El año del after beach
En Pinamar el día de playa se extiende más allá de la puesta del sol, instalándose con fuerza en los paradores. Música, fiestas, deportes y juegos son algunas de las excusas que ofrecen un bonus track esencial: más tiempo para disfrutar en familia y con amigos
En Buenos Aires la sensación térmica es de 34 grados. Son las cinco de la tarde y los que salen de la oficina intentan llegar a sus casas. Los que pueden y tienen ganas, van al gimnasio. Los que prefieren un trago organizan con sus compañeros y salen a algún bar. Todavía con la camisa y el saco puestos, bolso en mano, van en busca de algún local que a partir de las 7 les ofrezca un 2x1. Muchos ya tienen su preferido: es el tan ansiado after office. En Pinamar hace el mismo calor y aunque se trate de turistas, la rutina cambia, pero no desaparece: se transforma en el after beach. Y aunque suene paradójico, este after es, sobre todo, en la playa.
Por la tarde la arena se relaja: se ven más sonrisas, más juegos, más música. El calor no agobia, y el clima es ideal para tomar algo, compartiendo en familia con amigos. Los paradores tienen actividades para todos los gustos. Hay espacios tranquilos, para disfrutar de algo rico mientras los más chicos juegan. Otros apuestan a deportes como el hockey y el rugby, y los más alejados, a las actividades acuáticas como el windsurf, kitesurf o stand up paddle. Y también están los que eligen atraer a los jóvenes con fiestas de la nieve, de la espuma y la original Happy Holi, donde se arrojan polvos de colores para terminar bailando, todos pintados, al ritmo del DJ.
Cuando no están en el agua, a los más chicos les cuesta soltar el teléfono. Sin embargo, hay un momento en que lo guardan en el bolso y se alejan. Ese instante es el del juego, en cualquiera de sus variantes.
A unas cuantas cuadras de Bunge está Terraza del Alba, donde Natalia Lavi mira a su hija jugar un partido de hockey. "Nos encanta venir a este balneario de deportes. Cada año lo exprimimos al máximo, para mí es como estar en un all inclusive", dice. A la tarde, después de un lindo día de playa, Natalia puede elegir además hacer spinning, zumba, aeróbico. Si el día está feo, va a las clases de yoga, Pilates o se hace las manos. Su after beach es casi tan movido como su after office urbano.
Otros balnearios también tienen canchas de fútbol, voley y básquet para moverse después de un día en el mar. Los más chicos juegan con sus papás, y los adolescentes prefieren hacerlo con sus pares. "Es como un club de playa. Mis hijos se pueden manejar solos y yo me siento seguro", cuenta Guillermo Fernández Molina, un neurocirujano de La Plata, que viene a Terraza del Alba cada año.
Para los deportistas con un nivel más pro y que conocen Pinamar, la movida está en el Norte. Es un lugar al que se puede acceder solo en camionetas 4x4 o cuatriciclos. La Deriva, El Más Allá y Sport Beach son los preferidos. Hasta ahí llegan, listos para hacer kite o windsurf. Algunos, incluso, eligen el kayak o practicar stand up paddle, el deporte que desafía a hacer equilibrio sobre una larga tabla y trasladarse con la fuerza de los brazos, impulsando un remo.
Pero también, claro, hay tiempo para compartir en familia las diversiones playeras mundanas. Por ejemplo, un partido de tejo. No hay otro lugar ni otro momento. Es ahora, en Pinamar, cuando un papá apoya su talón en la arena mojada y arma un rectángulo que se transformará en la más profesional de las canchas para su hijo. Un poco más allá, dos hermanas se olvidan de pelearse por la ropa y juegan a la paleta.
Más cerca de las playas del centro, un grupo de chicos cuenta pases con una pelota de rugby. La tarde avanza, ya son casi las seis, y ellos se divierten haciendo deporte. Pero en apenas unos minutos, la postal va a cambiar. Y todos van a bailar al ritmo de la música que toque el DJ del parador. Las chicas van a sumarse pronto.
Divino tesoro
La playa a las seis de la tarde es el terreno de los teens y de los veiteañeros. Lo dice Eduardo, un empresario y conocedor de esta ciudad que desde que tiene uso de razón pisa las arenas pinamarenses. Es que los que veranean en grupo, con amigos, se despiertan al mediodía y recién cerca de las cuatro de la tarde llegan a la playa. A las seis están en su máximo esplendor. Cuando Eduardo era chico, lo más divertido –lejos– era la playa a última hora. Y hoy también. "Hay menos gente que pueda molestarse por la pelota o por el bullicio", sonríe.
Mientras va cayendo el sol, los paradores Ufo Point, Boutique Club de Mar y Cabo Blanco se encienden. Durante el día son balncearios familiares, con todos los servicios, pero al atardecer empieza la transformación. Aunque el after beach depende mucho del clima, los jóvenes no abandonan fácilmente sus espacios. Los recitales se hacen a esa hora, igual que las fiestas que promocionan las marcas.
Todos los jueves, hay un festival temático en Boutique. El último fue con onda hawaiana: la decoración incluía palmeras y tablas de surf. La anterior fue de la nieve, con barras de hielo y rampa para lanzarse sentados. En el chiringuito de la playa, todo el fin de semana suena música electrónica. Y un día al azar, cuando se junta mucha gente en el parador, se hace la fiesta Happy Holi. A las cinco de la tarde se abren cientos de sobres, como de azúcar, pero con polvos negros, rojos, azules y verdes. Todo el mundo se tiñe de color y de alegría.
Según pasan los soles
Cuando los balnearios no existían, el after beach tampoco. En los años 60 y 70 empezaron a aparecer cada vez más carpas y paradores con canchas de voley y mesas de ping pong. En esos años, entonces, la playa empezó a ser un lugar donde permanecer.
Hoy se disfruta todo el día. A la mañana, la orilla marca el recorrido para los que salen a hacer running, para los que llevan a sus perros a pasear en tranquilas caminatas, y el horizonte es una gran inspiración para los que prefieren practicar yoga. Más tarde la playa se colma y cuando el sol baja, los jóvenes buscan algún parador que pase buena música para juntarse y bailar, y el resto aprovecha alguna de las otras actividades.
En el after beach de Pinamar casi no se ven guitarras, ni fogones, ni grupos de amigos que desafinen a coro. Esa es una de las añoranzas de los locales, que recuerdan esas experiencias de años anterioress. Ahora el monopolio de la música lo tienen los DJ, que ponen sobre todo Marama y Rombai, los grupos uruguayos que se imponen con sus hits como "Noche loca" y "Nena", aunque hay también algunos que prefieren la electrónica.
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