El carillón porteño que se quedó mudo
Cuando lo emplazaron en 1930, en la torre del ex Concejo Deliberante, el ámbito no era apropiado; descansa en la terraza
Asomado sobre la pérgola semicircular del cuarto piso de un palacio estilo Luis XIV, se levanta un carillón de 30 campanas. Algunos dicen que es único en todo el continente; otros aseguran que cuando se colocó era el más grande del mundo y que el tañir de sus bronces era capaz de provocar hechizos.
No está protegido por gárgolas. Ni siquiera tiene un cuidador como Quasimodo, el jorobado campanero que vivía en la catedral parisiense en la obra "Notre Dame de Paris", de Víctor Hugo.
Es el carillón de la Legislatura porteña, un instrumento musical de 30 notas -cada nota, una campana- que se ejecuta por medio de una pianola.
En lugar de bestias mitológicas como custodios, el carillón está rodeado por los caños plateados de un poderoso equipo de aire acondicionado. En la terraza, sus campanas cuelgan a la intemperie en una estructura provisoria, pero desde hace 70 años.
En 1997, seis meses después de que la embajada alemana y el Concejo Deliberante pagaran 70.000 pesos por la reparación y puesta en funcionamiento del carillón, comenzó la refacción del Palacio Legislativo de la Ciudad. Para ello se le sacó la pianola y se demolió la habitación donde se ejecutaba. El lugar fue ganado por el motor del aire acondicionado.
El carillón es parte del patrimonio histórico de Buenos Aires, pero desde hace años no suena. Según aseguró el guardián del reloj de la torre, Alberto Selvaggi, pocas fueron las veces que sonó. Llegó en barco desde Alemania, en 1930, para la inauguración del palacio del Concejo Deliberante. Su arquitecto, Héctor Ayerza, le había reservado un lugar en las loggias (balcones) de la torre, pero una vez que fue instalado no produjo el sonido esperado.
El problema es que es imposible afinar una campana. Es más, una vez echado el metal fundido en el molde, sólo resta esperar que suene bien. La campana más grande del instrumento de la Legislatura, la que da la nota la , pesa 4800 kilos y la más pequeña, dueña de la nota re , 25 kilos. En conjunto, todas las campanas suman 27.000 kilos.
Al no conseguir el sonido esperado, Ayerza reclamó a la compañía alemana Weule, que había fabricado el carillón, y la firma explicó que el problema radicaba en su ubicación. Para demostrarlo, y para poder cobrar los 170.000 pesos (hoy, unos dos millones de pesos), la compañía levantó una instalación precaria sobre la terraza del edificio y puso en evidencia la excelente calidad del instrumento.
El fabricante explicó el problema: la torre del reloj no era un ámbito apropiado y las campanas necesitaban estar bajo techo, pero sin que las rodearan paredes, para que su sonido no rebotara. Sugirió su traslado a un lugar más amplio o, si no, que se ahuecara la torre. Pero el constructor no accedió: por su corazón debía pasar la estructura de un ascensor y la escalera.
La ubicación era transitoria y dejaba las campanas a la intemperie, pero el carillón permaneció allí. Desde entonces y por casi 70 años.
"Hubo muchos proyectos para trasladarlo. Con la proliferación de altos edificios en la zona, el tañir de las campanas rebota y se oye desafinado", explicó Selvaggi, especialista en relojes monumentales y único miembro argentino de la Sociedad de Relojeros de Inglaterra.
Las pocas veces en que verdaderamente sonó, el músico encargado de tocarlo fue Carlos María Morelli. La primera vez, en 1968. La ejecución fue todo un desafío. "Uno no puede practicar porque se escucha en toda la ciudad", dijo Morelli en aquella oportunidad.
Después no volvió a sonar: se colocaron parlantes en lo alto de la torre y, aunque muchos porteños se estremecieron al oírlo mientras se izaba o se arriaba la Bandera de la Plaza de Mayo, por más de diez años lo que sonó no fue otra cosa que una grabación en disco de pasta de aquella primera ejecución de Morelli.
¿La razón? Según explica Selvaggi, la estructura precaria no podía aguantar dos ejecuciones diarias. En 1997 decidieron poner en condiciones la estructura de hierro y reponer campanas rotas. En la reinauguración, fueron otra vez las manos de Morelli las que le arrancaron a la pianola las melodías del Himno Nacional y del alemán.
Seis meses más tarde, con la disolución del Concejo Deliberante, comenzaron las obras de refacción del Palacio Legislativo. La pequeña casilla de la pianola fue reemplazada por el motor del aire acondicionado.
No se escuchó más el carillón. Por él, no doblaron las campanas.
Mudanza inminente
- Por los pasillos del Palacio Legislativo corre un rumor: "La pianola no está porque se la robaron". El vicepresidente 1° de la Legislatura, Jorge Enríquez, aseguró que está guardada en la bóveda del Banco Ciudad y que se paga un "costoso seguro". Enríquez prometió que trasladará el carillón a las loggias de la torre, donde se lo colocó cuando fue inaugurado el edificio. Dijo que el carillón se "reestrenará" el 3 de octubre, cuando el palacio cumpla 70 años y que se organizará un concierto.