Del chico que patea una pelota de trapo en el potrero de su barrio a la bailarina en ciernes o el aspirante a paleontólogo, ¿quién no soñó alguna vez con estar bajo los focos de la celebridad? Para Víctor Buso, cerrajero rosarino aficionado a la astronomía desde los 11 años, ese día llegó cuando se convirtió nada menos que en el primer ser humano en fotografiar el instante mismo en que comenzaba la explosión de una estrella, un fenómeno que se da ¡alrededor de una vez por siglo en cada galaxia!
La medianoche del 20 de septiembre de 2016, Buso se disponía a pasar unas horas dedicado a su pasión de cuatro décadas. Probaba una nueva cámara en el observatorio que había construido sobre el techo de su casa cuando quedó atónito. En las imágenes, de repente divisó un puntito donde antes no había nada. Se estaba convirtiendo en un testigo solitario de los primeros instantes de algo que los astrónomos nunca habían divisado: la explosión de una estrella, el nacimiento de una supernova. Por ese hallazgo, que se conoció este año, su nombre dio la vuelta al mundo.
Considerado uno de los eventos más repentinos y violentos del universo, este verdadero cataclismo cósmico se puede desencadenar a partir de estrellas masivas, varias veces más grandes que nuestro Sol, cuando agotan su combustible. El núcleo se condensa, pero la estrella se hincha hasta convertirse en una supergigante roja. Cuando llega a un punto crítico, y tras una serie de reacciones nucleares, explota generando ondas de choque inimaginables.
Las supernovas son objetos magníficos. Su brillo producido cuando la onda expansiva de la explosión emerge de la superficie estelar, luego de recorrer supersónicamente el interior de la estrella, puede igualarse al de toda una galaxia. Pero además, según los cálculos de los astrónomos, la probabilidad de que Víctor se encontrase precisamente en ese momento y en ese lugar, que fuera de noche y el cielo estuviera claro sobre su ciudad, es de una entre 10 a 100 millones. Fue necesario que a la suerte se le sumara el ojo entrenado de un observador atento. El nuevo objeto se ve tan débil en las imágenes que pasa desapercibido para muchos, aunque sepan que está allí. Buso supo identificar el espectáculo celestial que la naturaleza le ofreció y pronto interpretó que se trataba de un hallazgo histórico.
La calidad e importancia de esa detección le abrió las puertas de la fama: su nombre y su foto fueron reproducidos internacionalmente y llegaron a The New York Times que, como la mayoría de los medios anglosajones, es remiso a mencionar hallazgos ocurridos al Sur del Ecuador. Aun más importante es que su firma (y la de su amigo José Luis Sánchez, también aficionado a la astronomía) figuró, junto con la de astrónomos profesionales de títulos prestigiosos ganados en el país y en el extranjero, nada menos que en la revista Nature, una de las figuritas difíciles del mundo científico.
¡Qué historia! Sin duda, nunca volamos más alto que cuando lo hacemos en las alas de la curiosidad y la pasión.
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