, ¡Qellqarimullay!, Tukuy, kallapaywan, Hamuyrishani”, y me llama la atención la sonoridad. Ayúdanos con la traducción…
Dice “Cantando, cantando es como te estoy hablando”...
Es una canción que surgió después de que varios temas se dieran a conocer en el Perú.
Y viene de que al principio los medios me veían como una caricatura, un tipo que bailaba y se vestía raro, pero que después de insistir, pues realmente me convertí en algo mucho más serio que no se podían tomar como un chiste.
Por eso digo “Cantando es como te hablo”. Esta es la forma que hemos elegido para hablarte del mundo andino, con música moderna, con coreografías.
Va a parecer K-pop, pero va a ser otra cosa.
Se nota la influencia del K-pop en tu mensaje, pero ¿qué le aportas tú para convertirlo en Q-pop?
Yo siento que es el respeto. Porque una cosa es bailar con precisión, con movimientos sincronizados, casi perfectos, pero en ese mismo baile la gente tiene que ver de dónde vengo.
Y eso para mí es muy profundo y místico, es algo que respeto profundamente, por lo que le aporto mi parte más espiritual.
Eso tiene que ver con las reverencias al Sol –que está en varias de mis coreografías- o el pago a la Tierra.
También hay referencias al agua.
Entonces, hay un aporte desde la naturaleza, que es la forma en que el quechua se conecta con el hombre y su espíritu.
Por Alejandro Millán Valencia
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