Vandalizaron las placas colocadas en bancos de plazas para recordar familiares
La idea nació de la vecina Giselle Mazzeo, que perdió a su pareja, y está a punto de ser publicada en un libro cuyo título será Sos la vida de mi amor, en el que comparte detalles de una relación "que no ha muerto" -dice- y el camino que la llevó a impulsar este proyecto para homenajear a Martín, autor de la frase, con una placa en el Rosedal de Palermo .
Para Giselle, recordar a quien se ha ido en una plaza permite "compartir el dolor con otras personas, rodeadas de vitalidad, de futuro", declaró a LA NACION. El gobierno de la ciudad levantó la inquietud y la convirtió en el programa Placas Conmemorativas, lanzado a fines de 2017 y que hoy tropieza con reiterados actos de vandalismo.
En total, fueron colocadas 260 piezas en cuatro espacios verdes: 50 en el Rosedal, 100 en el Parque Avellaneda, 61 en el Parque Rivadavia y 41 en el Parque Patricios. Según explicó Federico Di Benedetto, subsecretario de Comunicación porteño, "la demanda fue diez veces superior a lo que se pudo atender en esta primera prueba para ver cómo funciona". Con relación al principal problema que sufren, sostuvo: "Estimamos que hasta ahora el 20% de las placas fue vandalizado y apelamos a la convivencia positiva de los vecinos con esta iniciativa. Si todos se apropian de ella, al sentirla como nuestra podremos cuidarla más".
Sin embargo, según testimonios recolectados entre usuarios de los parques en los que se instalaron los homenajes y familiares que realizan el mantenimiento de las placas, poco depende de los vecinos. Los espacios resultan vulnerables tanto de noche como los fines de semana, pues no hay control de lo que allí sucede.
"Voy a tratar de reemplazarla", confió Marina, esposa de Héctor Núñez Castro, que vive cerca del Parque Rivadavia y que, junto con su marido, fallecido y recordado en la placa N° 32, participó de la redacción de un libro sobre este pulmón verde de Caballito. Actualmente, la mujer hace visitas guiadas en las que incluye una mención a esta iniciativa, que considera que debe defenderse a pesar de los vándalos. "La placa duró dos meses. El convenio firmado con la Ciudad es claro: cada uno se hace responsable de su mantenimiento, aunque cómo hacerlo no me queda claro", mencionó la viuda.
"Después de un vandalismo dije basta", resumió Adela del Buono sobre su decisión de renunciar al programa. Es arquitecta y vecina de Villa Urquiza. Destacó que las chicas que lo coordinan son "muy gentiles y dispuestas". Pero le "sorprende que alguien no haya evaluado esta iniciativa dentro de un plan maestro, que abarque el análisis ambiental para determinar si los lugares son propicios o riesgosos y, en el último caso, establecer medidas de control, incluido el tipo de diseño de bancos y placas".
Por sorteo, a Adela le tocó el Parque Avellaneda. "Tuve que prepararme para aceptar que esto iba a pasar; mi marido me dijo que no fuera nunca sola, pero el deseo de homenajear a mi papá, un amante del tango y del lunfardo, pudo más. Acá uno se da cuenta de cómo está la sociedad", describió.
El más atacado
Durante una recorrida, LA NACION constató que el Parque Patricios sufre más actos de vandalismo, curiosamente el más cercano a la sede del gobierno porteño. Ya casi no quedan placas en los bancos y la manera en que fueron atacadas no muestra intención de robo, sino de violentarlas. "Lamento mucho la barbarie", dijo el abogado Gregorio Badeni al conocer la situación del espacio verde en el que había sido colocado un homenaje a su difunta esposa. Fue por impulso de su hija Mariana, quien comentó: "No voy a dejar de reponer la placa conmemorativa tantas veces como sea vandalizada".
Para el reemplazo, los vecinos deben contactar a la empresa proveedora de las piezas, Acrylux. Según Alberto Bejarano, uno de los socios, llevan entregadas no menos de 50 reposiciones. De las personas que llaman para encargar las placas, percibe que "el interés va decayendo porque es difícil enterarse cuándo es vandalizada; luego tienen que encargarla y llevarla a la gente del programa para que la instalen. Sienten que en cualquier momento vuelven a ser ultrajados". Y recordó: "Cuando me vinieron a pedir la reposición de una placa de un chiquito muerto, se me puso la piel de gallina".
Sobre las características de las placas, Bejarano describió que "son de plástico para interior con tratamiento contra rayos ultravioleta" y aclaró "que la Ciudad pidió lo más económico porque los vecinos tienen que pagarla. Cuestan $300". Según detalló, el plástico tiene adherida una delgada lámina que simula el plateado sobre el que se graba el texto en láser. "El problema es que la fijan con cuatro tornillos que empiezan a oxidarse, y el exceso de sol y de cambios de temperatura las va deteriorando", sintetizó.
Mónica Molina se enteró del programa por Facebook y se anotó para homenajear a su tía Irma Clementina Fare. Días atrás, recibió en un mail del sector de Participación Ciudadana del gobierno porteño el procedimiento para que compre una nueva y la vuelva a entregar. "La placa no duró nada. Solo quedaron cuatro tornillos en la madera del banco. Fue muy feo, lo hice con tanto cariño y emoción... Te da rabia sentir que ni siquiera esto perdura. No hay respeto", se quejó.
Pese a los obstáculos y a la amenaza del vandalismo, cuando todavía no se cumplió el segundo aniversario de la iniciativa los responsables ya prevén incorporar dos parques o plazas más por año, según informó a LA NACION Manuela Maunier, directora general de Comunicación Participativa de la ciudad.
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