Se trata de la sala de actos del Colegio San José, la institución educativa privada más antigua de la ciudad de Buenos Aires, fundada en 1858
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Funciona desde 1915, es uno de los teatros más antiguos de la ciudad de Buenos Aires, y sin embargo, hasta hace poco, la gran mayoría de los porteños desconocían su existencia. Hoy la realidad es otra: a comienzos de año, el espectáculo internacional Candlelight, que organiza conciertos a la luz de las velas en las principales ciudades del mundo, eligió este escenario para sus shows en Buenos Aires, y ya acercó a miles de personas a este histórico y desconocido salón de actos.
Se trata del teatro del Colegio San José, la escuela privada más antigua de la ciudad de Buenos Aires, que hace poco más de un mes cumplió 166 años. Por las aulas de este establecimiento, fundado en 1858, tres años antes que el Colegio Nacional Buenos Aires, pasaron personajes tan disímiles como Hipólito Yrigoyen, el perito Francisco Moreno, Ricardo Balbín, Félix Luna, Jorge Rafael Videla, Julio Cesar Strassera, Diego Capusotto, Humberto Grondona y Ricardo Fort.
El colegio siempre funcionó en el mismo edificio, que ocupa casi una manzana en el barrio de Balvanera (entre las calles Larrea, Mitre, Azcuénaga y Perón). Aunque, con el paso de los años, el entorno que lo rodea cambió radicalmente. Si en un principio el edificio ecléctico de tres pisos sobresalía en medio del campo ganadero de Buenos Aires, a pocos metros del arroyo Manso, hoy está inmerso en el caos urbano, rodeado de edificios, decenas de locales comerciales y un tránsito que se vuelve intenso durante las horas pico.
Sin embargo, dentro del colegio –sus claustros, su biblioteca con ejemplares incunables, su propio museo de ciencias naturales, su patio de honor con piso de damero–el tiempo parece no haber pasado. El sitio mejor conservado, comentan las autoridades escolares, es el teatro, a quienes los alumnos apodaron “El Coloncito” por sus similitudes estéticas con el principal teatro argentino. Este salón de pisos de roble de eslavonia, paredes y escaleras de mármol de carrara y una cúpula vidriada con vitraux, suele utilizarse para actividades escolares del colegio, aunque a veces también se alquila para actos de graduación de otras escuelas, reuniones pedagógicas y convenciones, y hace poco comenzó a alquilarse para actividades culturales multitudinarias.
El miércoles pasado, el edificio estaba iluminado tenuemente por las luces de miles de velas. Sobre su escenario, un cuarteto de cuerdas interpretó los grandes clásicos de la banda Queen, bajo la mirada de un público joven.
Según los directivos del colegio, desde que comenzaron a tener lugar estos conciertos, muchos de los espectadores que conocen el lugar por primera vez salen del espectáculo maravillados. “Nos dicen que no pueden creer que exista un lugar así, que no se imaginaban que el colegio tuviera un teatro como este”, cuenta Hernán de Simone, representante legal del establecimiento. A su vez, destaca, estos eventos han traído de regreso en muchos exalumnos, que al salir le detallan con nostalgia sus recuerdos infantiles más entrañables.
Hace pocos años, también, el teatro y otros sectores del colegio comenzaron a ser la sede de la convención argentina de Harry Potter, que tiene lugar cada junio y reúne a cientos de fanáticos durante un fin de semana. Eligen este punto por su parecido con el ficticio colegio Hogwarts, en particular su hall de entrada al salón de actos, que tiene escaleras de mármol que cruzan de un lado al otro.
“Este sector tiene una particularidad que muy poca gente conoce. Como tiene un estilo indoeuropeo, en la escalinata hay esvásticas. La esvástica en realidad es un signo de la India que después toman los nazis, pero en realidad no tiene nada que ver con este. Nuestro salón de actos es anterior a la Segunda Guerra Mundial y al nazismo”, suma De Simone.
Este teatro llamó la atención, hace décadas, del bailarín Julio Bocca y del director de teatro Lino Patalano, que tuvieron la intención de convertirlo en su estudio de ballet. “Bocca entró al salón y empezó a hacer con el pie: punta-taco, punta-taco, punta-taco. Yo no entendía nada. Al rato me dice: ‘El lugar está bárbaro, lo quiero para abrir mi escuela de ballet’. Le dijimos que no, obviamente”, recordó durante una entrevista con LA NACION Luis De Riso, exrector de la institución, quien es a su vez ex alumno.
Uno de los grandes problemas del colegio es la dificultad de preservar en buen estado todo aquello que fue construido hace más de siglo y medio. El edificio se encuentra constantemente en restauración, lo cual implica un alto costo para el colegio. Las obras son financiadas en parte, con el alquiler del teatro para actividades culturales. Por una cuestión de habilitación, no se alquila para obras de teatro sino para eventos culturales esporádicos.
La puesta en valor del teatro –una de las más costosas– se hizo con la ayuda de una importante donación. “Fue Nelly Arrieta de Blaquier. Su padre era ex alumno del colegio, y él siempre le hablaba de este lugar. Cuando ella lo conoció, quedó maravillada. Entonces trajo a un arquitecto que trabajaba con ella y mandó a hacer todo el pulido de las esculturas incrustadas en las paredes y el tratamiento del piso de roble de Eslavonia. También mandó a hacer de nuevo el vitraux del ingreso al teatro, que se había caído en un granizo. Le hicieron una protección por encima para evitar que eso vuelva a pasar”, contó el rector.
Al igual que Arrieta, aseguran los directivos, la mayoría de los ex alumnos sienten un especial apego hacia el colegio, en especial hacia su patio de honor y su salón de actos, considerados el corazón del establecimiento. De hecho, sostiene De Simone, sobre la arcada del escenario, tallada en mármol, hay una frase en latín que de alguna manera, reivindica esta idea: “Cor unum et anima una”, traducido al español, “Un solo corazón y una sola alma”.
“Es una frase importante, que, de alguna manera, identifica el espíritu del colegio. El salón de actos es para nosotros un lugar importantísimo, un lugar que congrega”, suma.
Los ex alumnos que pasaron por el colegio en las décadas del 60 y 70 tienen un recuerdo particular del teatro, ya que en aquella época, los fines de semana, el salón funcionaba como cine para los alumnos. De Riso recuerda con especial cariño aquellas épocas: “Era muy divertido, veníamos un montón de alumnos, y veíamos dos o tres películas seguidas”.
Hoy, aquel antiguo proyector forma parte del extenso inventario de objetos de valor histórico que los directivos de la escuela están catalogando. Ellos afirman que en el colegio se “respira historia”, y se alegran de que gracias a los nuevos eventos culturales que están teniendo en el teatro, los vecinos de la Ciudad finalmente puedan tener acceso a su joya oculta.
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