El 53,6% de los chicos argentinos tienen vulnerado alguno de sus derechos fundamentales: uno por uno, el impacto
La UCA anunció la nueva medición de su índice de pobreza multidimensional, mientras la pobreza estructural ya alcanza a siete de cada diez menores de 18 años
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En vísperas del Día de la Niñez, la radiografía de la situación en la que viven la mayoría de los chicos argentinos no es alentadora. Un nuevo informe presentado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) y la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) señala que más de la mitad de los niños y niñas argentinos viven en la pobreza multidimensional, es decir, en la que se vulneran algunos de sus derechos fundamentales.
Esta medición no se limita a los indicadores económicos tradicionales, como el nivel de ingresos de las familias, entre otros, sino que tiene en cuenta las privaciones que sufren chicos y adolescentes en todos los aspectos de su vida. Para eso, se seleccionan varias dimensiones de derechos que deberían ser protegidos pero, en la mayoría de los casos, están siendo vulnerados: alimentación, saneamiento, vivienda, salud, información, condiciones de estimulación y educación.
Así, se concluyó que el 56,3% de los chicos argentinos es pobre multidimensional, es decir, sufre al menos una privación de las mencionadas, según datos de 2023; además, el 16,1% padece pobreza multidimensional en niveles severos. Pese al desalentador panorama que revelan las cifras, los valores fueron bajando progresivamente desde 2010, cuando se situaban en 68,3% y 29,4%, respectivamente.
En cambio, medida por los parámetros tradicionales, la pobreza estructural fue aumentando. Se considera que el 62,9% de los menores de 18 años vive en situación de pobreza estructural y el 16,2% vive en la indigencia, según datos de 2022. En tanto, la última Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el segundo semestre del 2023, marca que el 69% de los chicos vive en la pobreza y el 28% en la indigencia. La pobreza estructural es mayor a la pobreza multidimensional.
El documento de la UCA ofrece una evaluación y monitoreo de los derechos de niños y adolescentes en la Argentina urbana durante los últimos trece años. Resalta que no alcanza con remitirse a los enfoques monetarios de medición de pobreza basados en los ingresos de los hogares, que pueden ser cuestionados como indicador del bienestar, especialmente cuando se trata de la infancia.
“Dentro del concepto de pobreza multidimensional, se considera una dimensión que tiene que ver con la estimulación de los niños en sus primeros años de vida, entre los 0 y los 8 años, en los que, por un lado, tienen la oportunidad de incluirse tempranamente en la escuela, pero también transitan procesos de mayor o menor estimulación en el marco de sus propios hogares. Se consideran algunos indicadores vinculados al mundo privado del hogar, como la estimulación de los chicos a través de la lectura, de la narración de cuentos, de las canciones, del dibujo, del juego, así como el festejo del cumpleaños del niño, entre otros que tienen que ver con el clima en el que el niño emocionalmente e intelectualmente es estimulado”, explica Ianina Tuñón, una de las autoras del informe y especialista en infancias de la UCA.
Hay privaciones, como la que menciona Tuñón, que afectan a los chicos y no son visibles mediante la estructura de ingresos o gastos de los hogares, detalla el informe. En el grupo de chicos entre 0 y 8 años se destaca que el déficit de estimulación verbal en esta población asciende al 28%; el déficit de interacción a través del dibujo entre 1 y 8 años, al 16,4%; a través de las canciones, al 11,5%, y mediante el juego, al 5,6%. Estos déficits se relevan estructurales y poco permeables a la situación socioeconómica del país, apunta el informe.
“Esas oportunidades de estimulación emocional e intelectual en el espacio privado de los hogares presentan importantes desigualdades sociales, que son, en términos generales, muy regresivas para los niños a medida que baja el estrato socioeconómico de sus padres, el clima educativo de sus padres. Al mismo tiempo, estos chicos se incluyen en el mundo educativo de manera más tardía. Cuando un niño tempranamente va a un centro educativo, tiene la oportunidad de llevar un conjunto de prácticas a su hogar, como son los juegos, las canciones, los libros, los cuentos, y eso ocurre de manera más tardía en condiciones de mayor vulnerabilidad social”, advierte Tuñón.
Los déficits en lectura de textos impresos y en tener una biblioteca en el hogar alcanzan al 60,1% y al 68,4% de los niños y adolescentes entre 5 y 17 años, respectivamente. Más de la mitad de los chicos mayores a 5 años no presentaban el hábito de lectura en 2023, según el informe.
“Esto afecta a los procesos de alfabetización, que es una de las principales preocupaciones que actualmente tiene la Secretaría de Educación de la Nación. ¿Cómo lograrlo? Si bien hay diferentes enfoques para aprender a leer y escribir en los primeros años de la primaria, hay algo que es indiscutible: la importancia de la estimulación en los primeros años de vida en el espacio de su hogar”, insiste Tuñón.
El Barómetro de la Deuda Social también señala que el 52,4% de la población entre 5 y 17 años no realiza deporte fuera de la escuela, y el 80,8% de este grupo etario no concurre a actividades culturales. Es decir, la mayoría están excluidos de estos espacios alternativos al escolar. Por otro lado, el comportamiento sedentario frente a pantallas afecta a 7 de cada 10 chicos en esa franja etaria. En 2020 aumentó considerablemente con respecto al anterior y desde entonces se sostuvo en esos niveles.
“La exposición a pantallas de manera exagerada y en los primeros años de vida es considerado algo nocivo, en esto coincide la Sociedad Argentina de Pediatría. Sin dudas es una etapa de la vida en la que los niños tienen que ser estimulados a partir de la interacción directa con sus adultos de referencia, con pares a medida que van creciendo. Es sumamente importante en ese vínculo la lactancia materna, el contacto afectivo, cariñoso y estimulante con sus principales adultos de referencia. En ese marco, creo que acompañar las políticas públicas con comunicación sobre los beneficios que tienen estos procesos de estimulación es algo que no abunda en la Argentina y que, sin dudas, es muy importante. Es muy adecuada la medida que tomó el Ministerio de Educación de la ciudad de Buenos Aires en relación a que no pueda estar presente el celular en el aula”, agrega Tuñón.
Algunos de los indicadores para evaluar y monitorear el grado de cumplimiento de los derechos de la infancia y adolescencia en entornos urbanos resultan muy relevantes.
Comer todos los días
Desde 2011 hasta 2023, se observa un aumento constante en la proporción de hogares y personas con dificultades para acceder a una canasta básica alimentaria o total, con un incremento más pronunciado en la pobreza. El esfuerzo de los hogares y la cobertura de las políticas públicas tuvieron un papel crucial en la mitigación de la pobreza, pero persisten desafíos estructurales en la economía, apuntan. El 32,2% de los chicos en la Argentina urbana sufren inseguridad alimentaria. Es decir, no pueden acceder a alimentos nutritivos y variados por limitaciones económicas.
Este índice está muy relacionado con el nivel socioeconómico: casi uno de cada dos niños y adolescentes pobres lo manifiesta, al tiempo que entre los no pobres la incidencia no alcanza el 10%. Los que sufren inseguridad alimentaria en términos severos representan el 13,9% en 2023. Estos declaran haber experimentado “hambre” por problemas económicos. “Los programas alimentarios de transferencia de ingresos son esenciales para ayudar a las personas a satisfacer sus necesidades alimentarias básicas y garantizar este derecho”, se señala. En 2023, estos programas alcanzaron una cobertura del 60,5% de la población infantil. “Debido a los altos niveles de inflación y al bajo poder adquisitivo de los salarios es necesario mejorar la eficacia, cantidad y calidad de las ayudas directas e indirectas”, sostiene.
Sin atención médica y con déficit de vivienda
El 55,8% de los chicos argentinos no cuentan con obra social, mutual ni prepaga, por lo que dependen exclusivamente del sistema estatal de salud para recibir atención médica. De ellos, el 90% son del estrato social más bajo, 65,1% son del conurbano bonaerense y 65,4% pertenecen a hogares monoparentales. “Sigue siendo considerable la proporción de niños, niñas y adolescentes que no realizaron consultas médicas periódicas (17,3%) ni consultas odontológicas (35,9%) entre los 3 y 17 años”, dice el estudio.
La vivienda debe brindar protección y servicios esenciales que son cruciales para el desarrollo infantil, se explica. Tres servicios básicos relevantes conforman el déficit de saneamiento: tener acceso a agua corriente, contar con red de cloacas y tener inodoro con descarga. En 2023, un 39,5% padece déficit de saneamiento, porcentaje estable desde 2018.
Las condiciones deficientes de construcción de la vivienda afectan al 18,7% de niños/as y adolescentes y el hacinamiento a un 18,7% y 18,4%, respectivamente.
Además, el 49,4% de los chicos padece déficit en las condiciones de medio ambiente, indicador que alude a la presencia cercana al hogar de fábricas contaminantes, basurales, quema de basura o plagas. En los últimos años se incrementó a tal punto que se retrotrajo a valores cercanos a 2010.
Derecho a la información y a la educación
Dentro de los que tienen entre 5 y 17 años, el 17,8% no accede a internet, el 24,4% no lo usa, el 51,1% no tiene celular y el 54,7% vive en hogares sin computadora. Todos estos déficits mejoraron desde 2010 hasta hoy; en aquel año, tres de cada cuatro chicos no tenían acceso, mientras en 2023 solo es uno. La popularización de este recurso fue transversal al nivel socioeconómico.
El déficit educativo es un indicador compuesto por aquellos que no asisten a establecimientos educativos o bien asisten, pero con sobreedad. En el estrato socioeconómico más bajo, su incidencia se ubica por encima del promedio general y es notablemente elevada en el universo de niños y adolescentes en edad de ir a la secundaria (53,9%).
El 23% de los niños de 3 a 5 años no se encuentra escolarizado. Para 2023, se estima que al 59,1% de la población escolarizada en la educación primaria no le enseñan computación; al 22,3% no le dictan asignaturas como música, plástica y/o educación física, y el 44,9% no cursa una materia ligada al aprendizaje de un idioma extranjero. Se destaca que muy pocos chicos en edad primaria (apenas el 9,9%) asisten a doble jornada; en la ciudad de Buenos Aires esta proporción asciende al 46,4%.
La información del trabajo infantil en actividades domésticas intensivas y en el mercado es otro de los puntos que aborda el informe. “Si se tienen en consideración estas dos medidas, la estadística señala que el 13,7% de chicos entre 5 y 17 años realizó al menos una de las dos en 2023. De forma separada, el 5,2% participó de tareas domésticas intensivas y 9,5% en actividades económicas.
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