El templo tibetano Chagdud Gonpa Sengue Dzong, está a 28 km de las sierras de Minas; una cronista de LA NACION participó de un retiro
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“Sticky, sticky”, decía la lama Tsering Everest al enseñar cómo la mente no iluminada se aferra (de manera pegajosa, en inglés sticky) a valoraciones o expectativas de una realidad impermanente mostrando con sus dedos cuando se adhieren a la miel. Sentada desde un trono frente al altar del templo budista Chagdud Gonpa Sengue Dzong, a 28 km de las sierras de Minas, en Uruguay, ilustraba cómo la mente suele apegarse a la realidad efímera. A su lado, sobre un cojín de meditación, una practicante tomaba notas en un cuaderno que apoyaba sobre una mesa baja, con el objetivo de traducir las enseñanzas del inglés al español.
En ambos laterales, por delante del trono, había tres filas de mesas bajas, alargadas y de color rojo intenso que sirven para apoyar los cuadernos u otros objetos de la enseñanza o la meditación. Detrás de ellos había cojines dispersos para los practicantes, sin discriminar en ubicación a los más antiguos de los principiantes que por primera vez iban a escuchar el Dharma (las enseñanzas de Buda). Afuera del templo solo se escuchaba el viento, que sonaba como silbido entre los pastizales y matorrales que cubren las colinas serranas.
Un ascenso serpenteante por un sendero escarpado y salvaje lleva a los visitantes a 400 metros sobre el nivel del mar, donde se encuentra el Centro Budista Chagdud Gonpa Sengue Dzong. Se trata de un santuario, compuesto por un templo y casas de retiro de estilo tibetano y butanés oriental. Es el único templo budista tibetano de habla hispana en el mundo. Tan imponente y atemporal que podría transportar a quienes lo visitan a un lugar remoto. Un cartel que indica la ruta 81 que señala la entrada al pequeño poblado de Aguas Blancas donde se ubica el santuario ubica al visitante en tiempo y espacio.
Esa mañana, los valles despertaron envueltos de un manto de nubes blancas que parecían algodones suspendidos en el aire. El viaje invitaba a la contemplación que iba a continuar durante dos días consecutivos en modalidad de retiro. Esta cronista participó del retiro junto a un grupo de practicantes de diferentes orígenes.
El templo se alza sobre un vasto campo serrano de 600 hectáreas. Consta de seis niveles. En el primero se ubican los servicios, en el segundo la cocina y los dormitorios de los asistentes y en el tercer nivel se ubica el salón principal y dos pequeñas cocinas donde se elaboran el Sok y las Tormas, alimentos utilizados como ofrendas en las prácticas. El instructor y maestro que habita el lugar, Pema Gompa, explica que los cuartos estaban pensados en un principio para los Goland, practicantes que deciden hacer un retiro de tres años, tres meses y tres semanas sin ver ni dejarse ver por nadie.
El templo Chagdud Gonpa es uno de los 120 centros en todo el mundo y fue construido en 1998 con el propósito de enseñar el Budismo Tibetano Vajrayana, en particular el linaje Ñingmapa. Su fundador fue el lama S.E. Chagdud Tulku Rinpoché, un maestro espiritual de alto grado, quien, al llegar a estas tierras invitado por Pema Gompo, expresó: “Este es el lugar. Aquí, desde hace mucho tiempo, los seres me estaban esperando”.
El templo Sengue Dzong o la Fortaleza del León, según su significado tibetano, fue completado en el año 2009. Cada forma, color y ornamentos aplicados no son aleatorios, sino que, al igual que en todo edificio budista, tienen significado sagrado a través de la arquitectura del templo. Los cinco elementos tierra, agua, fuego, aire, espacio o éter están representados en los colores exteriores de las columnas, rojos, naranjas, amarillos y azules que ofrecen a los observadores entrenados una simbología rica con representaciones de montañas, lagos y flores de loto emergiendo del agua, junto con dibujos de esferas que simbolizan las joyas de las enseñanzas del Buda: la figura del Despierto, el Buda; sus enseñanzas, el dharma; y su comunidad de practicantes, el Samgha. Según cuenta Pema Gompo, el exterior del templo ha sido pintado por artistas especializados de Nepal y Bután y desea que, en el futuro, continúen con las paredes interiores del templo.
El budismo, se originó en la India hace unos 2500 años por Siddhartha Gautama, también conocido como Buda, quien compartió su camino hacia la iluminación mientras meditaba bajo un árbol Bodhi. Luego las enseñanzas fueron transmitidas por diferentes ramas y tradiciones, entre las que se encuentran el Vajrayana, Theravada y Mahayana. El objetivo, según las enseñanzas, es alcanzar la completa iluminación de un buda o convertirse en un bodhisattva mediante el reconocimiento de la naturaleza búdica de cada ser y para el beneficio de todos los seres.
En Sengue Dzong, se imparten diversas enseñanzas, incluyendo la de la deidad Tara Roja y Protectores además de prácticas del budismo Vajrayana y enseñanzas e iniciaciones impartidas por lamas cualificados. En la tradición Vajrayana, especialmente en el linaje Ñingmapa o escuela Ñingma, según lo expresado por el maestro Pema Gompa, la práctica directa es la característica central como camino rápido para comprender la esencia de la naturaleza de la mente y así alcanzar la naturaleza búdica de cada ser.
Al ingresar al templo, se debe dejar los zapatos en la antesala. Adentro, los colores rojos de las paredes invaden el espacio y sirven de lienzo para las pinturas y esculturas de las deidades sagradas que allí están representadas. Detrás del trono del lama, en el altar se hallan tres esculturas de gran tamaño. La escultura del centro se trata de una representación de Buda Shakyamuni, datada desde el siglo VI antes de la era cristiana. A su izquierda, se encuentra Pambasanbaba, el maestro que llevó las enseñanzas budistas del Tíbet y enseñó el método vajrayana, considerado el más rápido para alcanzar la iluminación. A su derecha, se encuentra Bodigsaba, una escultura del Buda de la Compasión, representado con mil brazos.
El silencio que envuelve los segundos previos a la llegada del maestro espiritual transforma lo ordinario en sagrado. Antes de comenzar la primera enseñanza del retiro los presentes aguardan el ingreso del lama con respeto. Entre murmullos de los participantes novatos que contrastan con la calma de aquellos más antiguos. Algunos de ellos visten túnicas budistas de color bordó. La lama Tsering Everest tiene la misión en este retiro de enseñar cómo sanar la mente y las emociones en tiempos difíciles.
Sin pausa, la lama comenzó a enseñar y la mente con ideas preconcebidas rápidamente se vio confrontada con las enseñanzas impartidas. Cada receptor desde su experiencia personal escucha con suma atención sus palabras. Con tono sereno la lama dice: “Cada uno de nosotros ve el mundo subjetivamente a través de su propia mente. Si la mente percibe de manera errónea, su mundo estará distorsionado. El que cuestiona es el que percibe. Cada uno es su propio dictador.”
La idea misma de la impermanencia giraba una y otra vez sobre el significado de su concepto. Son como los latidos del corazón porque no regresan, ejemplifica. Con una mirada directa y compasiva, Tsering Everest pregunta a cada uno de los presentes: “¿Qué queremos prestar atención y qué no queremos prestar atención? La impermanencia es producto de la confusión de la mente. Todo es movimiento, dominado por la confusión, limitado por nuestro entendimiento.
Somos soñadores que no sabemos lo que estamos soñando. De aquí surge el concepto de compasión: “¿Cómo juzgar a alguien que tiene un mal sueño?”, preguntaba la lama mirando a los practicantes de forma pausada y dejando espacio para que la traductora pudiera hacer su parte. Y continuaba hablando como olas que empujaban y refrescaban las ideas adquiridas bajo la percepción subjetiva de cada individuo.
El recreo de los practicantes
Al llegar la hora de los recreos, almuerzo, merienda y cena, los presentes compartían historias sobre cómo habían llegado al templo. Entre ellos estaba Adrián, quien contó que es practicante desde 2013 y suele participar de los encuentros. Adrián, oriundo del departamento de Rocha, en Uruguay, llegó al templo luego de haber conocido el camino espiritual de los monjes budistas en un viaje que realizó al Tíbet.
Entre ellos, también se encontraba Carlos quien era su primera vez en el templo. En su caso expresaba que estaba buscando moldear algunos aspectos de su conducta. Cada uno de ellos, con sus historias y experiencias personales, parecían estar motivados por lo mismo: la búsqueda de enseñanzas que abrieran caminos de entendimiento. Tal vez a eso se refería la lama cuando hablaba del soñador que no sabe que está soñando. En este caso buscando despertar.
El primer día finalizó con una meditación a la deidad del buda Tara una figura representada como una deidad femenina de color rojo intenso, asociada con la actividad compasiva y la protección. En el segundo y último día del retiro, el lama ingresó, y las enseñanzas retomaron su hilo: “No hagas daño y entrena la mente. No podemos buscar la felicidad eterna en procesos impermanentes.
“No somos pasajeros en nuestra vida sino que somos los conductores. Si actúas con amor y compasión, tienes poder en tu ejemplo y eso es lo que cambia el mundo” expresaba sin parar las enseñanzas dispuesta a dar. Ubicado en su diagonal extrema, al lado de la puerta principal, la rueda de la oración no dejaba de dar vueltas. Se trata de un ornamento conformado por una bobina de papel que contiene un mantra escrito. Dice la simbología que lleva las bendiciones a través del viento.
Tanto el lama Tsering Everest como el instructor y maestro argentino Pema Gompo fueron discípulos del lama S.E. Chagdd Tulku Rinpoché. S.E. El maestro espiritual Rinpoche (1930-2002) pertenece a la última generación de profesores que fue íntegramente entrenada en el Tíbet, en la rica tradición de las enseñanzas y métodos Vajrayana. El énfasis principal en todo lo que enseñaba era la motivación pura, decía: “Si yo tuviese que dejar solamente un legado, sería el de la sabiduría de la motivación pura. Si yo tuviese que ser conocido por un único título, sería el ‘lama de la motivación”.
Hoy, su esposa, Chagdud Khadro, es la directora espiritual de los centros en América del Sur.
El protector
El camino de Pema Gompo como protector del templo no fue casual, fue una búsqueda del interés que tuvo desde niño por lo espiritual. Un día, según lo que él compartió con LA NACION, tuvo una visión de un campo. Pasaron los años y recorriendo las sierras uruguayas reconoció el paisaje como el de sus visiones y compró una parte de esas tierras. Su encuentro con el maestro Chagdd Tulku Rinpoché sucedió varios años después, en un retiro budista que se dictaba en Brasil.
Allí, contó Gompo, las enseñanzas que dictaba Riponche eran en tibetano y estaban traducidas al portugués. Dispuesto a cerrar los ojos y dormir durante las enseñanzas del lama, ya que no entendía ninguno de los dos idiomas, permaneció en el lugar sentado en su cojín hasta que comenzó a escuchar en un castellano claro y simple sin que el maestro lo hablara y sin un traductor que las reprodujera.
Este halo de sutileza fantástica es la que rodea la historia del único templo budista de habla hispana en el mundo. Desde el momento que Pema Gompo conoció al lama Riponche, se convirtió en uno de sus miles de discípulos en todo el mundo entre los que también se cuenta el Dalai Lama. Rinpoché enseña, entre otras cosas, que practicar el Dharma es domar la mente y, cuando se doma la mente, el ser humano es libre.