Se extiende la cultura “low-wash” en la que se puede repetir el uso de una prenda entre 150 y 200 veces antes de lavarla; hay concursos de jeans que premian al mejor ‘desgastado’ y existen también motivaciones ecológicas tras esta tendencia
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Ryan Szabo y su equipo pasan horas estudiando al detalle fotos de jeans muy usados, algunos de ellos descoloridos, rotos o remendados.
Los mejores de la comunidad se llevan elogios: “¡El parche en la entrepierna es increíble!”, o “Tonos sutiles y uniformes... un equilibrio casi perfecto de patrones de desgaste con espectaculares tonos azules”. Este último es el ganador.
Así se juzga en la competencia Indigo Invitational, donde personas de todo el mundo desgastan sus pantalones vaqueros bajo ciertas reglas durante un año entero.
Para conseguir los mejores vaqueros del mundo en este peculiar concurso hay una estrategia fundamental: El “denim low-wash”.
Como la mezclilla se vuelve más suave con el agua y el jabón, una de las claves para lograr patrones de alto contraste es no lavar los pantalones.
Todos siguen esta estrategia, desde los miembros de un club de personas antilavado de ropa hasta el director ejecutivo de Levi’s.
La cultura “low-wash”
Para Szabo, el hábito del “low-wash” (poco lavado) comenzó con la compra de su primer par de jeans en 2010.
Los usó durante seis meses sin lavarlos, en un viaje a Europa desde su Canadá natal a Europa.
“Fue una rareza mía tener esos vaqueros apestosos”, explica a BBC Culture. “Olían horrible”.
En Budapest conoció a su futura esposa y los jeans adquirieron su propio rol en la relación. “Estaban apilados en el suelo al pie de la cama”, recuerda.
“Entrabas en la habitación y podías olerlos. Por suerte mi esposa estaba muy enamorada de mí”.
Entre los competidores de Indigo Invitational, cuyo quinto año comienza ahora, más de 9 de cada 10 retrasan el primer lavado de sus pantalones hasta que los han usado 150 o 200 veces, estima Szabo.
En vez de recurrir a la lavadora, quienes usan mezclilla sin lavar aprenden otras formas de cuidar sus prendas, como exponerlas a los rayos ultravioleta (“yo lo llamo el baño de sol”, afirma Szabo) o simplemente ventilarlos por la noche.
El mismo Szabo también reconoce usar a veces la lavadora: “Tan pronto como mi esposa puede oler mis vaqueros, me lo dice e inmediatamente van a lavar”.
Las personas que usan jeans no son las únicas que limitan el lavado de la ropa.
En 2019, la diseñadora Stella McCartney generó titulares al detallar sus hábitos “low wash” de las prendas y confesó a The Guardian: “En la vida, la regla general es que si no tienes que limpiar absolutamente nada, no limpies”.
“No me cambiaría el sostén todos los días y no echo las cosas en la lavadora solo porque las haya usado. Soy muy higiénica, pero no soy fanática de la limpieza en seco ni de ninguna limpieza en realidad”.
Cien días de uso sin lavar
Otros repiensan sus hábitos de lavado por consideración con el medio ambiente o por el aumento de la factura de electricidad.
Mac Bishop, fundador de la empresa de ropa Wool & Prince, explica que cambió su enfoque por “la comodidad y el minimalismo” -que resonaba bien entre los consumidores masculinos y particularmente entre quienes detestaban lavar la ropa- cuando comenzó a promocionar su marca femenina Wool&.
Sometidas a siglos de publicidad sexista sobre productos de lavado, las mujeres responderían menos a la idea de no lavar su ropa, teorizó.
Y la investigación lo respaldó al mostrar que, en el caso de ellas, el ecologismo era una motivación más eficaz.
La marca Wool& vende hoy vestidos de lana merino con la promoción del “desafío” de llevar el mismo a diario durante 100 días.
Una recompensa de este reto es “la reducción de la colada que conlleva el uso diario de merino”, según Rebecca Eby, de Wool&.
La estadounidense Chelsea Harry, clienta de la marca, asegura a BBC Culture que creció “en una casa donde se lavaba todo después de un uso”, incluso toallas y pijamas.
Un verano Harry vivió con su abuela, quien le enseñó a guardar el pijama debajo de la almohada por la mañana y volver a usarlo en la noche. Más tarde conoció a su esposo, que “casi nunca lava la ropa”. Y luego, durante la pandemia, comenzó a hacer senderismo. Ahí fue cuando las cosas realmente cambiaron.
“Obviamente, no puedes ducharte tras caminar todo el día si estás durmiendo en una hamaca o en una tienda de campaña”, indica.
En la comunidad de excursionistas algunas personas recomendaban ropa interior de lana de una marca en particular, que se puede usar los días posteriores o lavar y secar rápidamente.
Usando esta y otras prendas de lana, Harry descubrió que podía hacer senderismo durante días y aun así sentirse cómoda.
“Entonces, comencé a pensar: ¿Por qué no hago esto en mi vida diaria?”, recuerda. Y así lo hizo.
El olor
A ella no le preocupa el olor. “Confío en mi nariz”, asevera.
Con un vestido nuevo hecho de una mezcla de lana diferente puede olerse a sí misma, algo que nunca sucede con sus otras prendas, explica, incluso cuando viaja a lugares calurosos como Oriente Medio.
Al igual que Szabo, usa trucos para evitar un lavado completo, como airear la prenda durante la noche o rociar vinagre o vodka en la parte de las axilas.
“Me encanta, al final del día, colgar mi vestido de lana, mis calzas de lana, mis calcetines de lana”, confiesa. “Los cuelgo junto a la ventana, me ducho, guardo mi ropa interior y por la mañana me lo vuelvo a poner todo”.
“Una de las peores cosas que le puedes hacerle a una prenda, si quieres que te dure, es lavarla”. Eso dice Mark Sumner, profesor de moda sostenible en la Universidad de Leeds.
Lavadoras y sostenibilidad
Con un lavado, dice, las prendas pueden rasgarse, encogerse y perder color. Junto a su socio Mark Taylor, Sumner estudia cómo las microfibras de la ropa doméstica acaban en el mar.
Aunque alega que lavar la ropa con menos frecuencia es la opción correcta para el medio ambiente, no aboga por una suspensión completa del uso de lavadoras.
“No queremos que la gente piense que no puede lavar cosas porque está destruyendo el planeta. Se trata de tratar de lograr el equilibrio correcto”, declara Sumner a BBC Culture.
Lavar la ropa es importante por razones médicas y de higiene para las personas que sufren de eczema e intentan evitar la irritación causada cuando las bacterias naturales de nuestra piel se multiplican dentro de nuestra ropa.
También es importante para la autoestima de las personas “no sentirse avergonzadas de su ropa porque esté sucia o huela mal”.
En cuanto a los hábitos de lavado, no recomienda uno en específico. Los ciudadanos de a pie usan diferentes temperaturas de lavado, ciclos de lavado y combinaciones de colores y telas, y los propios científicos no son diferentes.
“He trabajado con textiles durante 30 años y debería saber que he de separar las prendas de algodón de las sintéticas, y las blancas de las de color, pero, francamente, no tengo tiempo”.
El mejor enfoque, aparentemente, es ser flexible. “Si tu ropa no huele mal, no te molestes en lavarla”, aconseja Sumner.
“Y cuando la vayas a lavar ten claro qué hacer para que la prenda quede limpia, pero de la manera más efectiva”.
Sugiere lavar la ropa a temperaturas más bajas o con ciclos muy cortos sin detergente.
Además, lavar la ropa con demasiada frecuencia consume horas de vida, y no a todo el mundo le sobra el tiempo.
“Me interesa mucho la sostenibilidad, el medio ambiente y la gestión de los recursos naturales, pero también me preocupa mi tiempo”, afirma Chelsea Harry.
A Szabo también le preocupa la sostenibilidad, pero asegura tener otras razones para renunciar a unos hábitos de limpieza demasiado entusiastas.
“Tengo otras cosas que hacer”, asegura. “Tengo un perro al que pasear”.
*Artículo adaptado del original de Matilda Welin para BBC Culture
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