"Mirá que soy grandota", le advirtió Jennifer Dahlgren por teléfono a la vendedora del local antes de ir a probarse vestidos. "¿Estás segura que tienen talles?", preguntó. Le dijeron que sí, que tranquila. Y fue. Estaba entusiasmada. Iba a ser una ocasión muy especial: la habían invitado a la gala del G20. Quería ponerse algo nuevo. Darle franco a los tres vestidos que intercala cada vez que tiene un evento de este tipo. Por eso, llegó al local con muchas ilusiones. Había vestidos de distintos diseñadores. Le separaron varios. Los colgó en el probador y cerró la cortina. Pero cuando se metió adentro de ese vestido que le había fascinado, se le anudó la garganta. No le cerraba la espalda. Sintió que la angustia le subía de a poco, igual que cuando era adolescente y entraba al aula y sus compañeros se burlaban de ella por su estatura.
A los 34 años, ella que es atleta olímpica, que es tres veces campeona sudamericana en lanzamiento de martillo, que es hermosa y tiene un cuerpo que es pura masa muscular, volvió a sufrir el bullying de no encajar con un ideal de belleza.
En mitad de su angustia, grabó un video que subió a las historias de Instagram y en cuestión de horas se volvió viral. Porque no era un drama que le ocurría solamente a ella. Siete de cada diez argentinos tienen problemas para encontrar ropa de su talle, siempre o frecuentemente, según la última encuesta que hizo la organización AnyBody. Y esto incluye a hombres y a mujeres.
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"Esta es una mala práctica de la industria de la moda, que impacta en la salud emocional y física. Es una forma indirecta de decirle a alguien que tu cuerpo no está bien. Si querés ser parte de la sociedad tenés que cambiar tu cuerpo. Ofrecer talles que no se corresponden con los cuerpos que tenemos los argentinos es una forma de bullying que lastima mucho", apunta Shanon Haywood, directora de AnyBody.
El video de Jennifer causó impacto porque puso en palabras algo que les ocurre a miles de mujeres cuando quieren comprarse ropa.
"Ese vestido hermoso que vieron era el más grande que tenía la chica. Era divino pero no me entraba. Tenía toda la espalda abierta. Y es un bajón porque me pasa siempre. Y es muy difícil tener una autoestima sana cuando la sociedad te marca todo el tiempo, de diferentes formas que vos no encajás. Y la ropa es una de esas grandes frustraciones que yo tengo", dice Jennifer en el primer tramo del video.
"Me invitaron ahora a una gala re linda, del G20, el 30 de noviembre y apenas me dijeron salí a buscar vestido sabiendo que iba a tener este problema de encontrar cosas y casi que prefiero que no me inviten. Porque es una frustración. Siempre termino peor que antes. Frustrada con la situación, con el talle, con todo. Y a los 34 años, cuando pienso que superé un montón de cosas, me pasa algo así y siento que volví a cero. Y termino llorando sola en mi auto", termina el video.
Después del estallido Una semana después de aquella explosión, Jennifer está sorprendida por todas las cosas que ocurrieron. Por los miles de mensajes que le llegaron para hacerla sentir que no es la única. Incluso varios diseñadores se ofrecieron a vestirla y ella eligió a Santiago Artemis, el millenial que vistió a Katy Perry y Britney Spears. "Yo te visto, tesora", le dijo por Twitter. El miércoles ya se reunieron y eligieron un modelo: el que va a lucir en la gala del G20 y que por ahora mantienen en secreto.
"También me escribió una chica de 16 años que me dijo que a ella le pasa siempre, que está esperando cumplir los 18 para operarse toda. Y una mamá que me contó que su hija tanto quería entrar en el talle de la marca que le gustaba que se volvió anoréxica y falleció el año pasado. Y así muchas historias terribles. Ahí me di cuenta que esto no era algo que me pasaba sólo a mí. Hay algo muy dañino en la industria de la moda que nos grita que no encajamos. Tenemos que entrar en la ropa en lugar de que la ropa le quede a nuestro cuerpo", dice Jennifer que ya era embajadora del Inadi y ahora se convirtió en la abanderada de la aceptación del cuerpo.
Jennifer tiene la disciplina de los deportistas de alto rendimiento. Todas las mañanas entrena tres horas. Después, sale a andar en bicicleta por Vicente López, visita a sus sobrinos, les hace licuados de espinaca y teje crochet. Sigue una dieta estricta: con prioridad de proteínas, que le permite que el 54% de su cuerpo sean músculos. Nació hace 34 años en San Isidro. A los dos años, sus papás se mudaron a Estados Unidos. Después a Brasil. Cuando ella era adolescente volvieron a Argentina. Y entonces empezaron los problemas que nunca antes había tenido. Las cargadas, el bullying.
Una mañana, entró al aula y sus compañeros habían dibujado una heladera de dos pisos, con brazos y piernas y el nombre Jenny en el pizarrón. Todos se reían y la señalaban y allí nació esa angustia de sertirse "grandota". Por mucho tiempo, Jennifer sintió que esa era la única palabra que alguien usaría para describirla. "Si un chico me decía que era linda, pensaba que se estaba burlando de mí. Yo soy robusta, grandota. Todos los días alguien me decía gorda o machona. Y es muy difícil vivir eso en la adolescencia", cuenta. El hostigamiento llegó al extremo, un día en la clase de química, cuando le prendieron fuego el zapato que llevaba puesto.
Muchos años después, Jennifer pudo hablar de lo mal que lo había pasado en la secundaria con sus compañeras. Muchas le pidieron perdón y contaron cómo ellas mismas había sufrido por no encajar. "Las peores agresiones no eran físicas sino verbales, porque potenciaron mis inseguridades. Y los varones fueron los que más me lastimaron. Y jamás me pidieron perdón", cuenta.
El bullying no acababa en la escuela: cuando sus amigas iban a comprarse ropa al shopping, Jennifer iba con ellas, pero jamás entraba a los locales. "Ni siquiera miraba vidrieras, porque nada de esa ropa me iba a mí. Y eso me hacía sentir muy triste", cuenta. Nada de eso le pasaba cuando vivía en el exterior. Allí jamás se sintió fuera de rango. Tampoco nunca le quisieron cobrar más caro por un talle más grande.
Cuando tenía 14 años, una profesora de gimnasia la invitó al Cenard y allí conoció el lanzamiento de martillo. "Fue amor al primer lanzamiento. Sentí que ahí mi cuerpo grande en lugar de ser un motivo de humillación era una ventaja. Y encontré un espacio para mí. Pero, sin darme cuenta, separé la deportista de la mujer. Generé dos Jenny: una, la deportista, exitosa, que viaja por el mundo y gana medallas. La otra, la mujer que convive con sus inseguridades de no ser linda, de no encajar", dice.
Cuando tenía 30 años, un día la convocaron de ESPN para ser parte de una campaña que buscaba mostrar el cuerpo de los atletas al natural. La primera reacción de Jenny fue decir que no. Pero la propuesta la llevó a enfrentar sus inseguridades y a animarse a desnudarse frente a una cámara.
Después, presentó una serie de cuentos que había escrito a una editorial y se los publicaron. El martillo volador, uno de los cuentos es su propia historia, desde el bullying a la aceptación personal. También dio una charla TED en Mar del Plata y después se animó a convertirse en una embajadora del Inadi para hablar sobre bullyng y body positive.
Pero todas esas credenciales se derrumbaron como un castillo de naipes frente al cachetazo de no entrar en un vestido.
"Hablando con Santiago (Artemis) decíamos cómo la ropa nos afecta y hace que uno se pase al lado no sano para querer conformar algo que no es real. Yo amo mis piernas, mis brazos, mi espalda. Trato de amar también mis partes blandas. Pero soy tan fuerte como mi punto más débil. Te das cuenta que las cosas que te hirieron en el pasado, todavía te pueden lastimar. Pero también descubrí que si mostrar tus cicatrices, le mostrás a otro que también puede sanar", dice.
Cómo es el cuerpo de los argentinos
Las medidas antropométricas del biotipo argentino juegan en contra: somos large, tenemos cuerpos grandes, que para las mujeres de entre 20 y 24 años se traduce en 1,60 m de altura y más de 60 kg de peso y para los hombres de esa misma edad, en 1,74 m y 74,4 kg. Esta realidad se traduce en que el 83% de los argentinos considere que debe bajar de peso.
Large es el talle promedio de la población, según los primeros resultados de un estudio que está realizando el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), para determinar cómo es el cuerpo de los argentinos. El dibujo de la mujer real que arroja el promedio, después de medir mediante un escáner 3D a personas de todo el país, no se parece en nada a las medidas del cuerpo ideal, que proclama una talla de 90 cm/60 cm/90 cm, para busto, cintura y cadera.
En cambio, la cintura de las argentinas mide en promedio 80,6 cm, que está más de 20 cm por encima del ideal de belleza, y tienen un contorno de busto de 95,2 cm, apenas superior al del supuesto cuerpo perfecto. La cadera es de 93,1 cm. Quiere decir que somos más anchas de cintura y menos voluptuosas de lo que solemos pensar, aunque bastante proporcionadas. Las medidas del hombre argentino promedio son 100,8 cm/89,6 cm/94,6 cm.
Los datos surgen de un censo de medidas que viene realizando desde hace cuatro años la división de textiles del INTI.
A la hora de definir cómo es el cuerpo de los argentinos, los resultados indican que tenemos cuerpos grandes. Y en realidad ese talle L debería transformarse en un M, porque es el promedio de la población.
Pero, ¿cómo nos sentimos con nuestros cuerpos? Otro estudio, que realiza la organización AnyBody todos los años, indica que apenas el 28,2% de los argentinos considera que su talle ideal y su talle real coinciden. Es decir que sólo tres de cada diez argentinos se sienten a gusto con su cuerpo. En cambio, al ir a comprar ropa y no encontrar talle, suelen aparecer sentimientos como depresión, baja autoestima, culpa. Muchos deciden iniciar una dieta después de intentar entrar en ese jean que no les queda.
"El problema es que no se cumple la ley de talles. En el país no tenemos una sino 14 leyes provinciales y municipales. Pero las medidas no coinciden. No es lo mismo un tall L en Córdoba que en Buenos Aires", explica Shanon Haywood, directora de Anybody. Además, algunas de las leyes de talles se basan en las normas IRAM que no corresponden a los cuerpos argentinos sino europeos, de hace varias décadas.
"Por eso es tan importante que exista una ley de talles nacional, que exija a las marcas tener un rango de ocho a diez talles y disponibilidad en la colección actual. Además, necesitamos los resultados de la medición del INTI, para tener datos concretos de cómo es el cuerpo argentino, en las distintas provincias", apunta Haywood.