El argentino más buscado por el FBI
Más de 70 mujeres lo denunciaron por apropiarse de su material genético en una clínica de California
Ricardo Asch no se da por vencido. El médico argentino buscado por el FBI porque habría robado los óvulos de al menos 74 pacientes prepara un congreso mundial de fertilización asistida en Montecarlo.
Pero Estados Unidos no olvida al protagonista principal de uno de los fraudes más resonantes de la historia de ese país. Tampoco las mujeres que confiaron sus óvulos al cuidado de Asch y un día descubrieron que el médico los había usado, sin ninguna autorización, para dar vida en el vientre de otras mujeres.
La detención en Buenos Aires y posterior fuga de un médico chileno y presunto cómplice de Asch, hace pocas semanas, le agrega un nuevo e impensado capítulo a la saga.
Escándalo en California
Asch es un pionero en técnicas de fertilización asistida reconocido en todo el mundo. Trabajaba en una clínica de fertilización afiliada a la Universidad de California, donde también enseñaba, hasta que en 1995 se desató el escándalo.
Tras una megainvestigación del FBI, en la que colaboraron el Instituto Nacional de Salud, la dirección impositiva, el servicio aduanero, el ente regulador de drogas y alimentos, el servicio de investigaciones del Departamento de Defensa y el colegio médico de los Estados Unidos, Asch fue procesado por defraudación junto con dos médicos chilenos que colaboraban con él en la clínica, José Balmaceda y Sergio Stone .
Los cargos más graves recayeron sobre Asch: fue acusado de robar de la clínica universitaria los óvulos congelados de sus pacientes y de implantarlos en otras pacientes que buscaban quedar embarazadas.
El escándalo fue mayúsculo. Una mujer se enteró de que otra había dado a luz a mellizos con óvulos suyos robados de la clínica. Además de demandar a los médicos y la Universidad de California, exigió la custodia compartida de los mellizos. Otro bebe concebido en la clínica de Asch murió de sida a los 18 meses de nacer. El padre era bisexual.
En la investigación se descubrieron otros presuntos delitos. Asch, Balmaceda y Stone fueron procesados por estafar a las aseguradoras médicas. Resulta que muchas aseguradoras no cubrían tratamientos de fertilización como los que se practicaban en la clínica de Asch. Entonces, según el FBI, los médicos fraguaban documentación para hacer parecer que los pacientes habían recibido tratamientos distintos que estaban cubiertos por las pólizas de las aseguradoras.
(Algo similar ocurrió en la Argentina el mes pasado, cuando se descubrió que 50 mujeres policías inventaron enfermedades para implantarse siliconas.)
Además, Asch y Balmaceda fueron procesados por importar y utilizar drogas argentinas no aprobadas en los Estados Unidos. Según artículos publicados en diarios norteamericanos, Asch habría embolsado más de medio millón de dólares por la venta de estas drogas experimentales. También se les imputó delitos impositivos.
Días de gloria
Lo increíble del caso es que Asch no necesitaba el dinero, o, quizá, lo necesitaba demasiado.
Tenía dos casas junto al mar, una valuada en dos millones de dólares y la otra, en 1,1 millón. Era dueño de cinco automóviles, incluyendo una Ferrari y un BMW. Amante de los caballos de carrera, era propietario de cinco pura sangre. Amigo personal de Andre Agassi, más de una vez disfrutó del torneo de Wimbledon desde el palco del millonario tenista. Gozaba de estabilidad laboral de por vida en la Universidad de California, donde recibía un salario anual de 120.900 dólares, más los ingresos que obtenía de la práctica privada.
Era un médico famoso, hijo de otro médico famoso, y había nacido en la provincia de Buenos Aires hace 53 años. En 1975 partió para los Estados Unidos con una beca de la Universidad de Georgia para estudiar endocrinología. A partir de 1978 se especializó en fertilización en la Universidad de Texas.
La fama le llegó en 1984, dos años antes de llegar a la Universidad de California, cuando nació el primer bebe por el método que él había desarrollado, llamado GIFT, que consiste en mezclar óvulos y espermatozoides fuera del cuerpo para ser implantados en las trompas de falopio. Desde allí, tras la concepción, el embrión se mueve al útero. Es comparable a la fertilización in vitro, pero en este último caso el embrión se implanta directamente en el útero.
Con el método GIFT, Asch se convirtió en una eminencia mundial. Publicó seis libros y más de 300 trabajos. Obtuvo 30 membrecías en sociedades científicas, incluidas la Sociedad Nacional Americana de Fertilidad y la Sociedad Internacional Europea de Reproducción Humana. Entre 1991 y 1995 dictó conferencias en Francia, Panamá, la Argentina, Italia, Japón y España.
En 1995, ante la inminencia de los procesamientos, Asch y Balmaceda se fugaron de los Estados Unidos. Stone, en cambio, se quedó y fue arrestado en abril de 1996. Tras pasar un mes en una prisión federal, Stone pagó una fianza de tres millones de dólares y puesto en un régimen de libertad vigilada.
En 1997 recibió una condena de cuatro años, que cumple en su casa de Villa Park, California, con una tobillera electrónica que no le permite alejarse más de 200 metros de su vivienda.
La universidad lo suspendió, pero su estabilidad laboral le permitió seguir cobrando puntualmente el 80% de su salario de 90.000 dólares anuales hasta marzo del año pasado, fecha en que se convirtió en el primer profesor expulsado en la historia de la universidad. Asch fue expulsado seis meses más tarde. (Balmaceda no gozaba de estabilidad laboral y su contrato fue rescindido a poco de estallar el escándalo.)
La universidad también debió hacerse cargo de más de 21 millones de dólares en gastos legales y acuerdos judiciales con las 72 mujeres que iniciaron demandas por robo de óvulos. En realidad, lo pagaron los residentes de California, ya que se trata de una universidad pública estatal.
Fugitivos
Tras su huida de los Estados Unidos, Asch se instaló en México DF, donde fue contratado por el prestigioso Hospital Angeles del Pedregal. En 1996 concedió varias entrevistas desde allí, en las que negó terminantemente su responsabilidad en los hechos que se le imputan.
Dijo que si el paciente A necesitaba un óvulo y una enfermera le decía que los del paciente B servían, nunca se detuvo a pensar que hacía falta la autorización del donante.
"Yo no soy un administrador. Nunca fue mi trabajo. Nunca sentí que era mi responsabilidad", le contó al Orange County Register, el diario que ganó el premio Pulitzer de investigación en 1996 por sus artículos sobre la clínica de Asch.
Consultado por La Nación el miércoles pasado, Asch dijo que no quería hablar del asunto. Tampoco quiso hablar del congreso mundial de fertilidad que organiza, como director académico, y que se llevará a cabo los próximos 11 y 12 de octubre en Montecarlo, Mónaco, según se anuncia en una página de Internet.
"Infórmese bien. Yo no soy un fugitivo de la justicia norteamericana. Viajo por todo el mundo y no tengo ningún problema", apuntó.
Dijo que está al tanto de la reciente detención de su colega Balmaceda, en Buenos Aires, por la misma causa que se lo busca a él.
"Es un problema de Balmaceda, yo no tengo nada que ver", dijo
Asch no se rinde. Antes de despedirse, preguntó, desafiante: "¿Y quién dice que no puedo entrar en los Estados Unidos?"