“El amor recibido es inmenso”: un incendio en Villa Urquiza despertó una ola solidaria entre los vecinos
Bernardo Montes estaba soldando cuando se produjo el accidente; estuvo internado y tuvo que ser operado por sus quemaduras; entre el barrio y familiares organizaron una campaña para restaurar la vivienda
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Marcela, de 56 años, salió de su casa tras ver que ráfagas de humo entraban en su cocina y escuchó: “¡Salí de ahí!”. Era la voz de su vecina Ana, de 39 años, que rogaba a su marido Bernardo Montes, de 50, que abandonara inmediatamente la vivienda en llamas. Fue entonces cuando Marcela llamó al 911 y los bomberos acudieron al instante.
El pasado 4 Bernardo estaba trabajando en la planta superior del hogar que comparte junto a su pareja y sus dos hijos, de 1 y 6 años; sobre la calle Ceretti en el cruce con Pasaje Tartagal en el barrio porteño de Villa Urquiza. Hace ocho años que construyen un espacio con material reciclado, que incluye un muro de escalada, donde los chicos juegan y Ana utilizaba como consultorio para sus sesiones de psicología, con adultos y niños, ya que también es profesora de nivel inicial. Pero, mientras Bernardo soldaba, se produjo un incendio que invadió toda la habitación. Una catástrofe que desencadenó una ola solidaria por parte de los vecinos del barrio.
“Estaba haciendo un refuerzo de soldadura de los cordones de unas hamacas que se enganchan en el techo. Como llevaba la máscara puesta, cuando lo vi ya estaba casi todo quemado. Intenté sacar los colchones, pero me quedé atrapado y me costó más salir. Se prendió todo. Siempre soy muy precavido, pero como iba a hacer algo mínimo, no saqué nada”, relató Bernardo a LA NACION.
“Venite a mi casa, yo me quedo con el pequeño”, le dijo Marcela a Ana, mientras esperaba la llegada de los bomberos. “Me quedé con el gordito acá porque el olor a quemado era muy intenso. Después vino Anita hasta que llegaron sus papás a buscarlos. Al día siguiente la acompañé a sacar algunas cosas de la casa, para que después pudieran entrar los pintores y arreglar el departamento. Colaboré en lo que pude”, agregó la vecina.
Tras pasar 21 días internado en el Hospital del Quemado y superar dos intervenciones quirúrgicas, Bernardo presenta algunas secuelas de las quemaduras de tercer grado que le produjo el incendio y le quedaría un mes más de reposo antes de poder volver a sus actividades. El pasado lunes la familia se reencontró por primera vez en su casa.
"Todos manteníamos una relación de vecinos, nos conocemos todos porque es un barrio residencial. Pero no dudaron en ayudar. Estoy lleno de amor"
Bernardo Montes
Un reencuentro que no habría sido posible tan rápido sin la “enorme” solidaridad de sus vecinos y familiares. Las dos hijas mayores de Bernardo, Agustina y Jimena, de 23 y 19 años, se pusieron manos a la obra y lanzaron una campaña de recolección económica para poder recuperar el lugar. Las donaciones de juguetes para los chicos, sillones hechos con neumático bordados de colores y libros no se hicieron esperar.
“El amor recibido no tiene nombre, es inmenso. Todos manteníamos una relación de vecinos, nos conocemos todos porque es un barrio residencial. Pero no dudaron en ayudar. Estoy lleno de amor. Esa energía linda, del trabajo de los últimos ocho años, no la pudo quemar el fuego y nos lo están transmitiendo todas las personas que nos ayudan”, detalló Bernardo.
“¡También nos donaron juguetes!”, apuntó Joaquín, el pequeño de seis años, entusiasmado.
“Se llevaron ropa y sábanas para lavar, me ayudaron a sacar las cosas para los chicos, nos trajeron latas de pintura y hasta nos ofrecieron un departamento para quedarnos. Yo estaba muy en shock y ellos nos ayudaron mucho. También incluso llegó al colegio de los chicos”, agregó Ana, quien espera retomar el consultorio lo más pronto posible y, por el momento, lo realiza de forma virtual.
“Un granito de arena es muchísimo”
Era la segunda vez que Bernardo subía al consultorio después de lo sucedido y no pudo evitar mostrarse impresionado al ver la habitación tras el incendio. Las paredes azules, que constituían un muro de escalada, se habían vuelto completamente negras. El aire acondicionado y la computadora desaparecieron tras fundirse, igual que los colchones azules y el columpio marrón que colgaba en uno de los laterales de la habitación. Un “jardín rodante”, lo denominaban.
“Estoy vivo, que no es poco”, señaló Bernardo, emocionado.
Darío Berenstein, de 55 años, vecino de la misma cuadra que se dedica a instalaciones eléctricas, enseguida se ofreció a cambiarles todos los cables. “Faltan un par que estaban derretidos y no se podían sacar, pero pronto lo terminaremos. Lo menos que se puede hacer es ayudar. Yo pasé por un incendio a los 19 años y sé por mi experiencia que produce mucha desesperación y se necesita mucha ayuda. Estoy siempre a disposición para ellos, con un granito de arena que ponga cada uno se hace muchísimo”, expresó a LA NACION.
Los vecinos contaron que comparten un grupo de WhatsApp, entre los 25-30 ciudadanos de la cuadra, que se creó en un inicio por la inseguridad en la ciudad. “Ojalá puedan sanar pronto, restablecerse y volver a tener lo que tenían o mejor, el consultorio pedagógico”, concluyó Marcela.
El proyecto que les quedó pendiente por el incendio se llamó ‘juego y movimiento’. “Estaba a punto de comenzar el taller, ya tenía a varios papás anotados”, destacó Ana. Y Bernardo agregó: “Esperamos recuperarlo poco a poco. El deporte de escalar contribuye a la interacción de los chicos y mejora la estimulación temprana a nivel terapéutico”.
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