Efecto mariposa: lo que esconde, y a la vez sacó a la luz, el conflicto con los carpinchos en Nordelta
La problemática oculta una realidad muy compleja, cuyas consecuencias nos afectan a todos de forma directa o indirecta
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Por lejos, fueron los carpinchos los protagonistas de la escena política durante toda la semana. Pocos fueron los personajes públicos que dejaron de dar su versión al respecto y la mayoría de las opiniones estuvieron en sintonía con el clima que se respira en nuestro país: toda ocasión es buena para cargar culpas sobre otro, profundizar la grieta.
¿Pero cuál es el fondo de la cuestión, la verdadera razón por la cual los carpinchos se pasean hoy tan orondos por los jardines de Nordelta, comiendo los pastos ornamentales y el impecable césped?
Escuchamos de todo. Opiniones serias, pero también chistes, comentarios de mala fe y hasta al mismísimo Eduardo Costantini afirmar que los carpinchos son animales divinos y merecen amor y protección. Tal vez hubiera sido necesario pensarlo antes. Sí, nuestro país peca de todo.
Pero esta contienda oculta una realidad muy compleja de la que todos somos responsables y cuyas consecuencias nos afectan por igual, de forma directa o indirecta. Sin distinción, y por diferentes razones.
Que el complejo inmobiliario Nordelta está asentado sobre un humedal es tan cierto como que sus habitantes naturales fueron los carpinchos y cientos de especies más; menos llamativas y atractivas a simple vista, pero igualmente necesarias. Que los carpinchos están más seguros dentro de los muros de Nordelta que fuera de estos, adonde en tres minutos irían a parar al asador, aparentemente también.
Desde que el mundo es mundo, el hombre viene ocupando tierras a su placer y conveniencia, sin contemplar las consecuencias. Los humedales, hasta ahora solo presentes en labios de biólogos, ecologistas y estudiosos del tema, empezaron a estar en la agenda y las organizaciones se movilizan para dar batalla. En el Congreso de la Nación, por tercera vez, la ley de humedales pasa de una comisión a otra y por estas horas recorre los pasillos del edificio. ¿Saldrá? ¿Influirán los carpinchos sobre esta decisión?
“Los humedales son sistemas críticos para la humanidad. Desde siempre fueron consideradas tierras de descarte, improductivas. En los años 90 se hizo un análisis de todos los ecosistemas y se llegó a la conclusión de que aportan el 40% de todos los servicios de todos los ecosistemas del planeta. Tienen un rol fundamental de mitigadores del cambio climático. Además, son los ecosistemas que más carbono acumulan, más aún que las selvas tropicales; amén de otro servicio fundamental que prestan los humedales fluviales, que es el de amortiguar las inundaciones. Al tener gran cantidad de vegetación, el agua queda acumulada ahí dentro y se va liberando de a poco . Al desaparecer el humedal, esa cantidad de agua que naturalmente quedaría retenida allí circula para otros lugares, afectando a las poblaciones que viven a la vera de los ríos. Un ejemplo de ello es el del río Luján. Al construir urbanizaciones aguas arriba, el casco de Luján comenzó a inundarse”, explica Rubén Quintana, investigador principal del Conicet y director del Instituto de Ingeniería Ambiental que pertenece al Conicet y la Universidad de San Martín.
“El agua se encuentra con un embudo y termina encajonándose; al tardar en pasar, se acumula aguas arriba. Un informe sobre el estado mundial de los humedales dice que durante el siglo XX y en lo que va del siglo XXI, hay del 65% al 71% de pérdida y degradación de los humedales del planeta. Existe conciencia de lo que significa la pérdida de bosques y selvas, pero no de los humedales, y en este caso la taza anual de pérdida es el triple”, afirma Quintana.
Países Bajos está construido sobre humedales y en los últimos 1000 años los suelos se hundieron cuatro metros. Esto más la suba del nivel del mar alarmó tanto a ese país que se empezaron a tomar medidas para deshacer lo construido, y tomó mucha fuerza el movimiento Building with nature, que se rige con el principio de trabajar con la naturaleza y no en contra de ella.
Los countries pospandemia, lejos de promocionar los metros y metros construibles, aclaran la cantidad de hectáreas que dejarán sin alterar, con animales que tranquilamente circularán en libertad por los caminos y lo natural y sustentable que será todo. Algo está empezando a cambiar.
Ahora quedó en evidencia la situación con los carpinchos. Costantini afirmó que los roedores eran censados cada año por la Dirección de Flora y Fauna bonaerense, responsable de que el número de los mismos no se disparara dentro de la zona de Nordelta. Aparentemente, según el artífice del proyecto inmobiliario, durante los últimos dos años no se pudieron concretar los censos que tenían lugar debido a las restricciones por la pandemia. Y el número se disparó. ¿Entonces cómo se controlaba la población de carpinchos durante los años anteriores? Lo ignoramos.
Habría que agregar que, al ser los carpinchos vegetarianos, los coquetos jardines y los pastos se volvieron irresistibles para ellos. Es muy probable que la pequeña perra Óreo, lastimada según su dueña por un carpincho, haya sido la causante de la pelea y no ellos, pues son seres amables y cariñosos que difícilmente ataquen a un perro; mucho menos, a un ser humano. Estos roedores necesitan agua, ya que no solo se autorregulan la temperatura con ella, sino que sus juegos amorosos tienen lugar dentro de esos inmensos espejos.
Es de esperar que para no perjudicar a estos animales que, en definitiva, son expresión de nuestros errores del pasado, se destinen áreas enteras adonde puedan vivir tranquilos. Pero la verdadera solución a estos problemas que de distintas formas se nos presentan cada día, será aprender a convivir con la fauna y la naturaleza.
Un buen ejemplo es el pueblo de Santa Lucía en Sudáfrica, construido a la vera de un humedal repleto de cocodrilos e hipopótamos. Lejos de eliminar los hipopótamos que bajo las estrellas se pasean por el lugar, los convirtieron en un emblema y hoy tienen turismo gracias a ellos. Durante la noche, no es raro cruzarse con estos enormes animales por las calles; los habitantes y turistas solo toman sus precauciones. Durante el día, vuelven al humedal. Un ejemplo de civismo.
“Está claro que necesitamos un reordenamiento territorial. No podemos llenar de barrios, privados o del Estado, o de diques y terraplenes”, afirma el experto Quintana. ¿Será posible en nuestro país, donde rige la ley del caos, la secuencia interminable de hechos que acaban por tener consecuencias impredecibles?