Nicolás Prado demoró en comprender el valor simbólico del Café Tortoni. Tiene 36 años y hace más de 30 que recorre el salón ambientado en la década del XIX, inspirado en el estilo parisino de la época, que se conserva idéntico. Conoce de memoria los cuadros de, por ejemplo, Benito Quinquela Martín, que parecen sostener a las paredes. En el Tortoni trabajaba su abuelo: de niño iba a visitarlo, a comer tostados mixtos y a jugar al pool.
Nicolás se puso el delantal un día después de cumplir veinte años. Arrancó en la máquina de café. Duró tres meses. Pasó a las mesas. Luego fue encargado. Y ahora es el gerente: el responsable de que todo luzca impecable, el conductor de las 45 personas que emplea el Tortoni y lo convierten en una PyME que cumple 160 años este viernes, es más antigua que la ciudad de Mar del Plata y huele a historia, a museo. En Avenida de Mayo 825, el Tortoni sobrevive en la era de las franquicias.
"El secreto de este sitio es hacer que la gente viva una experiencia", dice Nicolás. Parece el ejecutivo de una multinacional: viste un suéter negro, un pantalón a tono, zapatos y el pelo acomodado. Su imagen no condice con lo que hace. Cuando no está controlando el salón ni reunido en la sala César Tiempo –un recoveco repleto de fotos de artistas y libros de antaño que adopta de oficina– puede estar haciendo lo que ahora: cargando mesas, acomodando sillas, preparando la sala Alfonsina Storni –un espacio con capacidad para 60 personas– para un evento. Es que el viernes habrá una charla. Y el sábado un espectáculo. Y así hasta fin de año: el Tortoni es una especie de centro cultural con la agenda ocupada por actividades que ellos mismos organizan hasta el 2019. "Yo aspiro a que el día de mañana la gente recuerde que vino al Tortoni a hacer alguna actividad: algo más que tomar un café", dice Prado.
El café es preparado por un especialista. A los 52 años, Roberto Paz sirve alrededor de 900 tazas al día y lidia con los 260 kilos de café que el bar compra por mes. Prepara cada pocillo o jarrito con una precisión de químico en el laboratorio. En medio de la moda de los baristas, Paz aprendió a dibujar corazones y hojas con el vertido de la leche en el café. Muestra su trabajo con alegría, con orgullo. "Yo, por el Tortoni, hago cualquier cosa", dice mientras sonríe.
La sonrisa de Lucía Benegui es un mito viviente del Café Tortoni. Es la primera mujer de la historia del bar que atendió al público. El Tortoni tardó 151 años en emplear a una mujer. Lucía rompió la hegemonía de género en 2009 cuando Roberto Fanego, un histórico propietario del café, la rescató de un restaurante de Núñez que había cerrado. El salvataje fue una bendición.
A los 30 años sigue llevando a las mesas chocolates con churros –la dupla más demandada por los clientes–, y no tiene pensado irse. Ahora todo parece fácil: se mueve por el lugar con un paso arrollador, maquillada, impecable. Pero no siempre fue así. Conoció el bar a los 21 años, cuando la entrevistaron para contratarla, y a la semana se vistió de negro para levantar pedidos. El bar ni siquiera tenía un vestuario para que se pudiera cambiar. "Me dijeron que iba a ser la única mujer y pensé mucho si aceptar la propuesta. Por suerte los chicos me recibieron súper bien", dice sentada, tomando respiro de un salón impaciente y veloz. En la actualidad son tres mujeres en el equipo. Roxana y Lucía son las únicas mozas. "Ojalá vengan más", desea.
Para ser mozo en el Tortoni es requisito tener una memoria prodigiosa, como Ángel Sosa, quien lleva 45 años con la bandeja en la mano. Ningún camarero anota las comandas. No hay libretas ni lapiceras. "Con el tiempo te acostumbras", dice Lucía.
El salón que fue refugio de Jorge Luis Borges y Alfonsina Storni abre todos los días de 8 a 1 de la mañana y recibe a 1200 personas a diario que hacen fila en la puerta. El 75% de la clientela son turistas que arriban con la idea de conocer el icónico sitio porteño. La mayoría son brasileños que aprovechan el dólar barato para llegar a Buenos Aires, como Mauricio Boteilo quien dice: "Al armar el viaje en la agencia de turismo me dijeron que no me podía perder este lugar". Emanuele, su pareja, lo acompaña: "Superó todas nuestras expectativas", afirma.
También se encuentran extranjeros afincados en la Ciudad, como Lilo López, quien nunca había entrado a pesar de sus tres años como inmigrante: "Me encantó el ambiente, la historia. Y los mozos: tienen muy buena voluntad", asegura. También hay argentinos. María Belén Lico, porteña, adora el lugar. "Cada vez que entro me traslado a una época que no quiero que se pierda, que es parte de nuestra cultura", asegura.
"El Café fue testigo de todas las transformaciones de la ciudad", dice Nicolás, que con los años entendió la magnitud del lugar que dirige: es un sitio que existía cuando Buenos Aires era una aldea y que ahora resiste intacto su metamorfosis en metrópoli.
Tercera edición de FECA
El sábado 27 y domingo 28 de octubre BA Capital Gastronómica invita a una nueva edición de "FECA, Festival de Café". El evento con entrada gratis se realizará en la Plaza República del Perú (Av. Figueroa Alcorta y Salguero) ambos días de 10 a 21 horas.
En esta ocasión se celebra el 160 aniversario del Café Tortoni, ícono de Buenos Aires y nombrado de Interés Turístico y Cultural por la Legislatura porteña. El café notable tendrá un espacio destacado dentro del festival recreando uno de sus famosos salones y una muestra fotográfica que repasará sus años de historia.
Además habrá un mercado con 25 puestos de cafés notables de la Ciudad, cafés tradicionales y cafés modernos, todos con opciones desde $25 para degustar en el momento o llevarse a casa. También habrá ocho food trucks con distintas opciones de menú dulce y salado, más allá del café. En el auditorio los asistentes encontrarán charlas y talleres con pantallas para mejor visualización y habrá un sector especial con actividades para los más chicos.