El día que enjuiciaron a Rosas
Luego de ser vencido por Justo José de Urquiza en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, Juan Manuel de Rosas partió a Inglaterra exiliado. Mientras tanto, la Confederación Argentina trataba de rearmarse luego de más de treinta años de luchas fraticidas que aún estaban lejos de resolverse.
Lo urgente era la unión del país y la sanción de una Constitución. Pero había un asunto que para muchos estaba pendiente: qué hacer con Rosas. Urquiza apelaba a la política de “ni vencedores ni vencidos” como forma de pacificar, pero un grupo de personas consideraba que debía abrirse un juicio contra el ex gobernador de Buenos Aires para así cerrar definitivamente las heridas.
En las semanas posteriores a Caseros, el doctor Vicente López y Planes, gobernador provisional de la Provincia de Buenos Aires, había decretado la confiscación de los bienes de Rosas para “resarcir al Estado de las malversaciones”. Pero Urquiza, recién ungido director de la Confederación, anuló el decreto de López.
El 27 de diciembre de 1853, el presidente de la Cámara de Justicia de Buenos Aires, Valentín Alsina, envió una carta al Ministro de Gobierno Irineo Portela, para solicitar que las autoridades encargadas de dictar las leyes resolvieran sobre la situación en que se encontraba “el tirano prófugo” ante las muchas acusaciones fiscales y particulares que pesaban sobre él.
En julio de 1857, se convirtió en ley un proyecto por el cual se calificaba a Juan Manuel de Rosas como “Reo de Lesa Humanidad por la tiranía que ejerció”, y se reconoció a las viudas e hijos de víctimas del Régimen el derecho a “reclamar subsistencia de los bienes del dictador”.
El juicio contra Rosas fue encabezado por el juez Sixto Villegas y el fiscal Emilio Agrelo. Las acusaciones fueron varias: asesinatos individuales y en masa, los degüellos en 1840 y 1842 cometidos en las calles de Buenos Aires, la ejecución de prisioneros de guerra aún los capitulados y, por último, las confiscaciones y robos “de que fueron objetos las propiedades de aquellos que Rosas llamaba Salvajes Unitarios”.
Luego de un extenso proceso judicial, el 17 de abril de 1861, el juez Villegas condenó a Juan Manuel de Rosas a la pena de muerte y a la restitución de lo robado al fisco. El fallo fue confirmado por la Cámara de Apelaciones y el Tribunal Superior.
Muchos de los antiguos aliados de Rosas fueron sus más crueles detractores. Pero es interesante destacar que muchos de sus opositores han criticado fervientemente este juicio.
Juan Bautista Alberdi, acérrimo antagonista de Juan Manuel de Rosas, en carta al entonces presidente Urquiza, dejó su opinión respecto al juicio que se llevaba a cabo: “En cuanto al General Rosas (…) Él ya fue juzgado y castigado el 3 de febrero de 1852. Cuando dos partidos salen al campo con espadas en mano, se entiende que se someten al juicio de Dios de los pueblos, que son las batallas. El que cae vencido es el condenado. Su derrota es su sentencia. Pero que el pueblo mismo, que lo ha sostenido veinte años y defendido seis horas en campo de batalla sea el que lo condene a muerte (…) me ha parecido cosa tan ridícula que la Nación no debía aceptar bajo su responsabilidad”.
Rosas nunca cumplió su condena. Murió en Inglaterra el 14 de marzo de 1877, unos días antes de cumplir 85 años.
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