El drama del exilio contado a través de la mirada de los chicos
El reconocido fotoperiodista Reza Deghati les enseña a los jóvenes refugiados las técnicas para retratar sus propias historias
Cuando Maya Rostam le pidió a su madre si podía hacer un nuevo curso de fotografía en el campo de refugiados Kawergosk, donde vivían, recibió un no rotundo. "Tenés que ir a la escuela y hacer otras cosas", le dijo la mujer.
Con el tiempo, Rostam logró convencer a su madre y se unió al proyecto Exile voices (Voces del exilio, en castellano), que encabezaba el reconocido fotoperiodista franco-iraní Reza Deghati. Con 12 años, Rostam era una de las participantes más jóvenes.
El aula donde se dicta el taller es un remolque en las afueras del campo de Erbil, capital del Kurdistán iraquí. Allí, viven más de 10.000 refugiados sirios. Entre ellos, 2000 chicos en edad escolar. A pesar de que la mayoría llegó en 2013, aún reside en refugios temporales: un mar de lonas azul y blanco que cubre 400 metros cuadrados.
"La mayoría de estas personas perdió en un día todo lo que tenía", reflexiona Reza.
El suelo de la casa de Rostam es de hormigón. Las paredes son improvisadas láminas de plástico, que en algunas partes están reforzadas con madera. Afuera, se escucha cómo juegan los chicos, en medio de calles de barro.
Periodistas y fotógrafos extranjeros son otros de los habitantes de este campo. "Hasta ahora la historia es casi siempre contada por nosotros, [por] un extranjero", dice Reza. Y agrega: "Me gustaría que lo la cuenten aquellos que vivieron la historia".
El fotógrafo tiene un objetivo claro: formar a estos jóvenes para que puedan contar sus propias vidas como sólo ellos pueden hacerlo. Con esa misión, en 2013, empezó con el proyecto en Kawergosk, donde donó cámaras a 20 estudiantes.
Desde entonces, los jóvenes fotógrafos apuntan sus objetivos hacia sus rutinas diarias. Las imágenes son claras: chicos que se bañan en un tacho, otros que corren entre las hileras de tiendas de campaña, y estudiantes que leen a la luz de pequeñas linternas.
Cuando Rostam empezó el curso, decidió que su primera foto sería la de sus zapatillas, que tenían un significado especial: eran las que llevaba puestas cuando, junto con su familia, salió de Siria con destino a Irak para escapar de la guerra.
En la imagen, tomada por la mañana temprano, las zapatillas están cubiertas de escarcha después de una noche helada de caminata.
La inspiración para el proyecto surgió mucho antes de que la guerra siria empezara. En 1983, el fotoperiodista estaba en Pakistán, para cubrir la llegada de miles de refugiados.
En las décadas que siguieron, Reza desarrolló programas similares en todo el mundo- en Sudán y Sudáfrica, por ejemplo- y, ahora, en Irak.
Su organización sin fines de lucro se llama Reza Visual Academy. Hasta ahora, él se encargó de financiarla. Por eso, dice que lo más difícil es encontrar el apoyo para poder continuar.
Hacia París
En 2012, un estudiante que se había formado en su escuela de fotografía de Kabul, Massoud Hossaini, se convirtió en el primer afgano con posibilidades de ganar un premio Pulitzer. Él es un modelo a seguir para muchos de los estudiantes aquí. Lo es para Nalin Bashar, de 12 años. "Siempre me gustó sacar fotos. Mi sueño es ser una gran fotoperiodista", dice.
Bashar mira con detenimiento sus fotos, junto a Mohammad Qaddri, otro refugiado sirio y ex profesor de inglés, que trabaja con los estudiantes cuando Reza se ausenta. Ella le muestra las fotos que les sacó a sus amigos y otras que retratan un picnic familiar. "Ésta es una buena foto," dice Qaddri y le hace algunas correcciones sobre la posición de la luz.
Algunas de las imágenes de los estudiantes llegaron hasta París. Entre julio y octubre del año pasado fueron presentadas en las orillas del Sena, frente al Museo de Orsay, como parte de la exposición Rêve d'humanité (Sueño de humanidad). Fue organizada para destacar la labor del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y patrocinada por el HIPA Photography Foundation.
Rostam está viviendo ahora en Europa. El año pasado, ella y su padre viajaron hacia Alemania, junto con decenas de miles de refugiados sirios. Su madre, Jamila Mohammed Amin, todavía está en Kawergosk.
Rostam cuenta que no llevó su cámara porque viajó con contrabandistas y temía que se la robaran por el camino. Amin y sus otros cuatro hijos esperan para unirse pronto al resto de la familia.
"La cámara le abrió los ojos al mundo . Estaba deseando aprender cosas nuevas", relata la madre.
Las clases de fotografía ofrecen a los chicos otras oportunidades. Eso lo sabe Reza: "Están teniendo ahora las mejores notas en la escuela y muchos también se inscribieron para aprender inglés en el campamento", se esperanza.
Reza anhela que sus estudiantes de diferentes países, orígenes y experiencias, con el tiempo, formen su propia red internacional o agencia de fotografía.
En el último año puso en marcha dos programas más en campos de refugiados: uno de ellos en el norte de Irak. Además, cuenta que le gustaría ampliar el proyecto a los campos de refugiados sirios en Turquía, el Líbano y Jordania.
"A través de este proyecto repartimos sonrisas. Así, los chicos no se sienten más como refugiados", concluye Reza.
Rebecca Collard
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