Eduardo Nieva dejó Amaicha del Valle, un pequeño pueblo indígena de origen diaguita, a los 18 años. Se fue a Buenos Aires a estudiar abogacía en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora porque sintió que en su pueblo alguien debía entender derecho para poder defender los intereses de la propia comunidad. Lo que no sabía es que terminaría luchando por los derechos y el territorio de los pueblos indígenas en Washington y en la sede de la ONU en Ginebra, Suiza. Una experiencia que lo devolvió a Amaicha con las herramientas necesarias para tomar el cacicazgo y hacer crecer a su comunidad. Pero primero, debió curarse. Nieva había regresado casi sin poder caminar.
"Yo no sabía ni usar el tren. Me daba miedo subirme. Ni conocía San Miguel de Tucumán y me vine a Buenos Aires a estudiar Derecho motivado por un cacique que se llamó Reymundo Silva. Él no sabía lo que era una personería jurídica y me decía que eso alguien lo tenía que saber en nuestra comunidad. Entonces fui a la Universidad de Lomas. Luego se fueron abriendo caminos que no esperaba. Terminé caminando en las 10 manzanas desde donde se maneja el mundo, en Washington", dice Nieva.
Era un joven introvertido que se fue de su pueblo de 7.000 habitantes ubicado en el departamento Tafí del Valle, en el noroeste de la provincia de Tucumán, con una misión. En Amaicha el derecho lo enseñan las madres a través de la oralidad. Pero creyó que eso no iba a ser suficiente para defender los intereses de Amaicha en un mundo donde la situación de los pueblos originarios es compleja. "Yo era tremendamente tímido. Tuve un profesor que me decía que era un egoísta porque yo estudiaba y estudiaba pero nunca hablaba en clase. Él me obligaba a pararme y hablar y a mí se me subía un calor por todo el cuerpo. Pero él fue quien me ayudo a que pueda exteriorizar lo que sabía".
Terminó la carrera a los 24 y decidió concursar por una beca en el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en La Paz, Bolivia. Había tres lugares disponibles y el pudo ocupar uno de ellos por un trabajó que presentó sobre la propiedad ancestral de los territorios.
"Fui a estudiar a Bolivia y como se cumplían 50 años de la Organización de los Estados Americanos (OEA), me mandaron a Washington. Era 1997. Qué voy a hacer allá, me preguntaba. No sabía ni hablar el idioma. De pronto me vi caminando por las cuadras donde está el FMI, la OEA, la Casa Blanca, el Banco Mundial. Las vueltas de la vida son increíbles. Todos esos organismos me abrieron mucho la cabeza".
En Washington preparó junto a otros jóvenes la Declaración Americana de los Derechos Indígenas y fue a la sede de la ONU en Ginebra a defender ese proyecto. Una lucha tan enriquecedora como desgastante.
"Fueron años muy ricos. Fui uno de los principales abogados que defendió el proyecto. Llegué a debatir con embajadores norteamericanos mano a mano. Muchas de las personas con las que debatí, eran expertas en restringir derechos en vez de ampliarlos. Nosotros cumplíamos con todos los requisitos para ser considerados pueblos, pero igual nos decían que éramos etnias. Por eso había que estar bien preparado. Creo que en esos años me convertí en un buen luchador".
Luego de más de 15 años de viajar y debatir por el mundo, Nieva decidió volver a la Argentina. "Extrañaba mucho", dice. Él sufre de asma. Los cambios de clima y la exigencia de discutir en foros internacionales dañaron su estado de salud. "Yo pensé que me moría. Volví a Amaicha prácticamente sin poder caminar. El asma me estaba matando y directamente fui para despedirme de mi familia, pensé que se terminaba todo".
Nieva regresó a Amaicha para morir, o para curarse. Se reencontró con sus abuelos que los trataron con medicina tradicional. El tratamiento se basaba en tomar leche de burra y baños de inmersión. "Seis meses después, ya estaba caminando de nuevo. Igual, hay un gran componente de acá", dice mientras apunta a su cabeza. Entonces sus familiares le pidieron que se convirtiera en el cacique. Su comunidad estaba quebrada y dividida. Y así fue. Con solo 38 años se convirtió en el cacique más joven de su comunidad.
"En Amaicha había un cacique que usó recursos sin rendirle cuentas al pueblo. También había dividido mucho a la gente. Amaicha estaba devastada. Las divisiones internas en los pueblos son una maldición. Empezamos a trabajar con varias ONG para recuperar la institucionalidad de la comunidad y hoy, luego de mucho trabajo, hemos crecido mucho y tenemos una infinidad de proyectos muy grandes e interesantes".
Nieva ha revolucionado a Amaicha. Actualmente trabaja en conjunto con el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos para impulsar un proyecto de justicia intercultural, en donde puedan convivir la justicia del Estado y la justicia tradicional de su comunidad, conformada por un consejo de ancianos que debate y resuelve a través del consenso y el diálogo. Aunque este consejo suele encargarse de cuestiones más sencillas como herencias o problemas vinculadas al territorio o el robo, por ejemplo, de una cabra.
Las divisiones internas en los pueblos son una maldición. Empezamos a trabajar con varias ONG para recuperar la institucionalidad de la comunidad
"La idea es que, en caso de un delito grave, el consejo de ancianos también participe en el proceso judicial, aunque sea como querellante. Ahora estamos evaluando con el Ministerio cuál podría ser la participación del consejo. En Amaicha ya contamos con un Centro de Acceso a la Justica y nos ha visitado el ministro Germán Garavano". Esto formó parte de un programa del Ministerio llamado Corredor Norandino, en el que llevan en oficinas móviles a un médico y a un abogado para llegar a pueblos de difícil acceso para ayudar y asesorar a la gente.
Desde el 2015 que Nieva, junto con la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), desarrollaron una diplomatura en gobernanza indígena, donde actualmente Nieva es docente. Esta es la única universidad del país que brinda esta capacitación especifica en materia de derecho y gobierno para pueblos indígenas que fue impulsada por la decana de la facultad de derecho, María Fernanda Vazquez.
"La diplomatura se pensó con el objetivo de crear espacios educativos destinados a la apropiación y producción de conocimientos sobre las culturas indígenas, dentro de los nuevos paradigmas de protección y promoción de los derechos humanos. Mediante el acceso a nuevos conocimientos se facilitará el establecimiento y consolidación de estrategias para la gobernanza indígena y el buen vivir. Es fundamental contribuir a la formación de jóvenes líderes", dijo Fabio Arce, secretario de extensión universitaria y bienestar estudiantil de la facultad de derecho de la UNLZ.
Hoy Amaicha es una comunidad que crece sin perder su esencia. Tienen una gran cantidad de proyectos en marcha que son inéditos para una comunidad de este tipo. Han creado la Bodega Comunitaria los Amaichas que rompe con la estructura tradicional de cualquier empresa. Tienen un solo CUIT frente a la AFIP y no tienen individualizados a los que ahí trabajan.
"Todos somos uno -asegura Nieva- Esto es muy innovador. Acá todo es comunitario. Producimos 50.000 litros de malbec al año y 10.000 litros de vino criollo. Los excedentes de ganancias se vuelcan a la gente con préstamos a tasas bajísimas, del 12 o 14 por ciento. Este es un caso único. Hay que aprender a compartir. El mundo capitalista hace que caigas en el individualismo y en el encierro en uno mismo. Pero hay que darse la oportunidad de compartir lo que tenemos", concluyó.