El duro testimonio de una ucraniana exiliada en la Argentina: “Lo que hacen los rusos es criminal”
Aterrizó en Ezeiza el 6 de marzo, después de atravesar cuatro países; vivía en Kherson, una de las ciudades más castigadas por la invasión rusa
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Katherina Gorokhova tenía referencias de Argentina desde hacía tiempo. Quería visitar el país para aprender español, pero la invasión lanzada por Vladimir Putin contra su país, Ucrania, lo trastocó todo.
“Abandoné Ucrania el 24 de febrero, cuando comenzó la guerra. Tenía pensado venir a la Argentina a estudiar el idioma antes, pero la guerra cambió los planes. Dejé todas mis pertenencias y huí”, le contó al diario La Voz.
Gorokhova, de 43 años, divorciada, trabajaba como diseñadora de interiores freelance en Kherson, ciudad portuaria al sur de Ucrania, sobre el mar Negro, que se convirtió rápidamente en blanco de los ataques rusos.
En la Argentina la recibió el 6 de marzo Jorge Culjak, un amigo que le ofreció instalarse en Argentina desde el primer momento del conflicto y la asistió en los primeros trámites.
Pero llegar a Ezeiza no fue fácil. Atravesó cuatro países en 11 días. La mujer recuerda con exactitud las palabras que le dijo una amiga de Mikolaiv, una ciudad a una hora de distancia. “Estalló la guerra, hay que irse”.
Sin tiempo para comunicarse con su hermano o su madre, tomó un bolso con ropa y el pasaporte. El tren estaba inhabilitado y los bombardeos ya se escuchaban.
“Tomé el auto y empecé a manejar”, le dijo a La Voz. Manejó hasta Mikolaiv, donde vivía la amiga que la había alertado. En ese lugar habló con Caljuk y definió que viajaría a la Argentina. El desafío era llegar hasta Frankfurt, Alemania, para tomar un avión.
“Cuando intenté salir de Mikolaiv, el puente había sido destruido. Veía caer los misiles y el ruido de las bombas todo el tiempo”, señaló.
Había pensado en ingresar a una zona separatista dentro de Moldavia, pero finalmente desistió. “Estaba muy vulnerable porque tenía mucho miedo de viajar sola en la noche. Sabía que los mismos soldados ucranianos podían matarme por violar el estado de sitio, pero al final fueron amigables”.
Gorokhova buscó otro paso fronterizo, pero debió abandonar su auto y continuó a pie 20 kilómetros hasta llegar a Moldavia. En un centro cristiano, le dieron albergue, vestimenta y artículos de higiene. Lo mismo le ocurrió dos días después en Rumania.
A lo largo de su relato al medio cordobés, Gorokhova contó que la escarapela de su país que llevaba en el brazo izquierdo fue el mejor pasaporte que tuvo. “Todo el mundo me abrazaba y me ayudaba”, afirmó. Después de Rumania, pudo llegar a Alemania.
“Los ucranianos somos gente de paz. Ucrania nunca tuvo intención de entrar en guerra con nadie. Es gente amistosa como es la de Argentina; gente buena”, manifestó.
Junto a su amigo de Córdoba, iniciarán el jueves los trámites para obtener la residencia humanitaria en el área de Atención Integral de las Mujeres Migrantes del Ministerio de la Mujer de la Provincia, y en la delegación local de la Dirección Nacional de Migraciones.
En Córdoba
Instalada en Córdoba desde hace siete días, analiza con mucho dolor lo que sucede en Ucrania. “Toda mi gente y mi país están sufriendo. En estos momentos lo que hacen los rusos es criminal, matando a civiles”, señaló.
Gorokhova se comunica en inglés, pero también domina el ruso, además de su lengua nativa. No puede evitar analizar que hubo antecedentes del accionar de Rusia que nadie miró. Menciona los ataques en Aleppo, en Siria, y en Grozni, en Georgia. “¿Quién va a ser el próximo?”
“Se suponía que podía pasar [una guerra], pero nadie esperaba un ataque tan terrible. Empezó el bombardeo, gente muriendo, y de repente ¡bum! Explotaban las bombas en la ciudad, todo el mundo se asustaba, perdía su casa y los contactos con la familia”, recordó.
Y también habla del impacto en su comunidad. “Kherson fue la primera ciudad que bombardearon. No hubo corredor humanitario. Nos quedamos sin agua, sin comida, sin electricidad, sin servicios médicos. El único corredor ofrecido fue en la ciudad de Mariúpol” . Fue en esa ciudad donde la imagen de una maternidad atacada recorrió el mundo.
Gorokhova dijo que nunca vivió momentos tan desesperantes como los que les tocó afrontar en los últimos días, con excepción de la muerte e su padre. Piensa por momentos en las cosas que dejó en su departamento. Le gustaría volver a vivir ahí, pero no tiene dinero. “El banco congeló todas las cuentas”, lamentó.
Mientras piensa cómo seguir, no le escapa a los momentos de reflexión. “Me quiero encontrar a mí misma. Quiero estar en un lugar que sea amigable y seguro. Aprendí que toda mi vida puede caber en una pequeña valija”.
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