El coronavirus golpea fuerte a las redes de contención dentro de las villas
El sol brilla sobre la Villa 31 de Retiro. Pero en las calles y pasillos del barrio esa luz pierde su fuerza. Algunos miembros de cooperativas salen a desinfectar el suelo y las paredes, pero la gran mayoría de los vecinos está adentro de sus hogares, en la quietud más absoluta.
Casi todos los vecinos perdieron sus ingresos por la pandemia de coronavirus, mientras que en el barrio muchos comedores comunitarios tuvieron que cerrar por los contagios ocurridos y para evitar que continúe la propagación. Aunque el golpe aún más duro fue la muerte reciente de algunos de los referentes históricos del barrio: Ramona Medina, Víctor "el Oso" Giracoy y Agustín Navarro Condori.
Los referentes representan el corazón de los barrios y desde ellos se teje un entramado que sostiene a los más vulnerables entre los vulnerables. Y el coronavirus ha destrozado estas redes internas. Y esta es una realidad que se replica también en todos los barrios vulnerables de la ciudad y el conurbano bonaerense.
"Los referentes sociales son la red de contención más importante en los barrios populares, son los que garantizan que siempre haya, al menos, una mínima asistencia. Todo lo que se hace en las villas y se convierte luego en una política pública, por lo general, empiezan por un proyecto autogestionado, es decir que tienen un origen comunitario", señala Pablo Vitale, codirector de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ).
Tal fue el caso de Ramona Medina, de 42 años, vocera de La Garganta Poderosa en la Villa 31, que había denunciado durante varios días la falta de agua. Según voceros de esa organización, ella estaba a cago de las compras de un comedor que hoy entrega 200 raciones por día. Además, como tenía hijas con discapacidad, se encargaba de gestionar prótesis y turnos para la gente del barrio, que ahora perdieron a una referente que tenía llegada a funcionarios y a los centros de salud para tramitarlos.
En el comedor de La Garganta Poderosa, en Retiro, ya van por el segundo "equipo suplente" de colaboradores. Tuvieron que cambiarlos dos veces por los contagios, aunque ellos pudieron mantener la estructura en pie gracias a múltiples donaciones.
Un día antes había muerto Víctor "el Oso", Giracoy, que llevaba adelante el comedor "Estrella de Belén" desde hacía 25 años. Ahora el comedor está totalmente cerrado. Ahí se entregaban más de 150 porciones de comida al día.
Y cuando esto sucede, esa demanda se muda hacia otros comedores, como el de Ignacio Báez, que está a pocos metros de ahí. Él colabora en un merendero de la cooperativa Cristo Obrero. "Si cierra un comedor, buscan otros. Antes repartíamos 300 raciones diarias y ahora cerca de 450. Ya no podemos recibir más gente", dice. Ahora, esa cuadra, donde antes se formaban filas de vecinos, está casi desierta. Y los vecinos, en cambio, se acercan al comedor apenas Báez y su equipo empiezan a cocinar.
Y anteayer falleció Agustín Navarro Condori, de 57 años, otro referente que participaba en el merendero barrial OIT y pertenecía al movimiento Barrios de Pie.
En una recorrida que hizo LA NACION la semana pasada por la Villa 31, Leny Gutiérrez, de 38 años, relataba cómo en el merendero Nueva Esperanza, que ella dirige, de las 25 personas que ahí colaboraban, 10 están infectadas.
La muerte de un par
"La muerte de un referente es la muerte de un par. El cierre de comedores por contagios es una expresión dramática de lo que pasa y de la potencia y la importancia del trabajo comunitario", agregó Vitale.
Él entiende que los referentes son canales mucho más ágiles para transmitir información y para tomar acciones. Incluso ocurre que muchas veces los vecinos los acusan como los responsables cuando una demanda es incumplida sin pensar siquiera en la ausencia del Estado.
Otro caso es el del comedor Luchadoras Unidas, que pertenece al Frente de Organizaciones en Lucha, ubicado en la manzana 99 de la Villa 31. En el lugar trabajan casi todas mujeres y fue uno de los primeros espacios comunitarios que tuvo contagios de coronavirus.
"En ese momento los cuidados no eran tan estrictos en el barrio; esto fue a fines de abril. A raíz del caso positivo en nuestro comedor 12 compañeras nos tuvimos que aislar. Antes recibíamos al público y dábamos cerca de 100 porciones de comida por día, y ahora solo cocinamos de manera interna para la gente del comedor", dice una voluntaria a LA NACION que prefirió no dar su nombre.
Hasta hoy, el Gobierno porteño confirmó 2993 casos de Covid-19 en los barrios vulnerables de la ciudad. De ellos, 916 ya han recibido el alta médica. Los más afectados son el Barrio 31 con 1851 casos y el Barrio Padre Ricciardelli (1-11-14), con otros 885.
Antes de iniciarse el aislamiento social preventivo y obligatorio, el ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad proveía alimentos a unas 102.000 personas a través de comedores comunitarios y Centros de Primera Infancia. Mientras que hoy se estima que casi 260.000 personas reciben alimentos por parte de la Ciudad.
"Se aumentó en un 30% promedio la provisión de alimentos en comedores comunitarios llegando a 117.000 personas. Para resguardar la salud de los niños que asisten a los Centros de Primera Infancia se cambió la vianda que recibían por la entrega de un bolsón semanal de alimentos para cada niño o niña y posteriormente se reforzó este bolsón para incorporar a sus adultos cuidadores. Esto permite llegar a 36.000 personas, mientras antes esto llegaba a 12.000 niños", indicaron fuentes de ese ministerio porteño.
LA NACION también consultó al Ministerio de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, pero indicaron que aún no tienen estas cifras disponibles para su difusión.
Empatía
Fernanda Moyano, coordinadora de la ONG Techo, en la zona de Haras Trujui, en Moreno, amasa 15 kilos de harina cuatro veces por semana. El sábado pasado también entregaron 250 porciones de albóndigas con puré a los vecinos del asentamiento en el que vive.
Ella destaca que el diferencial que aportan los referentes en los barrios es la empatía. "Conocemos todos los problemas del barrio y estamos de día y de noche. Una vez invité a mi merendero a la esposa del exintendente de Moreno y me cayó con taco aguja, mientras que acá son todas calles de tierra. Yo fui una vez al Congreso de la Nación y vi a muchos tipos que hablaban y no tenían idea de cómo se vive en los barrios, y para solucionar los problemas hay que involucrarse", dice Moyano.
Ella empezó como voluntaria de Techo. Ahora fundó su ONG, Athenea. "Techo me formó para ayudar al desarrollo comunitario. Si vas a la municipalidad a hacer un reclamo por un foquito de luz, es posible que en un mes el foquito siga quemado. Y en esas cosas pequeñas te diría que solo nosotros podemos accionar. Aprendí a lidiar con el sistema municipal".
En su caso, las redes solidarias del barrio, en un principio tambalearon, pero luego se fortalecieron. "Las primeras dos semanas empezamos a entregar bolsones semanales pero habíamos cortado con las meriendas diarias. Pero luego la misma comunidad empezó a acercarse y a colaborar con lo que tenían, recibí llamados de gente que quería ayudar y hoy tenemos siete ollas en siete barrios que dan 200 porciones por día. Mi marido antes jugaba al fútbol tres veces por semana y como se quedaron todos sin trabajo ahora se juntan esa cantidad de veces, pero a cocinar para la gente", dice emocionada.
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