Efecto de la pandemia: por qué los chicos menores de 6 fueron los más perjudicados
Así surge de la Quinta Encuesta Rápida de Impacto por Covid difundida hoy por Unicef
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La vuelta a las clases presenciales fue determinante. En esta etapa de la pandemia, los adolescentes fueron los que en mayor medida mejoraron su estado anímico y los especialistas están convencidos de que el retorno de la rutina escolar y la relación con los pares está siendo fundamental para ellos. Sin embargo, los más chicos, los que tienen menos de 6 años, son los que en esta instancia resultan más afectados por el impacto de la pandemia. Todavía hay pesadillas, tics nerviosos, trastornos de la alimentación, problemas para dormir, regresiones, ataques de pánico y ansiedad. Para ellos, superar el coletazo emocional y psicológico no está resultando tan sencillo.
Así surge de la Quinta Encuesta Rápida de Impacto por Covid difundida hoy por Unicef. Un dato explica esta situación: aumentó la cantidad de niños que quedan solos en casa o al cuidado de hermanos mayores, ante la falta de oferta de ámbitos de cuidado para los más chicos, la necesidad de las familias de reforzar los ingresos ante la caída del poder adquisitivo y la dificultad de los hogares para reorganizarse después de la cuarentena por el retorno físico al trabajo presencial.
Cuando el adulto de la casa sale a trabajar, el 12% de los chicos se quedan solos y el 8%, al cuidado de un hermano mayor; en julio del año anterior, eran el 3% y el 5%. Solo el 6% de los chicos son asistidos por un cuidador; en la mayoría de estos casos, se trata de hijos de familias que pertenecen a los dos estratos socioeconómicos más altos.
La encuesta fue realizada entre octubre y noviembre de este año en 2500 hogares con niños, una muestra representativa de los 6,3 millones de hogares argentinos. “El resultado muestra un significativo aumento en las formas inadecuadas de cuidado de los más pequeños”, alerta el informe.
“La primera infancia es el grupo poblacional que registra más dificultades de recuperación frente a los efectos del Covid-19″, advierte Luisa Brumana, representante de Unicef Argentina. Pese a que el momento epidemiológico permite más flexibilidad en los mecanismos de prevención y habilita, por ejemplo, actividades educativas y recreativas presenciales, se señala, hay secuelas que persisten. “Manifestaciones de estrés, situaciones de cuidado inadecuado, deterioro en la economía del hogar y en la alimentación –enumeró Brumana–. La mayor vulnerabilidad se evidencia desde el nacimiento y hasta los 6 años, aún más en hogares vulnerables y con jefatura femenina”.
La alteración en la alimentación es una de las evidencias más directas del impacto emocional en los más chicos, explican los especialistas. No se refieren a las limitaciones económicas para acceder a la alimentación, que también tienen su impacto y se abordan en el informe, sino al cambio de conductas alimentarias en los niños vinculado al impacto emocional y afectivo. Así, según la última encuesta, el 50% de los menores de 6 evidencian alteración en la forma de comer, desde los que comen menos o no quieren comer hasta los que comen de más. En julio del año pasado, en plena cuarentena y aislamiento, eran el 48%. Significa que la situación no se revirtió con el regreso a una “nueva normalidad”.
Con las alteraciones del sueño ocurrió algo parecido. En julio de 2020, el 46% de los chicos tenían problemas para dormir, sufría de pesadillas, insomnio o terror nocturno; hoy esto sigue afectando al 42% de los menores de 6 años. Otro indicador que preocupa a los especialistas es que los problemas de comunicación en la primera infancia aumentaron en estos meses: pasaron de afectar al 16% de los niños al 24%. Esto abarca desde chicos que tienen dificultades y retraso para adquirir el habla, hasta otros con dificultades para expresar lo que sienten y lo que les pasa.
En el caso de los adolescentes, apunta el informe, fue determinante el retorno a la presencialidad y los efectos fueron inmediatos. “La encuesta alerta sobre la continuidad del impacto emocional de la pandemia en los niños y las niñas, destaca una mejora en la situación de los y las adolescentes que podría explicarse por la apertura del sistema educativo”, señala el documento. Más del 90% de los jóvenes entrevistados dijo estar contento de volver a la escuela y de reencontrarse con sus compañeros, mientras que el 84% está más motivado para el estudio. El miedo al contagio bajó fuertemente entre mayo y octubre últimos (del 41 al 19%), al igual que las percepciones de depresión, angustia y miedo.
Los números evidencian una recuperación emocional de los adolescentes. El 12% dijo estar deprimido, contra el 18% que dio esa respuesta en mayo último. En ese momento, el 33% respondió que estaba angustiado, mientras en la última medición fueron el 16%. Solo el 8% afirmó que está asustado, contra el 25% de la encuesta anterior.
La primera infancia, la deuda
“La recomendación que hacemos frente a estos números es que se refuercen los esfuerzos y el abordaje de la salud emocional de la primera infancia, ya que es el grupo al que más le está costando la recuperación del impacto de la pandemia”, apuntó Sebastián Waisgrais, especialista en inclusión social y monitoreo de derechos de Unicef.
La situación del trabajo, los ingresos y el endeudamiento de las familias con niños guarda relación directa con el impacto emocional de la pandemia, apunta el informe. Justamente la pérdida de capacidad adquisitiva de los hogares resulta en un factor de desprotección para los más chicos.
El 50% de los encuestados vivió alguna situación de inestabilidad laboral desde el inicio de la pandemia, porcentaje que aumenta al 60% cuando el análisis se centra en las mujeres. A raíz de esta situación, el 62% de estos hogares (3,9 millones) se enfrenta a reducciones en sus ingresos. “Es el porcentaje más elevado de la serie que comenzó a medirse en abril de 2020. Además, este indicador muestra fuertes desigualdades: aumenta al 84% en situaciones de mayor vulnerabilidad y al 71% en hogares numerosos”, indica Waisgrais.
El 27% de los hogares tiene al menos una deuda y en casi 4 de cada 10 se dejó de comprar algún alimento por no tener dinero. Además, frente a la falta de ingresos, el 23,5% de los adolescentes trabaja y un 11% dijo buscar empleo; el 71% de los que están en el mercado laboral ingresó durante la cuarentena. El incumplimiento de la cuota alimentaria se incrementó durante la pandemia. En el 17% de los casos, la explicación fue que el padre no conviviente experimentaba dificultades económicas y laborales, aunque en muchos otros casos esa no fue la razón. “Se incrementó la violencia económica durante la pandemia”, explica Waisgrais.
Más planes, pero no alcanzan
Durante la pandemia creció exponencialmente la cantidad de hogares que reciben la tarjeta Alimentar y otros apoyos alimentarios: pasaron del 18% al 48% entre abril de 2020 y octubre de 2021. Esto guarda relación con el aumento de la pobreza en hogares con chicos menores de 14 años. En la actualidad, 6 de cada 10 hogares son alcanzados por alguna medida de protección de ingresos (Asignación Universal por Hijo, Alimentar, Potenciar, entre otros), señala el informe.
“El soporte de estas medidas económicas y sociales es contundente: el 90% de los hogares considera que son necesarias”, concluye Waisgrais. De todas formas, esto no alcanza para paliar el deterioro en el poder adquisitivo: según la encuesta, el 50% afirma que los ingresos que recibe en este concepto son escasos y el 76% de aquellos que reciben la AUH señalan que les alcanza para cubrir menos de la mitad de los gastos en alimentos, bebidas, ropa y zapatillas.
Esto explica en parte la dificultad que experimentan cada vez más familias para reorganizar horarios y tareas en el retorno al trabajo presencial y por qué aumentó el número de chicos menores de 6 que quedan solos o al cuidado de un hermano, también menor de edad.
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