El Concorde está otra vez en suelo argentino
Después de dos décadas volvió el avión supersónico.
"Pagó ella", dijo a La Nación Bill Staples, mientras señalaba a su mujer, Margie, en el hall principal del aeropuerto internacional de Ezeiza.
Los Staples, de Chicago, llegaron ayer a la Argentina en el mítico avión Concorde. Son dos de los 88 pasajeros que pagaron 52.500 dólares cada uno para subir a la nave supersónica y recorrer ocho ciudades de América del Sur en 21 días.
Por la mañana arribaron a Iguazú y se sorprendieron con las Cataratas, que observaron desde el lado brasileño. A las 18.39 llegaron a Buenos Aires, donde se alojarán hasta pasado mañana en el hotel Hyatt. Ese día despegarán con destino a Ushuaia: allí estarán tres días, harán un crucero y partirán a Santiago de Chile.
Los pasajeros, norteamericanos y europeos, no hablan español. Tienen un promedio de edad superior a los 50 y consiguieron el dinero para este exclusivo viaje por distintos caminos: una viuda rica, un inversor de bancos, un farmacéutico, un consultor financiero y su mujer jubilada, una contadora pública y un especialista en informática integran el pasaje.
La nave, que inclina su nariz para que los pilotos tengan mayor visibilidad y es capaz de volar al doble de la velocidad del sonido, volvió a tocar suelo argentino después de más de dos décadas. Unas doscientas personas, entre curiosos y empleados de Aeropuertos Argentina 2000, esperaron ansiosos en la pista el tercer aterrizaje de la aeronave en Buenos Aires.
El Concorde estuvo por primera vez en esta ciudad en 1971 -nueve años después de su primer vuelo- y regresó en 1978, para traer a la selección francesa que jugó el Mundial de fútbol que se celebró aquel año.
Rápido, pero pequeño
La aeronave mide 60 metros de largo por 26 de ancho y tiene un diseño aerodinámico muy característico que sólo admite cuatro asientos por fila (un Boeing 747 tiene siete lugares). "Tuvimos un viaje estupendo. Cuando el avión sube a la velocidad del sonido se siente algo en la espalda. La única crítica es que los asientos son muy pequeños", dijo Mike Markula, un empresario de la computación.
El Concorde consume 20 toneladas de combustible por hora y puede desarrollar una velocidad máxima de 2200 kilómetros por hora, con una autonomía de vuelo de 6500 kilómetros, según fuentes de Concorde Air France, la propietaria de los 14 aparatos de este tipo que hay en el mundo.
La empresa Abercrombie & Kent, una agencia norteamericana especializada en turismo de lujo, es la organizadora de este tour, que próximamente tendrá a çfrica como destino. "Menos tiempo en el aire, más tiempo para explorar", anuncia su publicidad en Internet.
La lujosa máquina es la estrella de este viaje. Tiene una capacidad para 100 personas y ayer contó con nueve tripulantes. El supersónico avión permite que los pasajeros, desde los 18.200 metros de altura, vean desde las ventanillas la curvatura de la Tierra. "Es un viaje caro pero vale la pena. Es muy excitante ver la Tierra así", dijo Gordon Mortin, otro de los pasajeros. Mortin interrumpió el diálogo con La Nación cuando su esposa, Marlinda, lo apremió para que subiera a uno de los micros que los llevarían al hotel.
El Concorde fue fabricado en cooperación entre Francia e Inglaterra, luego de que ambos países acordaran, en 1962, poner en el aire el primer avión supersónico de transporte de pasajeros. El primer prototipo, que costó 3000 millones de dólares, voló el 2 de marzo de 1969. Desde entonces, fue utilizado por dos millones de usuarios.
Los 88 privilegiados que ayer por la tarde hicieron un tour con velocidad del sonido demoraron una hora con treinta y siete minutos desde Ushuaia hasta Buenos Aires. El 8 del actual habían tardado casi lo mismo para llegar desde Nueva York hasta Río de Janeiro, la primera ciudad sudamericana que visitaron.
En Iguazú sólo estuvieron de paso. Su apresurada visita por las Cataratas la hicieron por Brasil y el único servicio brindado por los argentinos fue un catering del hotel Sheraton , que incluyó frutas variadas, canapés y torta de coco que los pasajeros degustaron en el vuelo a Buenos Aires. Es evidente que, para ellos, el paseo está arriba del Concorde.
Muchas fotos
Lo esperaba una multitud. Nadie quiso perderse el histórico momento. Cuando el Concorde apagó ayer sus motores en la pista de Ezeiza, unas 200 personas se acercaron a la nave, admiraron su estilo y echaron mano a varias cámaras de fotos para registrar el instante: era la tercera vez que el avión supersónico llegaba a Buenos Aires. Todo ocurrió muy rápido. La aeronave tocó tierra a las 18.39 y todos sus pasajeros habían abandonado el aeropuerto a las 19.20. Dos decenas de maleteros vestidos con remeras blancas los asistieron con su equipaje. Un prendedor con el logo de la agencia de viajes y el nombre de cada uno permitía reconocer con facilidad a los pasajeros.
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