El ADN puede explicar por qué nos gusta el chocolate y un cierto perfume
Esta semana, con el tópico #genoma, entrevistamos a Jorge Dotto, genetista argentino egresado en Harvard, autor del libro "El ADN del placer", de Editorial Paidos
Desde que se descifró el genoma humano, la investigación genética ha abierto nuevos campos. El último, el más reciente es aquel que permite conocer, a través de la secuenciación de nuestro ADN, qué tipo de alimentación y de ejercicio deberíamos adoptar para llevar un estilo de vida saludable y prevenir enfermedades. El médico Jorge Dotto, especialista en patología genética publicó un libro con su investigación en la materia, que llega un paso más allá. Asegura que en nuestros genes están escritas variables que determina por ejemplo, por qué nos gusta el café, el asado, si tenemos posibilidades de ser adictos al chocolate, a la marihuana, al cigarrillo o a las compras. Nuestra genética, sumada al entorno en el que crezcamos, puede determinar que seamos quienes somos.
–¿Realmente la genética influye en nuestros gustos y pasiones?
–Sí, la genética influye en nuestros gustos y pasiones, como el sexo, el vino, el café, la cerveza, la comida, el fútbol, y el placer que genera viajar. No debería sorprendernos que la genética tenga una participación tan relevante, ya que nuestros genes son el resultado del 50% de nuestra madre y 50% de nuestro padre, que tienen toda la información de lo que hacemos como seres humanos, y a su vez, de múltiples generaciones familiares. Cuando logramos algo, esperamos una recompensa, un premio que nos haga sentir bien. En el cerebro existe un centro del placer, llamado justamente “placer-recompensa”, responsable de interpretar las diferentes acciones o situaciones que nos generan este sentimiento. Dentro de la infinidad de formas de placer, comer, beber y tener sexo son las más relevantes para el ser humano. Son recompensas llamadas primarias, las más primitivas, y en las tres está presente el mecanismo de la supervivencia, ya que la supervivencia de cada especie se alcanza mediante la reproducción (sexo) y la alimentación (comida y bebida); de ahí que sean las que generan mayor satisfacción.
–¿Cómo influye concretamente el ADN?
–El centro del placer que se activa mediante el complejo circuito cerebral llamado “sistema de placer-recompensa” incluye el deseo (“querer algo”) y el placer en sí (“disfrutar algo”). Es el encargado de dirigir nuestros sentimientos de motivación, la recompensa y el comportamiento. En este circuito participan varios genes; el más importante es el DRD2. Este gen tiene la información para que se constituya un receptor en el que actúa el neurotransmisor dopamina para generar su efecto (si lo lleváramos a un ejemplo cotidiano, la dopamina sería una flecha y el receptor, el blanco).
–Mencionás en el libro que hay personas que tienen mayor predisposición a desarrollar conductas adictivas… ¿quiénes son?
–Todos tenemos el potencial de desarrollar una adicción porque participa el mismo mecanismo cerebral, y variantes del mismo gen del placer, DRD2. Cada una de las sustancias que se consumen o actividades que realizamos para obtener placer tiene la potencialidad de convertirse en una adicción. Algunas personas tienen variantes que les confiere un mayor riesgo. Cuando alguien consume una droga legal o ilegal, está actuando directamente en el receptor DRD2 dentro del sistema de placer-recompensa, lo que genera un aumento del neurotransmisor dopamina y produce como resultado la sensación de placer. La persona y, por lo tanto, su cerebro, internalizan y memorizan este efecto positivo, lo que hace que tengan la intención y deseo de volver a experimentarlo en el futuro. Se genera un círculo vicioso: el cerebro necesita la droga y la satisfacción de esta necesidad se convierte en la actividad central de esa persona. Conseguir y consumir la sustancia comienza a ser más importante, incluso, que comer. Con el paso del tiempo, el cerebro se vuelve adicto y se altera el centro de placer-recompensa. La persona consume la droga, pero ya no le genera placer, sino que es una forma de aliviar de manera transitoria la angustia que padece.
–¿Existe una adicción al chocolate que se explica según el ADN?
–El caso del chocolate, es muy interesante. El mismo circuito cerebral de placer-recompensa en el cual tiene un rol central la dopamina interviene en relación con la comida, como es el caso del chocolate. Los genes que forman parte de este sistema son CNR1 y CNR2, que tienen la información para sintetizar los receptores en donde actúan la sustancia anandamida y el tetrahidrocannabinol (THC), que es la sustancia activa de la marihuana. La anandamida se encuentra en el chocolate, pero existe de forma natural también en el cerebro. Lo que hace el chocolate es elevar los niveles de anandamida ya presente en el cerebro y estimular la sensación de bienestar y de relajación. El chocolate amargo tiene mayor cantidad de esta sustancia y, por lo tanto, produce mayor efecto. Los estudios demuestran que luego de ingerir una cantidad significativa, habría cierta sensación de placer, relajación y disminución de los sentimientos negativos en el orden emocional, una observación particular, ya que tiene un efecto similar a la marihuana, aunque en valores mínimos. Si quisiéramos “drogarnos” con chocolate y lograr sensaciones semejantes a las que tendríamos con un porro de marihuana, deberíamos comer más de 11 kilogramos de una sola vez.
–¿Conocer nuestro ADN podría servirnos para dejar de fumar?
–Un gran ejemplo en cuanto adicciones es el cigarrillo. Si una persona puede saber antes de comenzar a fumar, que le va a costar dejarlo más que el promedio de los fumadores, podría tomar una decisión al respecto. Conocer nuestros genes, es una manera de conocernos a nosotros mismos, dándonos la oportunidad de eventualmente tomar decisiones conscientes. Algunas personas tienen una variante del gen DRD2 llamada TaqIA o Taq1A (A1), que genera menor cantidad de receptores de dopamina en el centro del placer del cerebro, lo que sugiere que muchas de ellas utilizarían drogas para aumentar los niveles de este neurotransmisor a fin de compensar su falta. Estos individuos tienen más posibilidades de desarrollar una adicción. Se ha demostrado que, a su vez, dicha variante genética está asociada a una mayor tendencia a desarrollar adicción a la nicotina (tabaco), al alcohol, a la anfetamina, a la cocaína e, incluso, a la comida, ya que las personas con esta variante genética también se encuentran en mayor riesgo de desarrollar obesidad. La variante A1 está presente en solo el 10% de la población de Estados Unidos, aunque en el 50% de las personas adictas. En el caso del cigarrillo, las personas con la variante A1 tendrían un mayor riesgo de convertirse en grandes fumadores y de por vida. Son aquellos que comienzan a fumar cuando son adolescentes, luego consumen más de veinte cigarrillos diarios y tienen una enorme dificultad para dejarlo.
–¿Nuestra genética sirve para explicar qué tipo de perfume nos gusta?
–Aunque no existen el “gen Chanel”, nuestro ADN es responsable de la elección de nuestra fragancia preferida. Hay perfumes que nos gustan, otros nos parecen tan fuertes que nos hacen doler la cabeza, mientras no entendemos cómo alguien puede usar aquel otro perfume que para nosotros resulta tan desagradable. Realmente es una tarea difícil encontrar una fragancia que nos guste y con la que a la vez nos sintamos identificados. Porque además de gustarnos, un perfume es una manera de tener un aroma personal. Muchas veces sucede, cuando olemos cierto perfume, que lo asociamos de inmediato con determinada persona. Así de importante es el perfume. Además, el aroma que nos identifica tiene que gustarle a nuestra pareja o futura pareja porque, si no, habría un problema de atracción. Más aún si es una mujer la persona a atraer. No es una exageración: para las mujeres, el olfato y los aromas son elementos importantes en la atracción sexual.
–¿Se podría usar nuestra información genética (y aquellos aspectos en los que somos más débiles) para vendernos productos?
La verdad que sí. Conocer el ADN de una persona es tener su información más íntima, más profunda. La información de las variantes genéticas que expresa una persona pueden demostrar que tiene personalidad riesgosa o que le gusta viajar, por mencionar dos ejemplos clásicos. Analizar grupos de gemelos es una manera directa de estudiar el impacto de los factores genéticos, la influencia de los genes en el comportamiento humano y, en este caso en particular, en la elección de los productos que compramos. Actualmente en la era digital que estamos viviendo, Google, Facebook, Instagram y Twitter estudian nuestro comportamiento, y de acuerdo a como navegamos Internet, y nuestra participación en las redes sociales, luego aparecen “mágicamente” publicidades personalizadas. Por este motivo, es fundamental que solo tenga acceso un médico sobre la información genética de una persona, ya que es información privada y sensible.
–¿Hay personas que son más propensas a viajar por el mundo y otras a quedarse en su casa?
Nuestra pasión por viajar y el hecho de que constituya uno de nuestros placeres preferidos está en nuestro ADN. El gen wanderlust, una variante del DRD4, es el responsable. “Wanderlust” es una palabra alemana que significa “pasión por viajar”. Está demostrado que hay individuos que nacieron para disfrutar este placer, es decir, llevan esa característica que heredaron de su familia en sus genes. Por supuesto, como en todas las situaciones, la predisposición genética tiene que estar acompañada de factores ambientales. Un chico que hereda en su ADN esta característica y nace en una familia a la que le gusta viajar va a tener más posibilidades de ser un adulto que considere placentera esta actividad. La prevalencia de esta variante, llamada DRD4-7R, difiere en distintas poblaciones en el mundo. Por ejemplo, se estima que, entre los estadounidenses, cerca de la mitad la tienen.
–¿Existe un gen que incide a la hora de tomar decisiones?
–Existe cierta parcialidad en el mecanismo de toma de decisiones. Un ejemplo es el llamado “efecto framing” (del inglés, “encuadre”), según el cual las personas toman decisiones de acuerdo a cómo esté presentada la información. Las decisiones humanas están sesgadas por el contexto y el riesgo. Científicos de la University College de Londres (UCL, Inglaterra) demostraron que el gen SLC6A4, un transportador del neurotransmisor serotonina, participa en el mecanismo de toma de decisiones. De acuerdo con la teoría del efecto framing, cuando la presentación es positiva, las personas tienden a no arriesgar, pero cuando la información es planteada de manera negativa, generalmente se toma un riesgo. Por ejemplo, si se le pregunta a una persona si se operaría en caso de que tuviera 80% de posibilidades de sobrevivir, no decidirá lo mismo que si se le presenta la cuestión a la inversa, comunicándole que existe un 20% de riesgo de muerte. La variante llamada “ss” del gen SLC6A4 es la que determina que las personas tomen decisiones basadas en el efecto framing.
–¿Qué es el gen del "sale off"?
– Algunas variantes del gen COMT están asociadas a personalidades ansiosas y también aparecen están presentes en las personas con adicción al shopping. Comprar ese reloj que tanto te gusta o realizar un viaje te genera placer, pero más aún si lo pagás con descuento. Lo que provoca una sensación positiva no es solo el hecho de ahorrar dinero, sino algo más profundo, que es la sensación de haber ganado. De algún modo, se experimenta el logro de capitalizar una oportunidad personal, un sentimiento similar al de una conquista amorosa que estimula el ego. En este tipo de situaciones se movilizan emociones, y ese es el motivo por el cual son efectivas las liquidaciones, ofertas, saldos o promociones como estrategias de venta. ¿Estoy ahorrando o gastando dinero cuando veo una etiqueta con un descuento del 75%? Según el libro Bargain fever: how to shop in a discounted world, de Mark Ellwood, variantes del gen COMT participarían del mecanismo por el cual una persona compra productos en liquidación. Su prevalencia sería del 25% de la población general, o sea, aproximadamente una de cada cuatro personas de origen caucásico. También cumple una función clave el neurotransmisor dopamina. A las personas que expresan estas variantes genéticas les cuesta más bajar los niveles de la dopamina en el cerebro y, por tanto, este estímulo químico sería el responsable de tal comportamiento. Un ejemplo sería: vamos caminando por un shopping y, cuando descubrimos un jean con una etiqueta que dice “85% off”, se dispararía una “inundación” de dopamina” en el cerebro que nos hace entrar al local, buscar nuestro talle, probarnos el jean y dirigirnos a la caja a pagarlo, orgullosos de haber logrado aprovechar esa oportunidad.
–¿Por qué las experiencias reportan más felicidad que la compra de cosas? ¿También esto está escrito en el ADN?
Según Thomas Gilovich, profesor de psicología en la Universidad de Cornell, Estados Unidos, “uno de los enemigos de la felicidad es la adaptación. Compramos cosas para sentirnos felices y lo logramos, pero solo por un tiempo. Al principio, las cosas nuevas son muy interesantes, pero luego nos adaptamos”. Lo que expresa este profesor es que la mejor manera de invertir nuestros ahorros es vivir nuevas experiencias, de las que llevaremos por siempre en la memoria; y la mejor manera de experimentar esas sensaciones es viajar. Viajar es una forma de compartir momentos y de conocer personas que genera una conexión emocional: una diferencia clara con lo que provoca adquirir cosas materiales. Como mencione previamente, las personas que desarrollan una adicción no disfrutan. Ya que la “inundación” de dopamina ya no logra un efecto placentero. Cuando se desarrolla una dependencia a un comportamiento o una sustancia, se realiza esa acción, como por ejemplo comprar para calmar la ansiedad, tristeza o alguna otra emoción negativa que está viviendo esa persona. En el caso de los adictos al shopping, comprar no da placer, es un ansiolítico transitorio.
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