El calvario de la madre que vela por su hija en terapia
Anoche, Antonella Falcón era una de los dos internados con pronóstico reservado
OLAVARRÍA (De un enviado especial).– En un pasillo del Hospital Municipal de Olavarría, sentada junto a la entrada de la terapia intensiva, Silvia Sánchez contiene el llanto como puede, y por momentos no puede. Adentro, entubada, apenas consciente y con pronóstico reservado, está su hija, Antonella Falcón, 24 años, madre soltera de dos chicos. Antonella se vino desde Florencio Varela con amigos para ver al Indio, pero cuando el show ya había terminado sufrió una descompensación; la presunción es que fue por asfixia. Desmayada, comenzó a vomitar y según los primeros partes médicos tragó casi todo lo que vomitó. Sufrió un paro cardiorrespiratorio y sus pulmones se llenaron, lo que complicó su cuadro. Con dos muertos confirmados por la fiscalía, Antonella es una de los dos internados de gravedad que quedan en la noche del día después del concierto de Carlos Solari en Olavarría.
Antonella trabaja en un hotel como recepcionista y desde hacía algunos meses estaba ilusionada con este viaje. Ahorró peso sobre peso, dice su madre, que es tan soltera como la hija. El pasillo de la terapia está desierto y de golpe Silvia siente un impulso y se pone súbitamente de pie. Después encara la puerta de doble hoja. Después avanza sin ninguna enfermera que le pregunte a dónde va. Dobla dos esquinas y llega hasta una cama donde está su hija. Lo que vemos es una chica con los ojos entrecerrados, la cara joven a pesar del trance, los rulos negros, y los tubos que la desintoxican, bombeando de sus pulmones un líquido espeso que llena una botellita que tiene junto a la cama. Intenta hablar, Antonella. La madre se vuelca sobre la cama en un abrazo de dolor y la hija balbucea sonidos incomprensibles.
En la puerta del hospital Dr. Héctor Cura, Mariana, psicóloga del establecimiento, recibe y contiene a gente que busca gente. Hay una lista pegada en la pared de entrada con los nombres de quienes no aparecen. Para las nueve de la noche, no quedan internados en ningún otro centro de salud de Olavarría que no sean los que están aquí. Daniel Robles es el otro damnificado que sigue en terapia. Y Antonella, claro. “Somos dos leonas, va a salir”, dice la madre. Y sale, vuelve al pasillito, se sienta otra vez.
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