En el Golfo San Matías se encuentran estos destinos donde la tranquilidad, el entorno natural y los frutos de mar son los indiscutidos protagonistas
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El Golfo San Matías es un pequeño mar calmo de aguas profundamente azules que baña una costa virgen y agreste en la provincia de Río Negro, a 1000 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Tiene una intensa y sabrosa vida subacuática que es el sustento de pescadores artesanales que a diario salen a buscarla, y que forman parte del menú de cantinas marítimas que ofrecen estos productos frescos a lo largo de toda la costa.
Entre estas embarcaciones anaranjadas que cruzan sus aguas, el horizonte se confunde con el mar. Escondidas y apenas conocidas, una pequeña pléyade de playas perfectas brillan en esta geografía bendecida con aguas cálidas, primero visitadas por lugareños y, con los años, el boca en boca las ha instalado. Punta Perdices y Conchillas, dos de sus perlas, son conocidas como el “Caribe patagónico”. Su fama, bien merecida, ya ha trascendido las fronteras patagónicas.
Aisladas y separadas de ofertas turísticas tradicionales, estas playas conservan la calma y la tranquilidad de los primeros días en las que fueron descubiertas. Si no fuera porque se tiene la certeza de estar en la Patagonia, la referencia cromática de sus aguas, la temperatura y el poco oleaje que tienen, la comparación con el trópico es ineludible. Son playas únicas, incomparables con ninguna otra de la costa argentina. Una paciente y silenciosa cofradía las visita y las recomienda como si fueran de otro planeta.
“Es el Caribe en la Argentina”, afirma Adriadna Atanasakis, oriunda de Las Toninas. Llegó con su esposo atraídos por la fama de la tibieza del agua. “Es más cálida acá que en Las Toninas”, reconoce él, Néstor Maya. Como todos, hacen base en Las Grutas, que está a 80 kilómetros, por camino asfaltado, la gran localidad balnearia de la patagonia. “Sorprende el agua, tan transparente, y la sensación de estar aislados, muy protegidos —afirma—. Es increíble que estemos en nuestro país y que tengamos esta playa”, concluye.
Punta Perdices está dentro de la Bahía San Antonio, en el Puerto de San Antonio Este (en frente a San Antonio Oeste), un puerto de aguas profundas por donde salen todos los frutos de mar del Golfo San Matías. Es un pequeño poblado, con marisquerías que ofrecen platos muy frescos; literalmente recién pescados. El precio es otro imán que atrae. Un plato de vieras gratinadas se consigue a $800, una picada de mariscos a $700 y una cazuela de pulpitos a $900. El menú de estas pintorescas fondas incluye langostinos, almejas, lenguado, mero, salmón blanco y escabeches. La dieta durante la estadía en esta costa se resume a estos productos. No puede haber mejor opción.
“Al no tener arena, el agua no tiene sedimentos, por eso su cristalinidad”, sostiene Martín Brunella, fotógrafo y creador, que vive en El Nido del Pingüino, una playa apartada al sur de Las Grutas. Gran conocedor de costas secretas. Un colchón de conchillas multicolores, erosionadas y suaves, sirve como piso para enmarcar la belleza impactante de la playa. Se forman grandes piletones de aguas turquesas, la costa dibuja una pequeña y sugerente península. “Es maravillo estar acá”, resume Atanasakis.
¿Por qué el agua es cálida? “La Bahía San Antonio regula su temperatura. Es un lugar que se llena de agua y se desagota con mareas muy fuertes”, afirma Brunella. Las mareas suelen tener hasta ocho y nueve metros. Las conchillas, al quedar sin humedad, se calientan con el sol y, al llenarse, entibian el agua. Punta Perdices es una gran pileta climatizada natural.
“Son playas que año a año han logrado cautivar a más veraneantes por sus particulares características: su extensión, la calidez y transparencia de sus aguas en un entorno de conexión plena con la naturaleza”, afirma Marisol Martínez, secretaria de Turismo de Las Grutas. El secreto está en hacer base en Las Grutas, donde reside el epicentro del movimiento y servicios, y visitar las playas más solitarias, las llamadas “del puerto del Este”. Las distancias cortas y la buena conectividad hacen sustentable este plan.
De boca en boca
Hasta hace unos años, las playas “del Este”, el llamado “Caribe Patagónico”, eran solo conocidas por los lugareños. “Eran un tesoro guardado por los residentes para realizar playa o pesca deportiva también utilizada por gente de localidades vecinas ―afirma Martínez—. “El perfil de público que va a estas playas no busca estar apretado sino tener la posibilidad de espacio”, sostiene.
“La gente lo toma como un descubrimiento: estar en la Patagonia y no estar asociado al hielo y al frío ya lo hace un destino exótico”, sugiere Brunella. Con algunos food trucks, la onda de Punta Perdices es pasar el día entero saboreando frutos de mar e intercalando chapuzones. El espacio sobra. El distanciamiento es natural. El poco oleaje sugiere la idea de estar en un estanque. Uno perfecto.
“Vimos una foto, llenamos el tanque y manejamos diez horas, y acá estamos, conozco muchas las playas de México y Punta Perdices no tiene nada que envidiarles”, afirma Laura Tomas, que llegó desde la ciudad de Buenos Aires. “Te hace despertar todos los sentidos. Esta soledad te obliga a enmudecer”, completa.
A lo lejos, una familia se acerca al agua. Se sacan selfies. “No es habitual ver una playa con este color de agua”, afirma Natalie Bender, de Córdoba. “Es como estar en el trópico”, agrega Nicolás, su hermano.
Las Conchillas está sobre la ruta costera 1, la única patagónica que corre paralela al mar. Diez kilómetros de playas inmaculadamente blancas contrastan con el azul marino. Un pequeño cartel, curtido por la ventisca, anuncia esta playa. Es común ver autos detenidos con sus conductores absortos, ensimismados ante la imagen con señas surreales. Un puñado de casas se han levantado en el frente costero, un parador solitario recibe a los curiosos.
“Es un paraíso, no hay otra palabra para describir Conchillas”, afirma César Carballo, jefe de Cocina del Parador Nehuén. Hace seis temporadas que trabaja aquí. Nacido en Concordia, Entre Ríos, es residente de San Antonio Oeste (a 60 kilómetros). El nombre de la playa se debe al piso de conchas blancas que se funden en el mar. Es una visión de mar abierto. Un cielo líquido. “Es una gran pescadería”, sostiene Carballo, mirando el Golfo. “Cocino con todo lo que se pesca enfrente del parador”, señala.
“Estas playas son elegidas porque son agrestes y porque no son destinos que presten muchos servicios”, cuenta Brunella. La belleza de esta costa radica en la poca intervención del hombre, pero también en la proximidad de una localidad balnearia con luz propia, como Las Grutas. “Si te gusta el ruido, tenés esta Mini Mar del Plata; y si te gusta la tranquilidad, playas solitarias muy cerca”, sintetiza Brunella.
Los meses que vienen son esperanzadores. Las pocas chances de salir de nuestro país para hacer turismo vuelven muy atractivos estos destinos de naturaleza plena. “Este verano se espera mucha gente”, advierte Brunella. Muchos de los prestadores turísticos tienen todo reservado hasta los primeros días de marzo. ¿Por qué venir hasta el Caribe Patagónico? La respuesta es indubitable: “Esto es belleza pura”, resume Laura Tomás.
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