Caso Báez Sosa: quiénes son Rosalía Zárate y Javier Thomsen, los padres de Máximo
El joven fue condenado a prisión perpetua por el asesinato en Villa Gesell; fue considerado por los jueces como coautor del delito de “homicidio doblemente agravado por alevosía y en concurso premeditado de dos o más personas y concurso ideal con lesiones leves”
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El 6 de febrero se llevó adelante en Dolores la lectura del veredicto por el crimen de Fernando Báez. Allí estuvo presente Rosalía Zárate, madre Máximo Thomsen, quien fue condenado a cadena perpetua por ser considerado coautor del delito de “homicidio doblemente agravado por alevosía y en concurso premeditado de dos o más personas y concurso ideal con lesiones leves”. La mujer estuvo acompañada por Francisco, otro de sus hijos.
Thomsen, a quien las evidencias señalaron como uno de los principales agresores del estudiante de derecho asesinado, se desmayó en la sala luego de la lectura de la sentencia que lo condenó a la máxima pena que prevé el Código Penal. Tras ello, su madre lanzó: “Esto es todo una mentira, saquen a todos los periodistas, la puta que los parió. Tres años torturándolo, no me importa más nada”.
En las audiencias previas a la sentencia, el lunes 16 de enero, Zárate declaró y fue la única familiar directa de este joven en testificar. Su hijo Máximo, que es el menor de tres hermanos, tenía 21 años al momento del hecho, y al menos seis testimonios realizados durante las audiencias lo ubicaron golpeando a Báez Sosa en el suelo, incluso con patadas dadas con la punta de la zapatilla en su cabeza. De hecho, una pisada sobre el rostro de la víctima dejó en su piel la marca de la suela impresa, lo que permitió identificarlo como uno de los principales agresores y lo convirtió, en consecuencia, en uno de los cinco imputados que recibió la prisión perpetua por ser considerados coautores del homicidio.
Además, se llegó a revelar que fue él quien acusó al joven inocente Pablo Ventura, a quien conocía de Zárate, al señalarlo como el dueño del calzado ensangrentado cuando la policía los detuvo el día del crimen.
Esta suma de acusaciones que se confirmaron a través de los testimonios del juicio no solo significó la detención preventiva de Thomsen y sus siete amigos desde el día del asesinato hasta la fecha, sino que también produjo cambios en su familia.
Tras el crimen, la madre del joven, Rosalía Zárate, renunció al cargo que ostentaba de secretaria de Obras Públicas en la ciudad bonaerense de la que son oriundos todos los imputados. En su declaración ante el tribunal de esta semana, Zárate reveló como vive desde que su hijo es uno de los detenidos más conocidos del país: “Me sentí cada vez más angustiada. No me podía levantar de la cama. Me enfermé. Me fui a atender y me dijeron que tenía algo malo. Me derivaron a un médico, que me dijo que tengo cáncer. Me operaron, sigo en tratamiento. Lo único que hago en estar en mi casa. Salgo para ir al médico y para visitar a mi hijo. No puedo más. Es una pesadilla”, contó mientras su hijo lloraba en el banquillo de los acusados.
Desde aquel 18 de enero de 2020 hasta hoy, Thomsen está privado de su libertad junto a otros siete de los diez jóvenes que salieron juntos la noche del violento episodio. En las distintas sedes de su detención, fue visitado regularmente por su hermano mayor Francisco, su madre y su padre, Javier Thomsen, que dio distintas declaraciones a la prensa a lo largo del tiempo.
“No quiero abrir los ojos. Los chicos están arrepentidos. Estoy enterado de lo que hizo mi hijo”, había dicho Javier Thomsen en enero de 2020, cuando fue a visitar al joven al penal de Dolores en el que estuvo detenido al principio del caso. En aquel momento, se refirió a sus sensaciones y precisó: “Siento una montaña rusa de bronca. Todo el tiempo pienso qué hice mal para que pase esto. Estaban alcoholizados, pero no los justifico”.
En otra ocasión, dijo estar “asustado” de no poder volver a ver a su hijo en libertad, algo que es posible dado la pena de prisión perpetua que puede acarrear el cargo de “homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas” por el que se lo juzga a él y al resto de los acusados.
Más recientemente, mientras estaba en los tribunales de Dolores siguiendo las audiencias del juicio, dijo a LA NACION que las declaraciones de los amigos de Báez Sosa le “daban esperanzas”, ya que -según su visión- habían sido “vagas” y mostraron que “no había un plan de matar”.
Tanto Thomsen como su exesposa, Rosalía Zárate, fueron increpados en la entrada del tribunal el pasado 6 de enero por una mujer al grito de “y llora, y llora, y llora Thomsen llora” mientras otro filmaba la escena con su celular.
Además de Máximo Thomsen, los acusados son: Luciano Pertossi, de 21 años y apodado “Chano”; Ciro Pertossi, de 22; Lucas Pertossi, de 23; Ayrton Viollaz, de 23; Enzo Comelli, de 22; Matías Benicelli, de 23, y Blas Cinalli, de 21. Al grupo completo que vacacionaba en Gessell se suman Juan Pablo Guarino y Alejo Milanesi, que fueron sobreseídos en 2020 al no poder ser ubicados por testigos o filmaciones agrediendo a Fernando Báez Sosa o a los amigos que buscaban socorrerlo.
La familia Thomsen
Javier Thomsen y Rosalía Zárate son los padres de Máximo, uno de los principales acusados por el asesinato. En el momento del crimen, el joven vivía con ellos en Zárate.
Javier es uno de los padres de los detenidos que más presencia tiene desde el momento del homicidio. Si no tiene que volver a Buenos Aires, él asiste a todas las audiencias. En un breve diálogo con LA NACION, Thomsen señaló que aún mantiene la esperanza a partir de las “vagas” las afirmaciones de los amigos de Báez Sosa. Señaló que para que pudieran relatar los hechos vividos les tuvieron que pasar distintos videos. “Si ellos que estaban ahí [con la víctima] tuvieron afirmaciones vagas, qué pueden decir otros testigos que no estuvieron”, dijo.
Por su parte, a Rosalía, quien también es tía de otro de los acusados, Matías Benicelli, se la vio poco por el juzgado. Sin embargo, la semana próxima se deberá presentar para dar su testimonio como testigo.
Con la detención de Máximo, la familia sufrió ataques por varios grupos, los cuales se intensificaron en las últimas semanas. Este lunes 6 de enero, días después de que se iniciaran las audiencias, fueron increpados por manifestantes que los esperaban a la salida de la Unidad Penitenciaria Nº 6, donde se encuentran detenidos los acusados. Además, al finalizar las audiencias, los familiares del imputado suelen encontrarse con personas que los insultan por el crimen.
Qué dijo Máximo Thomsen en su declaración
Tras escuchar a su madre, Máximo Thomsen pidió la palabra para “contar la realidad” de lo ocurrido el 18 de enero de 2020. Este testimonio no estaba programado, y aumentó el interés al tratarse de uno de los principales señalados de un grupo que nunca realizó declaraciones sobre el crimen por el que se los juzga.
Como reconstruyó para LA NACION el periodista Gabriel Di Nicola, al principio, el exjugador de rugby estuvo atravesado por las lágrimas, al tiempo que decía: “Quiero pedir disculpas, es algo que nunca hubiese buscado”, en referencia a la muerte de Fernando Báez Sosa, a quien nunca llamó por su nombre.
Luego de dar su versión de lo que el grupo hizo en las horas previas al crimen (un relato en el que contó que comenzaron el día tarde, fueron a la playa y se “mamaron” desde las 19), llegó al momento de contar lo que hizo aquella noche en los momentos previos a la muerte de Báez Sosa, donde ocurrió una discusión dentro del boliche Le Brique que hizo que el grupo de zarateños amenazara a los amigos de quien sería la víctima.
En la versión de Thomsen, su participación en ese altercado inicial fue secundaria: “Yo fui el primero que entró con uno de los chicos y fuimos a la barra a cambiar la consumición”, comenzó. Luego, explicó que en el boliche “había mucha gente” y que se dificultaba caminar en el lugar con las bebidas en las manos.
“En un momento digo ‘Basta de empujar’ y alguien me responde ‘estamos todos en la misma’. Cuando termino de escuchar eso, alguien me empuja. Era un amigo que tenía un chichón. Uno lo agarró del cuello, era de seguridad, y le pedí que lo soltara. Entonces [el de seguridad] dice ‘sacalo a él también’”, contó el imputado.
“En el revoleo, tiro las manos hacia arriba para sacármelo de encima porque me estaba asfixiando”, siguió y puso en boca de la seguridad del local las siguientes palabras: “Llévenlo a la cocina que lo cagamos a palos”. Aunque es la primera vez que se refieren esos supuestos diálogos, que no afloraron en otros testimonios de la causa, el episodio que relata Thomsen está graficado en los videos de seguridad de Le Brique, donde se evidencia como el joven es llevado a la salida del local por un empleado de seguridad que le aplica una toma en el cuello conocida como “mataleón”.
Entonces, llegó al momento del relato acerca de la agresión a Báez Sosa: “Un amigo me dijo que me quedara quieto porque estaba bordó. Me quedé insultando al boliche porque me sacaron. En la calle voy con los chicos. Uno de los chicos estaba sentado del otro lado y voy para ese lado. Miro para la derecha y veo que uno de mis amigos se estaba por meter en una ronda de gente desconocida, y salgo detrás de él. Me pegan una piña en la cara. Reaccionó tirando patadas. No sé a quién, no sé a donde, pero nunca con intención de matar nadie. Lo único, me metí a pelear porque era una persona contra muchos. Vi una ronda con mucha gente”.
Luego, continuó: “Siento que alguien me pone la mano en el pecho, es un amigo y me dice ‘basta’. Me di vuelta y me fui. Uno de los chicos dice que terminó mal [la persona a quien golpeaban], y yo digo: ‘¿Cómo? si fueron segundos’”, aseguró Thomsen.
Con respecto a la visita a un local de McDonalds después de la agresión a Fernando, dijo: “Mi idea principal siempre es comer después del boliche. Después, me fui a dormir porque para mí fue una pelea, un abrir y cerrar de ojos. Me levantan diciendo que estaba la policía afuera”.
“Salí tercero y se escucha: ‘Son ellos, tírense al piso’. Nos preguntaron si salimos, si nos habíamos peleado. ‘Sí', dijimos. A nosotros, en un principio, a las 15, nos dicen: ‘¿Saben por qué están acá? ustedes mataron a un pibe’. Empecé a vomitar. No lo podía procesar, mi cabeza no lo entendía”, explicó sobre lo que ocurrió luego de la detención. El nerviosismo de Thomsen y su reacción sí fueron referidos por policías que testificaron en la causa.
Al momento de declarar, en la sala faltaban los padres de Fernando Báez Sosa, Silvino y Graciela, que se habían retirado de la sala luego de que una testigo anterior, la madre del acusado Blas Cinalli, dijera que los familiares de los perpetradores “también sufrieron” luego del asesinato de su hijo.
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