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Poco después de terminar la misa en la iglesia San Francisco Solano, el padre Carlos Mugica se dirigió a su Renault 4 de color azul. Eran las 20.15 del sábado 11 de mayo de 1974. Iba acompañado por Ricardo Capelli y su pareja. Antes de llegar a su vehículo, desde un Chevy de color verde bajó un joven que le disparó varias veces con una pistola automática. Desde el coche, una segunda persona descargó una ráfaga de ametralladora.
El cura cayó sentado mirando contra la pared. El agresor se acercó para darle el tiro de gracia por la espalda. La secuencia fue testimoniada por la gente que salía de la iglesia. Uno de ellos trasladó a los heridos en un dramático viaje al Hospital Salaberry, con un Citröen 2CV, entre gritos de dolor y borbotones de sangre.
Mugica recibió un balazo en el abdomen, uno en el centro del pecho, uno en el codo izquierdo y otro que le perforó el brazo izquierdo y se alojó en el pulmón. El último tiro fue el citado, en la espalda. Pero llegó consciente al hospital. Allí les pidió a los médicos que operen primero a Ricardo, su amigo. El padre Jorge Vernazza le dio la extremaunción y fue declarado muerto a las 21.50. A Capelli se lo llevaron al Hospital Rawson. Se salvó. Hace unos años, en una charla que dio en la Escuela de educación media en Junín recordó: "Me hicieron 14 operaciones en dos días. Seis con anestesia y ocho sin nada. Mi anestesia era morder un trapo o algo". Dijo que pidió ayuda para que lo saquen del hospital incluso cuando no tenía el alta, porque tenía miedo de que lo mataran.
Entre los muchos cambios que se produjeron tras el regreso de Perón al país en los 70, Mugica había renunciado a su cargo como asesor del Ministerio de Bienestar Social en agosto de 1973. "Discrepo fundamentalmente con la política del Ministerio de Bienestar Social con relación a las villas miserias –dijo-, ya que se les niega a los villeros toda participación creadora en la solución de sus problemas". Además, se quejó por la disolución de la Comisión Municipal de la Vivienda, que restaba posibilidades a las necesidades habitacionales de la época.
También había expresado públicamente su malestar con el grupo Montoneros tras el asesinato de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT. "A Rucci lo mataron los Montoneros. No es una cuestión de opinión, es la verdad. Los guerrilleros no son el pueblo. Son pequeños burgueses intelectuales que aprenden la revolución en un libro, no en la realidad. Juegan con el pueblo. Le quitaron una alegría tremenda al pueblo de experimentar a Perón presidente, dos días después de haber sido elegido. Y crearon un clima de miedo imperdonable".
Las pericias y un velatorio con incidentes
Los peritajes demostraron que entre los tiros que impactaron en las víctimas y los que estaban en las paredes se dispararon 20 proyectiles, lo que confirmó la versión de que se utilizó una ametralladora.
Mientras tanto, el cuerpo del padre fue llevado a la iglesia San Francisco Solano, donde se celebró una misa. Por la tarde a la parroquia Cristo Obrero de la que era titular. Se cantó la marcha peronista y hubo inicidentes cuando llegaron al lugar los diputados de la Juventud Peronista Leonardo Bettanin y Juan Carlos Añón. Los echaron del lugar entre puñetazos y patadas mientras la gente gritaba: "¡Traidores, asesinos!".
Una multitud se acercó al lugar y quiso pasar frente al féretro del sacerdote tercermundista y precursor del movimiento de los curas villeros. Un hombre con fuerte influencia política en sus ideas. Para tranquilizar a todos, se informó que se celebrarían varias misas sucesivas.
Amenazas y atentados
Mugica ya había sido víctima de atentados. El 2 de julio de 1971 estalló una bomba en la casa de sus padres, dónde él ocupaba una habitación. Y varios de sus allegados dijeron que en las semanas previas al asesinato, había recibido múltiples amenazas.
Montoneros descartó su responsabilidad en el crimen y señaló a la Triple A en un comunicado que dio a conocer el 12 de mayo de 1974: "Se trata de bandas armadas de la derecha política". Durante décadas, la investigación atravesó demasiados estados, versiones, dichos y desmentidas.
En 1984, Juan Carlos Juncos, vinculado con la Triple A, confesó el asesinato y dijo que se trató de un pedido de José López Rega. Incluso señaló que el ex ministro de Bienestar Social fue el que le entregó las armas para el crimen. Pero unos meses después se desdijo y muchos consideran que su declaración fue mendaz. También se señaló como instigador a Rodolfo Almirón, jefe de seguridad de López Rega.
En 2012, el juez Norberto Oyarbide emitió una resolución en la que afirmó que Mugica fue asesinado por la Almirón y la Triple A. Y el testimonio de Capelli tuvo un peso importante en el fallo que la jueza María Servini de Cubría emitió en 2016, cuando condenó a cinco integrantes de la Triple A por el crimen. Algunos de los acusados murieron. Otros están en libertad hasta tanto no exista una sentencia firme.
El regreso a la Villa
Por una gestión del Equipo de Sacerdotes para las Villas, el 9 de octubre de 1999, los restos del padre Mugica fueron trasladados desde el cementerio de la Recoleta a la parroquia Cristo Obrero, de la Villa 31, donde ejerció su apostolado. La ceremonia que fue encabezada por el por entonces arzobispo metropolitano, el monseñor Jorge Bergoglio.
“Oremos por los asesinos materiales, por los ideólogos del crimen del padre Carlos y por los silencios cómplices de gran parte de la sociedad y de la Iglesia”, pidió Bergoglio.
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