El desafío de las burbujas: el esquema puede variar cada semana y exige adaptaciones
La modalidad híbrida de clases, sumada al protocolo de aislamiento, está generando un verdadero reto organizacional para los colegios
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Una docente de secundaria intenta reproducir un video y asegurarse de que todos los alumnos prestan atención. Es una tarea algo más compleja de lo habitual. “¿Escuchan bien los de acá?”, pregunta. “Sí”, responden los chicos desde sus bancos. “¿Y los de online?”, insiste. “Sí”, dicen unas diez caritas que se mueven proyectadas en una enorme pantalla. Son los alumnos que siguen la clase remota desde sus casas.
La modalidad híbrida de clases, sumada a un protocolo que, reclaman los directivos, aísla excesivamente a los docentes desde sus casas, está generando un verdadero reto organizacional para los colegios. El “desafío burbuja” supone alternar entre varios esquemas de clase que van cambiando prácticamente todas las semanas. En una escuela y en el mismo día, tranquilamente conviven aulas de profesor presencial con alumno presencial, profesor presencial con alumno remoto, profesor remoto con alumno presencial y profesor remoto con alumno remoto.
“Hoy tenemos cuatro realidades diferentes”, explica Max Gulmanelli, director de secundaria del Pilgrims’ College San Isidro. “Por un lado están los grupos de alumnos presenciales con docente presencial: a ellos los dividimos en grupos de 15 y trabajan alternadamente a la mañana de forma presencial y a la tarde de modo virtual. Este orden cambia todas las semanas. Luego los profesores que están de dispensa –exceptuados de concurrir a trabajar por edad o factores de riesgo– y trabajan desde sus casas pueden elegir entre darles clases a los alumnos que están en sus casas o a los que están presenciales en la escuela, o incluso a los 30 alumnos juntos: los 15 desde casa y los 15 del aula”. Según explica, esta última opción tiene una complejidad enorme. “Pedagógicamente no nos parece que sea lo mejor, porque la organización del aula mediada por tecnología es diferente: no es lo mismo que charlar con los chicos que están ahí”, dice.
En esa secundaria, la tarea “digital” para los alumnos se les deja “posteada” de forma online y es asincrónica. En primaria, en cambio, se utilizó a la planta auxiliar docente para que el grado que estuviera remoto desde su casa tuviera una clase por Google Meet con un docente. “Es fascinante, pero también un desafío extraordinario”, define Gulmanelli.
Muchos colegios tuvieron que sumar personal para hacer frente a los cursos partidos y las distintas modalidades. Es el caso del St. Nicholas’ School, de Olivos, donde, pese a que la gran mayoría de los docentes asisten presencialmente, se contrataron tutores que ayudan en las aulas en las que el profesor está remoto. “Estamos frente a una realidad nueva y muy compleja de organizar y ensamblar”, explica Carolina Bengochea, directora del nivel secundario. “Como colegio hemos tenido que reforzar recursos tecnológicos y aún seguimos optimizándolos. Los alumnos extrañan a sus maestros y profesores, pero tienen un vínculo virtual muy bueno. Esperamos que pronto estas personas se puedan unir a la presencialidad”, dice.
En la Unidad Académica Dante Alighieri, que abarca del nivel inicial al terciario en Campana, hubo que desarmar direcciones, compartimentar el gimnasio y convertir laboratorios y bibliotecas en espacios para dar clases para lograr el objetivo de 100% de presencialidad. “A partir del lunes [por hoy] tenemos la alegría de tener presencialidad completa en todos los niveles. En el caso de que haya un profesor que por alguna problemática de salud no pueda asistir, dicta su clase en pantalla y tiene un asistente que ayuda en clase para gestionar la presencialidad”, explica Fredy Vota, director general. Él considera fundamental que se puedan aumentar las cuatro horas de clase permitidas hasta ahora. “Tenemos que seguir intentando que más chicos vayan a la escuela. Es el mejor lugar donde pueden estar. Es una falacia suponer que si no van a la escuela están seguros. Diría que es exactamente lo contrario”, explica.
Para Martín Zurita, representante de la Junta Nacional de Educación Privada (Junep), esta realidad es difícil de sostener por dos limitantes importantes. “El principio de que toda ausencia por aislamiento o dispensa se debe manejar con propios recursos humanos y financieros de las escuelas. Y la decisión tomada en la última versión del protocolo bonaerense en el sentido de que el docente es parte de la burbuja, lo que implica que si esta se aísla, también lo hace el docente. En la versión anterior no era así, lo que hubiera sido mucho menos disruptivo”, detalla.
A fines de febrero, la Asociación de Colegios Privados de la Provincia de Buenos Aires (Aiepba) se dirigió a la Subsecretaría de Educación en reclamo por el plan jurisdiccional de regreso a clases. Según afirman, su última actualización dispone que los maestros deben aislarse en caso de cualquier caso de sospecha de coronavirus dentro de una burbuja de alumnos. Esto, en una clase de secundaria por la que rotan distintos profesores de materias específicas, podría llegar a suponer que se aíslen todos los docentes que dieron clase a ese curso, aun cuando técnicamente no cuentan como contacto estrecho.
Por el protocolo provincial, los docentes deben mantener más distancia que los alumnos entre sí (2 metros versus 1,5) y deben usar una máscara de acetato por encima del barbijo. Según reclama la Aiepba, “esta cuestión no va en desmedro de los cuidados que hay que tener, sino en mantener las pautas de lo que hasta ahora se ha considerado contacto estrecho para no forzar a las escuelas al cierre de las actividades presenciales cuando la definición de ello no coincide con la de las autoridades sanitarias”.
Algo similar sucede en la ciudad de Buenos Aires, donde se aísla a cualquier docente que en las 48 horas previas haya estado en contacto con una burbuja en la que se registre un caso sospechoso de coronavirus. Esto supera el protocolo de manejo frente a casos sospechosos y confirmados de coronavirus del mismo gobierno porteño, que define como contacto estrecho a toda persona que haya estado en contacto de un contagiado sin protección o a una distancia menor de 1,5 metros con un caso confirmado mientras presentaba síntomas, algo que resulta difícil de imaginar con los actuales protocolos escolares. Consultados al respecto, desde el Ministerio de Educación porteño refirieron que se busca “extremar los cuidados todo lo que se pueda”.
“El problema se presenta sobre todo con los maestros de clases especiales: Drama, Arte, Computación, Educación Física, porque se ven con muchas burbujas diferentes. Si hay un profesor que cae, tenés que dar de baja montones de burbujas de alumnos a pesar de que le has puesto una protección especial de barbijo, máscara y más distancia. Eso complica la logística y es algo que nos preocupa bastante”, explica Teresa De Stefano, directora de Relaciones con la Comunidad del colegio Northlands, de Olivos y Nordelta. Allí, el colegio invirtió en pantallas led y cámaras web específicas para clases híbridas. “Es importante hacer el esfuerzo de que los alumnos estén en la escuela aun si es para ver a un maestro virtual para que los chicos vuelvan a tener rutinas y hábitos. También ayuda a las familias en la organización de sus horarios. Y por último diría que el aprendizaje entre pares es importantísimo”, explica.
Para Zurita, este ciclo lectivo, a diferencia del anterior, trabaja con subgrupos en aprendizaje paralelo, presenciales y remotos. Por ello es necesario madurar modelos pedagógicos que ayuden a ir satisfactoriamente por este camino dual.
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