¿El aire acondicionado desplazó a la pileta?
Suele decirse que los amigos no son sólo aquellos que van de visita cuando la pileta está llena, sino también los que pasan a saludar durante todo el año y -aún más- los que dan una mano a la hora de limpiarla. Y hay algo de cierto en eso. La pileta es un poco como el arbolito de Navidad: genera mucho entusiasmo la previa, con el armado o la preparación; pero su final no goza de tanta popularidad. Así como nadie quiere ver a un árbol caer, pocos son los que están con la pileta en las buenas y en las malas.
Históricamente la pileta fue la mejor manera de pasar el verano y de convivir con el calor. Lo que hoy forma parte de las amenities del edificio, antes era un pequeño lujo. En cualquiera de sus versiones -la clásica de lona, la más pro de material o la siempre eterna de fibra de vidrio- siempre hubo una pileta que supo acompañar a la niñez y hacerla más divertida. En la casa de algún tío, en una quinta, en la colonia de vacaciones o en alguno de los balnearios urbanos, la pileta aseguraba un buen plan para todos aquellos que buscaran escapar del calor con algo de entretenimiento.
Los acondicionadores de aire no siempre estuvieron. Resulta conveniente que los más jóvenes sepan que aquellos aparatos, que al principio atravesaban una pared y luego se convirtieron en split, eran un bien casi de lujo para muchos. Se colocaban en alguna habitación, y si alguna noche resultaba demasiado agobiante, eran los colchones los que se trasladaban para que todos pudieran dormir. Ahora, en cambio, el hecho de que la tecnología los haya hecho más económicos y disponibles para todos (junto a las facilidades de pago) convirtieron al aire acondicionado casi en un derecho adquirido.
Esa comodidad -la de poder charlar y tomar mate sin quedarse pegado a la silla, la de dormir sin odiar al colchón como si fuera el enemigo, la de intentar un abrazo sin temor al rechazo- fue la que poco a poco le robó los clientes a la pileta. Y si bien son objetos de una naturaleza completamente diferente, en algún punto se tocan. Ambos sirven para combatir el calor, pero cada vez que las compañías de electricidad lo permiten, el AA mata a la pileta.
En la reunión familiar, que es la cena de Fin de Año o el almuerzo del Año Nuevo, el acondicionador de aire está fijo en 24. Afuera, los chicos se zambullen y juegan a salpicarse con algún adulto medio resignado a cuidarlos; adentro, los grandes se tiran como morsas a mirar el celular y charlar sobre nada importante. Pero uno de ellos tira la frase, el análisis que pone un punto final y admite que el sedentarismo es la primera opción, salvo que haya que subir una foto a Instagram con la pileta de fondo para cancherear ante el resto. Y sin dejar de mirar la pantalla, lo dice: “Marce, desde que pusiste el aire acá ya no usamos la pileta, no podés decir que somos interesados”.
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