El chico que fue rey a los 12, conquistó un imperio a los 21 y murió envuelto en misterio
Mehmed II fue despreciado por su padre, pero una serie de tragedias lo convirtieron a una tierna edad en sultán de los otomanos y luego, conquistador del Imperio Romano
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A lo largo de la historia de la humanidad, hubo grandes sucesos que marcaron un antes y un después en la civilización. Uno de ellos fue la caída de Constantinopla un 29 de mayo de 1453, que no solo puso fin al Imperio Romano luego de 1500 años de poder, sino, que dio por concluida la Edad Media en Europa. Y detrás de semejante acontecimiento, estaba un hombre. O más bien, un chico de tan solo 21 años.
Fatih Mehmed II nació el 29 de marzo de 1432 en Adrinópolis, la actual Edirne, en aquel entonces capital del Imperio Otomano y era el hijo ilegítimo del sultán Murad II, que tenía dos vástagos anteriores de otro matrimonio.
“No era considerado el primer heredero y se desconoce quién fue su verdadera madre. Esto era bastante común en aquella época, porque los sultanes tenían varias concubinas pero después, cada heredero debía ganarse su lugar”, explicó a LA NACION Pablo Jaruf, doctor en Historia de la UBA y docente en historia de Asia en el Instituto Joaquín de Banyoles.
La infancia de Mehmed no fue de las mejores ya que su padre no ocultaba su preferencia por sus hermanos mayores, Ahmed y Alaeddin. Según las crónicas que reconstruyeron su historia, el sultán consideraba que ellos eran los únicos con sangre noble. Pero en tiempos donde el poder era causante de fuertes traiciones a la corona, los herederos crecían en permanente peligro.
Murad cuidaba a sus hijos día y noche, pero su excesiva protección no los alejaría de las garras opositoras que anhelaban quitarlos del camino. Cuando Mehmed tenía siete años de edad, Ahmed murió repentinamente. Las causas del fallecimiento nunca se esclarecieron. El golpe fue muy duro para el sultán, que resguardó sus esperanzas en Alaeddin.
Sin embargo, tan solo cinco años después, el sucesor fue hallado estrangulado en su habitación. Tal como sucedió con su primogénito, jamás se encontró al culpable. Con sus hijos de “sangre pura” fallecidos, Murad se vio obligado a enviar a Mehmed, el único heredero superviviente, lejos de los peligros de la capital a la ciudad de Manisa, donde vivió con dos tutores de confianza, Zaganos y Sihabeddin, quienes lo educaron y protegieron.
En esa localidad de Asia Menor, el futuro sultán recibió la formación que la tradición exigía y rápidamente sus guías exaltaron sus dotes. El niño adquirió amplios conocimientos sobre filosofía, historia, literatura, matemática y, además del turco nativo, incorporó con fluidez cinco idiomas: griego, persa, hebreo, árabe y latín.
Según cuentan los escritos de la época, sumido en una profunda depresión y con la necesidad de alejarse del trono, Murad ordenó que Mehmed asumiera en su lugar en junio de1444. El sultán creía que su hijo había madurado lo suficiente y, con tan solo 12 años, se convirtió en el nuevo gobernante del Imperio Otomano.
Ascenso al trono
Luego de abdicar, su padre se mudó a Brusa, la otrora capital imperial, y dejó a Mehmed gobernar en soledad con sus dos maestros. “Ya con 12 años ocupó el trono de los otomanos y en ese momento propuso la conquista de Constantinopla. Pero el círculo cortesano creyó que no estaba prestando atención a la realidad, porque era una gobierno que venía golpeado por la derrota con Temerlán”, relató Jaruf.
Y agregó: “A esto se le sumó un amotinamiento de los jenízaros, que eran unidades de infantería con alto nivel de entrenamiento, que obligaron a darle un aumento a las fuerzas. Entonces se vio a un sultán muy joven con aspiraciones idealistas y sometido a muchas presiones que no lograba manejar”.
Debido a la inexperiencia propia de su juventud y a la incapacidad de sus tutores, el Imperio se vio sumergido en una crisis instantánea, entró en conflicto con el gran visir otomano Candarli Halil y se enfrentó a una gran expedición cristiana comandada por el rey de Hungría, Vladislao III Jagellón, que emprendió una campaña de conquista en tierras turcas.
La invasión húngara y la rebelión interna, encendieron las alarmas y se desató una matanza en las calles de la capital. A mediados de septiembre, en pleno caos y ante la inacción del Mehmed, su padre debió regresar para restablecer el control otomano en la ciudad y en el territorio. La feroz batalla perduró hasta el 10 de noviembre, cuando finalmente derrotaron a las fuerzas cristianas y Murad II apaciguó las aguas de su Imperio.
Mehmed fue desplazado y confinado de nuevo a Manisa para completar su instrucción con Zaganos y Sihabeddin.
El segundo reinado
Allí permaneció hasta febrero de 1451 cuando la muerte de Murad obligó a un Mehmed II, de 19 años, a asumir al trono. Esta ascensión, a diferencia de su primer gobierno, estuvo marcada por la firmeza y la sabiduría del joven sultán. Ni bien asumió, dio una serie órdenes concretas que guiaron su mandato.
“Según las crónicas, una de sus primeras acciones fue asesinar a sus hermanos aspirantes al trono y así fortaleció su posición política”, comentó Jaruf.
Luego, reprimió a los jenízaros rebeldes y reorganizó las fuerzas armadas del Imperio, decisión que sentó las bases de sus futuros éxitos militares. Además, tomó una decisión lo llevaría a consagrarse en la historia de la humanidad: emprender la conquista de Constantinopla.
“Concentró sus recursos en la conquista, estaba decidido a tomar Constantinopla. Por esto, los otomanos se hicieron fuertes en la región de los Balcanes y formaron grupos por fuera de los círculos de parentescos que fueran leales al sultán. Tanto el cuerpo de los jenízaros como otras alianzas que forjó Mehmed, fueron componentes multiligüísticos al servicio del sultán y del naciente Imperio. Con esta estrategia, superó las limitaciones tradicionales del lazo de parentesco y creó una estructura estatal que le sirvió de base para llevar adelante su objetivo”, desarrolló Jaruf.
De esta manera, selló un tratado de no agresión con un sector de los venecianos y de los húngaros para cubrirse de un ataque por la retaguardia. Con este acuerdo, consiguió un ingeniero húngaro llamado Urban que tenía la capacidad de construir armas de guerra impensadas para aquellos tiempos.
Urban construyó el primer regimiento de artillería pesada de la historia. En los registros históricos, se destaca un nuevo cañón especial que medía ocho metros de largo y podía disparar balas de mármol, de un peso de casi 600 kilos.
A sus 21 años, Mehmed contaba con el ejército conformado por otomanos, jenízaros y húngaros, las armas, y el apoyo de su pueblo para emprender la conquista. No obstante, Constantino XI, inmerso en el ocaso del Imperio Romano, gastó sus últimos recursos económicos en reforzar los muros de la ciudad, La situación mostraba una Constantinopla diezmada en su interior y con pocos aliados, pero sumamente fuerte en sus defensas.
Así, empezó el gran sitio de Mehmed.
El gran asedio de Constantinopla
Los escritos relatan que el 6 de abril de 1453, las fuerzas de Mehmed acamparon frente a las puertas de Constantinopla. El sultán era aconsejado por el ahora aliado Candarli Halil, que se oponía al asedio, y por sus tutores Zaganos y Sihabeddin, que apoyaban el sitio. Las defensas de la ciudad demostraron su solidez ante los arrebatos otomanos que, conforme pasaban los días, daba la sensación de ser una misión imposible.
“Era la época del año con las mejores condiciones climáticas para pelear. Las primeras semanas fue un bombardeo constante contra las murallas, y después bloquearon el estrecho del Bósforo, que era el paso más angosto entre el mar mediterráneo y el mar negro”, explicó.
Los recursos del ejército otomano se agotaban al tiempo que los hombres caían en batalla atacando las inquebrantables defensas romanas. Sin embargo, Mehmed II empleó una estrategia que consistió en transportar 70 barcos de su impresionante flota por tierra, para lanzarlos al agua y así poder atacar el estuario Cuerno de Oro.
“En primera instancia, los enfrentamientos no fueron tan favorables para los otomanos, pero ya para mayo, Constantino XI quedó prácticamente solo porque muchos aliados no llegaron a tiempo y otros directamente no fueron”, añadió.
Con la flota del otro lado de la ciudad, Constantinopla quedó rodeada el 23 de mayo y Mehmed ordenó el feroz ataque final que duró hasta el 29 de ese mes. Según las crónicas, al amanecer de aquel día, las fuerzas otomanas, empujadas por su sultán, emprendieron tres ofensivas consecutivas. La primera de 100.000 hombres que fueron vencidos. La segunda fue encaminado por tropas turcas que también sucumbieron ante la defensa.
Y en el último intento, Mehmed envió a los temibles jenízaros. Las defensas de Constantinopla ya agotadas, flaquearon y se desmoronaron. En 15 minutos, por lo menos 30.000 otomanos penetraron en la ciudad y atacaron a sus habitantes. Por primera vez en 53 días de sitio, Mehmed y su ejército lograron entrar a la preciada fortaleza.
Mehmed II hizo su ingreso triunfal, alabado energéticamente por sus fuerzas. En el camino hacia el palacio imperial para asumir al trono, sus soldados le mostraron la cabeza de Constantino XI, identificado por las tropas enemigas. “Fue la verdadera derrota del Imperio Romano. Nosotros desde occidente lo vemos como la caída de Constantinopla, pero ellos lo ven como la conquista de Estambul. Fue una derrota simbólica, el final del mundo romano como se lo conocía”, aseguró Jaruf.
De esta manera, el joven sultán de 21 años se ganó el apodo de “El Conquistador”. En su segundo mandato como sultán, hizo de su imperio el más poderoso del mundo y torció la historia de la civilización para siempre. Constantinopla se erigió como la capital de los otomanos y recibió el nombre de Estambul que se mantiene hasta la actualidad.
“A partir de allí se empezó a hablar de Imperio Otomano y Mehmed sentó las bases para la expansión de los territorios hacia Grecia y Chipre, que siguieron en disputa por mucho tiempo. Esto le abrió paso a la época dorada de los otomanos poco después de Mehmed II, en el siglo XVI”, relató.
Aquel niño hecho a un lado por su padre se convirtió en el sultán más famoso de la historia otomana y escribió una de las páginas más importantes de la humanidad.
Finalmente, un 3 de mayo de 1481, a los 49 años, falleció tras una expedición de conquista por el sur de Italia. “Dependiendo de las fuentes se puede leer una historia o la otra. No es lo mismo basarnos en las crónicas de occidente que en las otomanas. Lo que sí es seguro, es que su muerte sigue siendo una incógnita y no hay certezas reales de qué sucedió. Lo que podemos analizar es que tanto su nacimiento como su fallecimiento repentino, están envueltos en un velo de misterio”, explicó el especialista.
Por su parte, el Imperio Otomano, que derrocó a la temible Roma de la mano de Mehmed II, perduró hasta 1923. “El sultanato primero perdió el poder de tomar las decisiones políticas con la revolución de los jóvenes turcos en 1908. Luego perdió todo tipo de legitimidad con el Tratado de Paz de Versalles tras la Primera Guerra Mundial, que despertó la guerra civil turca liderada por Mustafa Kemal Atatürk, quien fue el padre de la naciente República de Turquía”.
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