El bisabuelo que se convirtió en el gurú tecnológico de la familia
Autodidacta y con espíritu enérgico, a los 81 años Aldo Zanín es el encargado de llevar adelante la tecnología de la casa
Su familia se sorprendió el día que les comentó que todos los archivos de la computadora se podían guardar en un elemento finito y minúsculo: "¿no tenés un pendrive?" dijo a fines de los noventa cuando el CD seguía siendo uno de los medios de almacenamiento más común para quienes tenían una PC en sus casas. Así fue que Aldo Zanín se convirtió en el bisabuelo techie de la familia y, hoy, con 81 años sigue dando cátedra sobre el tema a sus cinco hijos, nueve nietos y dos bisnietos.
“Todavía recuerdo el momento en el que mi papá me enseñó a usar un archivo USB”, cuenta Ivana, una de sus hijas. “Estaba desesperada porque no tenía un DVD en casa y necesitaba guardar unos documentos. Entonces, llegó él con este dispositivo, y como si se tratara de un chico de 20 años que la tenía re clara con la tecnología, me explicó que cumplía la misma función. Yo ni sabía cómo enchufarlo”, dice entre risas.
Esa fue la primera de muchas clases tecno que tendría toda la familia Zanín. “En 2000 me jubilé, entonces comencé a buscar alguna actividad que me mantuviera en movimiento. Me anoté en la Universidad de la Tercera Edad de Lomas de Zamora y empecé a tomar cursos de computación”, cuenta Aldo. La Universidad también le sirvió para estar en contacto con otros abuelos con las mismas inquietudes. Ahí creó un centro de estudiantes llamado Asociación de Alumnos del Programa Unite (APU) donde, entre otras funciones, digitalizó todos los documentos administrativos.
“En casa cada vez que tenemos que hacer algún retoque de Photoshop lo hace mi papá”, cuenta Ivana. Su destreza con la tecnología, además, lo llevó a mostrarles a sus hijos cómo manejar distintos programas para facilitarles el trabajo. “Le enseñé a mi hija a usar el Corel Draw y otros programitas que manejo bastante bien”, relata mientras le abre la puerta al técnico en computación y le indica dónde está ubicada su PC. “Tengo todos los documentos subidos a la nube, así que no corremos riesgo de que se pierdan”.
Con una biblioteca digital de siete mil fotos, un sitio en Wordpress que maneja junto a sus “compañeros de la facu”, como los llama él, no resulta raro que a esta altura también haya dejado su huella en las redes sociales. “Tengo mi propio Instagram,Facebook y me manejo bastante bien con Skype. Twitter no uso mucho, no me gusta”, explica. En la mesa de los domingos de los Zanín la tecnología siempre está presente. “Con Agustín, mi nieto de 12 años, hablamos el mismo idioma. Él la tiene muy clara así que siempre nos contamos las últimas novedades”.
Del sulqui al prendrive
“Un autentico pionero, valiente y autodidacta”, así lo define su familia. Si revisamos la historia de este bisabuelo podemos entender el porqué de estas palabras.
Aldo se crió en el campo, en un remoto pueblito del noroeste de Buenos Aires llamado Ingeniero Balbín. A los 13 años, su padre decidió mudarse a Germania, otra localidad del Partido de General Pinto, para instalar un local de Ramos Generales. “Ahí viví hasta mis 21. Siempre fui una persona muy inquieta, con ganas de aprender y crecer. Mi primer trabajo, lejos de mi padre, fue en una empresa llevando la contabilidad”, recuerda. Así fue como con sólo sexto grado en su haber y un libro de contabilidad de primer año, llevó adelante las cuentas de la empresa que luego se convertirían en un éxito indiscutido. “El único colegio secundario había quedado a 100 kilómetros de mi pueblo. En invierno hacía mucho frío y se hacía difícil llegar en sulqui. El trabajo era prioridad así que nunca pude siquiera empezarlo. Digamos que todos mis conocimientos los fui adquiriendo sobre la marcha”, confía.
Además de sus clases de computación, también incursionó en idiomas, jardinería, teatro y folklore, su otra pasión. “Tenemos un grupo con el que bailamos todos los domingos en la plaza de Lomas de Zamora, en peñas y colegios. Me hace bien seguir activo”, confiesa y lanza un mensaje final para sus coetáneos: “Busquen algo que les haga bien, que los llene. Siempre digo que la que se arruga es la piel y no el espíritu, y que el hombre envejece cuando deja de tener sueños y proyectos”.
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