El día en que 20.000 nazis cantaron el himno nacional argentino en el Luna Park
En marzo de 1938, Adolf Hitler desplegaba todas las aristas de su diplomacia expansionista en Austria y forzaba, primero en lo político y luego en lo militar a su patria natal, para anexarla a la Alemania nazi. Esas acciones fueron puestas a criterio de los pueblos austríaco y alemán con un plebiscito que se llevó a cabo casi un mes después, el 10 de abril de 1938, y que arrojó como resultado un apabullante 99.73% a favor del “sí”.
Mientras Gran Bretaña y Francia se negaron a intervenir en favor de la autonomía austriaca, Hitler ordenó el envío de barcos a todos los países que albergaban a ciudadanos alemanes y austríacos para que estos pudieran emitir su voto en aguas internacionales, fuera de la jurisdicción territorial de cada país.
En casi todos los países se hizo así. No en la Argentina, en donde el gobierno del flamante Roberto Marcelino Ortiz permitió que la votación se llevara a cabo en escuelas, clubes y otras instituciones alemanas asentadas en el país.
Como si eso fuera poco, la Asociación Austro-Germana celebró la Anschluss con un gran acto que se llevó a cabo el mismo día del referéndum en el Luna Park, y que pasó a la historia como el acto nazi más grande que haya tenido lugar fuera de Alemania. Ese día, cerca de 20.000 nazis se congregaron en el mítico estadio de Corrientes y Bouchard.
“Los primeros en rodear el Luna Park fueron los miembros del nutrido contingente de fuerzas de seguridad. Sobre Bouchard, Corrientes, Lavalle y Madero se estacionaron varios piquetes de la policía montada y agentes de infantería. En un camión, en un tercer cordón, aguardaban más oficiales con gases lacrimógenos. Ningún auto podía acercarse a la zona. Dentro del estadio habría una guardia de policías uniformados y otra de civil, que debía confundirse con el público. Como nunca antes, el Luna Park y sus alrededores estaban totalmente blindados”, recabaron sobre el episodio los periodistas Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en su libro Luna Park: El estadio del pueblo, el ring del poder.
“Cuarenta y cuatro abanderados vestidos con camisas pardas y brazaletes con la cruz esvástica se ubicaron en el gran escenario. Detrás, en letras góticas, colgaba una bandera con la leyenda ‘Heil Fuhrer’ y otra, con el famoso eslogan hitleriano: ‘Un pueblo, una nación, un conductor’. En ambos extremos del escenario flameaban la bandera argentina y la alemana, que llevaba en el centro una gran cruz esvástica. -Heil Hitler!- bramaba la multitud, mientras el estadio terminaba de llenarse”, recrea la publicación.
Se hicieron presentes las principales autoridades alemanas en el país y algunas figuras de la política local, como el gobernador de Buenos Aires, Manuel Fresco. El acto empezó a las diez y media en punto, cuando tomó la palabra el encargado de negocios de Alemania Otto Meynen, quien comparó a la anexión de Austria con la Revolución de Mayo. Según la investigación, no faltaron las muestras de respeto hacia la Argentina: todos los presentes se pusieron de pie y entonaron el himno nacional con el brazo extendido, haciendo el saludo nazi.
Marchas en contra, agresiones y dos muertos
En tanto, la Federación Universitaria Argentina había hecho un pedido al Ministerio del Interior para organizar una acto patriótico en la Plaza San Martín a modo de protesta, pero este fue negado bajo el alegato de que no había suficientes policías para procurar la seguridad de todos.
Los estudiantes se movilizaron igual, junto a militantes socialistas y radicales. Se reunieron en la plaza unos 5000 manifestantes. También llegaron 200 efectivos de la policía montada y del cuerpo de infantería. Los manifestantes intentaron tomar posesión del Monumento del Libertador, y todo terminó en una brutal trifulca que dejó decenas de heridos.
Los conflictos no terminaron ahí. Los manifestantes marcharon hacia la zona de Corrientes y apedrearon todo comercio alemán que se cruzaban a su paso -muchos de los cuales se identificaban con una esvástica colgada al lado de una bandera alemana- y atacaron a cualquiera que, para su criterio, pudiera ser nazi.
Los focos de disturbios se extendieron por todo el centro porteño, junto con la consecuente represión de las fuerzas de seguridad. Paradójicamente, las dos víctimas fatales que hubo ese día eran completamente ajenas a cualquier cuestión política. Una de ellas fue Toribio Santos, un español de 40 años que fue pisoteado por un caballo de la policía montada en Libertad y Paraguay, cerca del Instituto Cultural Argentino-Germano. El otro fue Juan Camino, un argentino de 73 años que cayó sobre el asfalto mientras escapaba de los disturbios en Plaza San Martín.
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