"El demonio no interviene tanto como se cree"
El párroco de la iglesia de San José, en La Plata, sostiene que hay que distinguir los casos médicos de las posesiones
LAPLATA.- "Tendido en el suelo, el joven se sacudía como un incurable. El sacerdote levantó su crucifijo y en nombre de Dios le ordenó al espíritu impuro que dejara ese cuerpo."
Mucho tiempo atrás, Carlos Alberto Mancuso, que hoy tiene 65 años, comenzaba a leer pequeños libros de religión sin saber que sería el primer contacto con su vocación: el sacerdocio, y, dentro de él, la lucha contra el demonio como exorcista.
Fue a partir de una broma a un compañero de escuela, a quien le sacaron sus libros y le dejaron unos textos de religión. "Empecé a leer y me encontré con una fe cristiana que había dejado desde la primera comunión. Ahí me planteé el tema y decidí ser cura. Dios escribe derecho con renglones torcidos", comenta, en diálogo con La Nación .
Al cumplir 16 años, ingresó en el seminario menor de La Plata. Luego de estudiar filosofía y teología, Mancuso fue ordenado sacerdote. Su primer destino fue la Catedral de esta ciudad.
Cuando se acercó a la comunidad católica, descubrió un tema que marcaría su carrera: la posesión diabólica y los rituales de exorcismo.
En 1950, antes de ordenarse, presenció un supuesto caso de posesión. "En una iglesia de Los Hornos había una mujer que insultaba y que presentaba alteraciones", dice.
En un primer momento no le prestó mucha atención. Pero el sacerdote que atendía la parroquia luego le contó que la mujer gritaba, como si alguien dentro de ella tomara su voz: "Para qué hablas con el cura..., para qué hablas con el cura". El religioso le tiró agua bendita y los gritos cesaron.
Tras desempeñarse en las parroquias de Nuestra Señora de los Dolores, en Dolores, y Nuestra Señora de la Merced, en Chascomús, el padre Mancuso fue destinado a la de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en La Plata, y de ahí pasó a la de San José, en la intersección de las calles 6 y 65.
En 1984, de la mano de otro sacerdote, el padre Mancuso se inició en los rituales del exorcismo. Sus primeros casos fueron los que más le impresionaron.
Una tarde de invierno, un matrimonio invitó al párroco de San José para que rezara y viera a su joven hija, que hacía un mes que no comía.
Al otro día, el sacerdote atravesó un largo pasillo y se paró junto a la puerta de la habitación. La joven, una catequista, estaba recostada con los pies hacia la puerta. Al ver al cura, la muchacha comenzó a insultarlo y a salivarlo. Había vomitado un líquido espeso, que él pudo ver en un recipiente.
Una semana después comenzaron los preparativos para la ceremonia del exorcismo. La iglesia parroquial de San José fue el sitio elegido por seis religiosos para cumplir con los ritos de expulsión.
"Lo extraño del caso es que la chica no había reaccionado con los otros curas; sólo descargó su furia al verme -relata-. Recuerdo que me miraba con odio y se retorcía como si estuviera descompuesta.
"Antes de comenzar el exorcismo, le pregunté: ¿por qué estás aquí? " Porque me enviaron , contestó. Ella me fue consagrada a mí .
" ¿Y quién te la consagró? " ¡Ah!... Eso no te lo voy a decir.
"Mostrándole la cruz, lo amenacé: Este te va a echar... "Se rió: ja...ja... jaaaa... , y dijo: a ése ya lo vencí .
"Le dije: eso lo vamos a ver .Entonces le arrojé agua bendita y comencé a rezar. Luego de una hora de plegarias, se escuchó una voz que dijo: ¡Abandono! , y la chica recobró su conciencia.
"Si un psicólogo hubiera visto a la joven, quizá me hubiera dicho que se trataba de una esquizofrénica, pero la catequista tenía el diablo en el cuerpo y sólo se curó con el ritual."
Según el párroco, "la posesión se habría producido luego de que la chica comió un alimento maldecido por un brujo".
A los 60 años, en el infierno
Otro caso de exorcismo fue el que realizó en La Plata a un muchacho proveniente de Santiago del Estero.
Mancuso explica que "el chico había realizado un pacto con el demonio en su provincia natal. Había canjeado el alma por fama, fiestas, mujeres y mucho dinero, hasta los 60 años, edad en la que el diablo se lo llevaría al infierno".
La iglesia de San Benito -justamente, dedicada al santo que habría ejercido un gran poderío sobre Satanás-, cercana a la cárcel de Olmos, fue el lugar elegido para exorcizarlo.
"Recuerdo que fuimos a buscar al joven y, al cruzarnos con los guardiacárceles que salían de su ronda de vigilancia, les pedimos si podían darnos una mano con el poseído, para sostenerlo, porque estaba furioso.
"Los guardias se rieron y nos acompañaron al lugar. Al observar la furia desatada en el muchacho, los hombres trataron de agarrarlo, pero todo fue inútil. Nadie se atrevía a acercarse porque daba miedo. El joven huyó a campo traviesa."
Luego de unas horas, lo encontraron tirado. Dormía en el suelo de una vieja casa de la zona. "El demonio que había poseído al santiagueño hacía que gruñiera como un cerdo -recuerda-. No como alguien que imita a un chancho. Era algo distinto. Le tiramos agua bendita. El exorcismo duró poco más de una hora."
Saber distinguir
Según el párroco de San José, pese a que los casos de posesión demoníaca no son comunes hoy en día, en 1998 debió enfrentarse a dos de ellos.
Debido a esos fenómenos, cientos de personas lo visitan para consultarlo e informarse sobre el exorcismo.
"Frecuentemente recibo a mucha gente que argumenta estar poseída -cuenta-. Casi siempre realizo charlas diagnósticas, que son complementadas con la opinión de médicos clínicos, psicólogos y psiquiatras. La mayoría son casos que requieren la atención de médicos y no de sacerdotes."
Pero reafirma que la Iglesia reconoce la existencia de espíritus malignos, ángeles perversos que se han separado del amor de Dios y están en el infierno.
Hay episodios de posesión demoníaca, dice, cuando el demonio actúa dentro de la persona, como si suplantara por momentos su propia alma.
Otros casos son de obsesión, cuando un individuo es acechado por el diablo, sin poder poseerlo. Y también puede haber infestación, cuando Satanás actúa en cierto lugar.
Pero Mancuso afirma que hay que tener un ojo clínico para distinguir. "Con el tiempo se va aprendiendo -señala-. El demonio no interviene tanto como se cree."
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