Educar en valores. Por qué desarrollar el carácter de los estudiantes puede ser un socio estratégico del aprendizaje
Según los especialistas que hicieron un estudio en América Latina mejores resultados académicos, la asistencia de los chicos a la escuela y desciende los episodios de violencia
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¿Tiene sentido formar alumnos que sepan matemática o literatura, pero que no hayan desarrollado la justicia o la honestidad? ¿Cuál es la relación entre las virtudes y el rendimiento académico de los estudiantes? Estas fueron algunas de las preguntas que, hace 18 meses, se planteó un grupo de 20 docentes al iniciar un programa educativo precursor en América Latina que tuvo como objetivo desarrollar el carácter de los estudiantes.
Cada docente eligió, sobre la base de su realidad áulica, una virtud fundamental -como la justicia, la honestidad, la perseverancia, el esfuerzo, la responsabilidad, el respeto, la valentía, la humildad, el trabajo en equipo o el bien común-, para trabajar junto a sus estudiantes, entendiendo que el desarrollo de las virtudes es un pilar fundamental para la educación y para el florecimiento humano.
Este sábado, en el Congreso Internacional para el Desarrollo de Virtudes, organizado por la Fundación Varkey en alianza con John Templeton Foundation, se presentaron los principales resultados y aprendizajes que dejó el programa, organizado por ambas instituciones.
Fernando Giménez Zapiola, líder del proyecto y director del Colegio Labardén, en San Isidro, explicó a LA NACION que los docentes que llevaron adelante la iniciativa pertenecen a sectores muy disímiles entre sí: escuelas públicas y privadas, educación primaria, secundaria y especial, campos disciplinares diferentes y ambientes rurales y urbanos. Y sin embargo, dijo, todos lograron desarrollar su virtud y, además, mejorar los resultados académicos.
“Esto no es para un único nivel o un contexto, sino que es transversal. Muchas veces las reformas educativas se imponen desde la academia, pero acá se generó una reforma desde los docentes, que cambiaron algo y tuvo resultados”, dijo.
De acuerdo con Giménez Zapiola, esos resultados fueron, en primer lugar, que las virtudes que se enseñan explícitamente, efectivamente se desarrollan.
En segundo lugar, mencionó que los docentes llevaron a cabo el proyecto con sus prácticas habituales, no inventaron nada específico. “Es decir, lo que un docente hoy hace, si lo tamiza con una virtud, realmente mejora los resultados”, dijo.
“Y lo otro muy lindo que nos dejó el programa fue el trabajo en equipo. Se demostró que cuando los docentes se apoyan logran mejores resultados”, sostuvo.
“Queremos transformar las escuelas, educar buenas personas a través de la educación del carácter porque el mundo necesita más que nunca de la perseverancia, la curiosidad, el servicio, la honestidad, la autonomía y el respeto”, agregó Agustín Porres, director regional de Fundación Varkey, en la apertura del congreso.
Carolina Muñoz es maestra de inglés en séptimo grado de la Escuela pública N°751 “Teniente General Juan Carlos Sánchez”, ubicada en la ciudad de Bandera, en Santiago del Estero, y fue una de los docentes elegidos para participar del programa.
Muñoz eligió desarrollar la honestidad porque veía que sus alumnos habían tenido trayectorias escolares con vínculos que no estaban consolidados, que cada cual defendía su verdad y que había mucha violencia y bullying entre ellos.
“Sentía que la honestidad era el camino más corto para empezar a resolver todos esos conflictos dentro del aula. Y decidí trabajarla, por un lado, con un método de co-evaluación para que los chicos empezaran a desarrollar el feedback auténtico. Por ejemplo, pasaba un grupo a exponer y el resto de la clase los evaluaba. Al principio las devoluciones eran repetitivas, obsecuentes, sin criterio, pero después comenzaron a juzgarse entre sí y finalmente, con el apoyo de las docentes de otras materias, empezaron a entender que debían tener una palabra honesta que pueda construir y ayudar”, dijo.
Además, inspirados en la película Cadena de favores, armaron una “cadena de honestidad”. “Los chicos tenían que seleccionar una persona del contexto casa, otra del contexto escuela y otra del contexto barrio y salir a detectar la honestidad y la falta de ella fuera del aula, en su vida cotidiana”, explicó Muñoz.
Según la docente, la devolución de eso fue “increíble”. “Tomaron acción y comprendieron la honestidad más allá de lo que dicta el diccionario. Los padres hablaban de una transformación en el comportamiento de los hijos, por ejemplo, chicos que no se quedaban con un vuelto mal dado bajo el argumento de que no iban a mejorar la economía del mundo, pero sí la economía de la cajera a fin de mes cuando le faltara ese dinero”, recordó.
Al finalizar el programa, los estudiantes que pasaron por el aula de Muñoz decían que el proyecto tuvo un efecto mariposa porque “pequeños aleteos de honestidad en su escuela pueden cambiar la realidad en otra parte del mundo”.
Salir del manual
Giménez Zapiola dijo que cualquier docente que quiera implementar esto puede hacerlo, “solo hay que animarse a explorar, a prepararse y a generar preguntas a fondo que salgan del manual”.
“Hay que focalizar en una o en un grupo de virtudes, decididas en conjunto con la comunidad educativa, trabajar explícitamente por medio de clases, aplicaciones en el currículum y modelos presentes en la comunidad y establecer metas e indicadores que permitan ver el impacto en la escuela”, dijo Francisco Moller, consultor especializado en desarrollo del carácter.
Según el experto, hay evidencia de que desarrollar el carácter se asocia a mejores resultados académicos, mejor asistencia de los chicos a la escuela, menores episodios de violencia y una mejora en el comportamiento.
El congreso se realizó en la Universidad Austral, en el partido bonaerense de Pilar, y convocó a más de 300 educadores y oradores de Perú, Chile, Uruguay, México, Colombia, Brasil, Ecuador, Suecia e Inglaterra.
“Educar en valores o educar para la vida es enseñar a descubrir el bien con la inteligencia y el corazón y tener la capacidad de dirigirse hacia ese bien”, dijo Julián Rodriguez, rector de la Universidad Austral.
“Las virtudes nos permiten ser connaturales con lo bueno y tomar decisiones libres. ¿No es esto lo que más necesita el mundo de hoy, la correcta comprensión del bien y el correcto ejercicio de la libertad?”, cuestionó.
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