El enorme desafío de desconcentrar el conurbano
En 1869, en los pequeños poblados que rodeaban a la ciudad de Buenos Aires, que con los años conformarían el conurbano, vivían 45.281 personas. Ciento cincuenta años después, ese conglomerado urbano distribuido en 24 distritos concentra a más de 12 millones de habitantes tras un crecimiento explosivo, caótico y sin planificación. Esa porción de la Argentina, que ocupa menos del 1% de su territorio, alberga a los sectores más ricos del país y también a los más castigados por la pobreza, la desnutrición, la violencia y el hambre. Y en algunos de sus rincones, todavía resisten los vestigios de un país pujante, que la mutación económica y social fue transformando en un rostro ajado por la decadencia y la resignación.
Uno de los mayores desafíos que debe encarar la Argentina en los próximos años es alcanzar un gran acuerdo nacional para atacar de raíz los problemas que castigan al Gran Buenos Aires. La mayoría de los sectores políticos comparte el diagnóstico: es un problema de escala nacional y tiene que abordarse desde esa perspectiva. También coinciden en que la solución no puede quedar solo en manos de Buenos Aires y que cualquiera sea la estrategia que se adopte debe comprender el interés de las provincias. La anomalía es de tal magnitud que pone en riesgo el equilibrio del poder en el país. "Es un problema federal que debe ser abordado con recursos nacionales", opina Daniel Arroyo, uno de los máximos expertos en política social.
Fraguado por el proceso de industrialización y sustitución de importaciones, el conurbano se consolidó en los años cuarenta del siglo pasado y fue un polo de atracción para las migraciones internas y de países vecinos. Era el tiempo de la esperanza y la movilidad social. Treinta años después ese proceso ingresó en la fase de agotamiento y deterioro de las condiciones sociales y económicas, y de urbanización descontrolada, proceso que se aceleró en los noventa hasta alcanzar el actual perfil.
Uno de los mayores desafíos que debe encarar la Argentina en los próximos años es alcanzar un gran acuerdo nacional para atacar de raíz los problemas que castigan al Gran Buenos Aires
La descripción por cinturones -más cerca de la Capital Federal, mejores condiciones económicas- ha sido superada por el desarrollo de determinadas zonas y la pauperización de otras. Hoy el GBA está partido, con un norte rico, con servicios e infraestructura altamente desarrollados, y un sur cada vez más desenganchado de esos estándares, que alguna vez lo acercaron a los de la pujante ciudad de Buenos Aires. Es allí, en los distritos del sur y del suroeste, donde se concentra, en mayor medida, la problemática del conurbano empobrecido. Esa mutación socioeconómica fue acompañada, también, por el comportamiento del voto.
Son las urgencias políticas las que rescatan cuestiones olvidadas. Fue lo que hizo Eduardo Duhalde al exigir, para ser candidato a gobernador de Buenos Aires en 1991, un blindaje para afrontar los problemas del principal conglomerado urbano de la provincia. Así consiguió el Fondo del Conurbano, una caja de 600 millones de pesos/dólares para obras. Se volcaron cientos de millones en recursos que contribuyeron a cimentar el poder político de Duhalde con base en el populoso conurbano. Por las luchas internas en el peronismo se congelaron esos fondos en 1996, y la crisis de 2001, las devaluaciones y la inflación lo terminaron de licuar. No fue un plan de desarrollo integral, sino fondos entregados a los barones del conurbano, que les sirvieron para galvanizar su poder omnímodo a fuerza de obras de baja intensidad que no mejoraron la vida de los habitantes.
Cada tanto se menea un término cuando se habla de la crisis del Gran Buenos Aires: "Plan Marshall", el enorme proyecto de reconstrucción europea de la posguerra. Nadie en la Argentina tiene un número de lo que le costaría al país abordar estructuralmente el desafío de resolver el problema del cordón oxidado del Gran Buenos Aires. Muchos intendentes, e incluso gobernadores, como María Eugenia Vidal, volcaron millones de pesos en obras de saneamiento en el área, pero acaban siendo una gota en el mar al no formar parte de un plan integral de inversión de largo plazo, con abundantes y constantes flujos de recursos.
Con políticas públicas y un plan de inversión de largo plazo, la Argentina tiene que ir hacia un equilibrio territorial, que desconcentre el conurbano
Fabio Quetglas, diputado de la UCR y uno de los mayores expertos en desarrollo territorial, considera que el problema del área metropolitana recién podría empezar a resolverse si el noroeste, el noreste y la Patagonia crecen al doble de lo que crece el país. Esto provocaría un freno a las migraciones, razón que explica dos tercios del crecimiento del área metropolitana. Arroyo coincide con esa idea.
Con políticas públicas y un plan de inversión de largo plazo, la Argentina tiene que ir hacia un equilibrio territorial, que desconcentre el conurbano. Un dato resume la urgencia: la región interior de la ruta 6 en la provincia de Buenos Aires -el gran anillo que une La Plata con Zárate- tiene 15 millones de habitantes y concentra el 50% del PBI del país.
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