Educación: hay más de un millón de chicos que aún no volvieron a las clases presenciales
El dato surge de un relevamiento nacional hecho por Unicef; los niños y adolescentes de sectores vulnerables son los más afectados por la enseñanza remota
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Si bien la mayoría de los chicos está volviendo a sus escuelas, más de un millón de estudiantes no pudieron regresar a las aulas desde el inicio de este ciclo lectivo, según se lee en el informe “Impacto de la pandemia en la educación de niños, niñas y adolescentes”, que elaboró Unicef. El número representa al 9% de las viviendas con niños y adolescentes que no tuvieron clases presenciales. Las cifras se enmarcan en la cuarta encuesta del organismo en hogares con chicos de todo el país, hecha entre el 24 abril y 12 mayo pasados.
“La escolarización de los chicos se está desarrollando en 2021 de manera dispar. La mayoría asiste en modelos de escolarización mixtos, con instancias presenciales y no presenciales. Si consideramos que solo uno de cada dos hogares cuenta con computadora para hacer las tareas, cuando hablamos de educación virtual, sabemos que ello se circunscribe a aquellos chicos y chicas que cuentan con estos recursos”, señala Cora Steinberg, especialista en Educación de Unicef.
Para Nicolás Trotta, ministro de Educación de la Nación, el estudio demuestra todo el compromiso del sistema educativo argentino para garantizar el derecho a la educación en el marco de la excepcionalidad que fue la pandemia. “Pero también visibiliza la responsabilidad que tienen los estados de generar las instancias para buscar a todos los chicos y chicas que no han tenido continuidad educativa. Eso es lo que vendría a ser la columna de lo que hay que seguir trabajando”, señala.
Tiziano Alfaro es un adolescente de 16 años que vive en Pichi Neuquén, un paraje del norte neuquino. El joven no tiene señal de teléfono, ni dispositivo ni computadora. La escuela secundaria en la que está cursa 3° año queda a 17 kilómetros de su hogar. La única manera de poder sostener la virtualidad es caminar a una escuela primaria que queda a media hora de su casa, y para la que debe cruzar un río. Allí logra conectarse a una señal de internet intermitente. “Cuando nevaba o el río estaba muy alto era imposible cruzar y tuve varias materias previas en el año. Ahora me pude acomodar más o menos, algunas las saqué adelante y otras me faltan”, explica.
En cuanto a la conectividad de los alumnos, Trotta anuncia la continuidad del plan Juana Manso que planea distribuir computadoras entre las poblaciones más desfavorecidas. “En la próxima semana, las ocho empresas que están fabricando computadoras en la Argentina, con una inversión de más 20.000 millones de pesos, nos entregan las 80.000 primeras y ahí empezamos un proceso de entrega de entre 100.000 y 120.000 por mes. La priorización de distribución va a ser dar una respuesta universal en las escuelas interculturales bilingües secundarias, al primer ciclo de las escuelas secundarias rurales y al primer año de las escuelas secundarias de gestión estatal de la Argentina”, señala. También planean avanzar en conectar a todas las escuelas del país en los próximos dos años, ya que actualmente solo el 45% tiene conexión a internet.
La escolarización adoptó distintas modalidades. En la mayor parte de las jurisdicciones se implementaron modelos mixtos, que combinan presencialidad y clases remotas; otras priorizaron la presencialidad completa, mediante jornadas reducidas y organización de grupos. En tanto, un tercer grupo solo sostuvo la escolaridad remota.
Trotta afirma que todas las provincias han regresado a algún tipo de presencialidad. “Ha sido un primer semestre con una presencialidad muy intensa hasta la segunda ola que logramos recuperar y superar, proyectamos una segunda parte del año con mayor presencialidad a partir del proceso de consolidación del plan de vacunación. En el 80% de las escuelas se volvió a la presencialidad antes del receso invernal. Ahora Formosa, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero no estaban con presencialidad por sus indicadores sanitarios epidemiológicos“, agrega.
Los datos muestran que más allá de los esfuerzos de las diferentes provincias, en el noroeste y en la Patagonia, por ejemplo, la proporción de hogares donde ninguno de los estudiantes tuvo presencialidad durante el año asciende al 21% y 23%, respectivamente.
Deserción escolar
Otro dato preocupante es el de los chicos que por la pandemia se desvincularon de la escuela y nunca volvieron: del 6% de los hogares que tuvieron algún chico que abandonó en 2020, el 81% regresó este año y el 19% nunca lo hizo. En el noroeste y en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), estos valores ascienden a 29% y 26%, respectivamente. “Sabemos que el 75% de estos chicos dejó porque su escuela estaba cerrada y el otro 25% porque sus padres no querían mandarlos. Y también sabemos que de los que no volvieron, un 25% no tiene conectividad”, explica Steinberg. En el caso de los adolescentes, son 27.000 los que no volvieron a clases este año.
La pandemia también puso a prueba la calidad de los contenidos que recibieron los alumnos en las distintas modalidades. Si bien el estudio de Unicef no indagó en este punto, Steinberg señala: “Efectivamente, los datos del año pasado han mostrado que los chicos que están en condiciones de no poder sostener un intercambio de actividades escolares ni hábitos tecnológicos, han recibido un trabajo de menor intensidad. Por otro lado, un porcentaje muy alto de docentes confesó que no estaba preparado para trabajar con el ámbito tecnológico. Es urgente mejorar el equipamiento y brindar los recursos necesarios para que ese tiempo a distancia asegure la continuidad pedagógica”.
Los especialistas coinciden en que la pandemia profundizó la brecha educativa ya existente porque los chicos de familias de escasos recursos son los menos preparados para enfrentar la enseñanza a distancia. “Los grupos que van quedando en situación de mayor vulnerabilidad son los que tienen peores condiciones y los que necesitan más presencialidad. Hay muy pocos hogares de chicos que solo van a modalidad presencial y eso sucede en ámbitos privados, en donde el tamaño y la infraestructura de la escuela permite que tengan protocolos para volver a la doble jornada hace que todos puedan ir en diferentes turnos. Estas aristas hacen que se generen condiciones dispares en las condiciones de aprendizaje”, dice Steinberg.
Como punto positivo para reducir esta brecha, la especialista aporta que muchas provincias están buscando extender el ciclo lectivo y sumar espacios para acompañar a los alumnos que están más rezagados: “Quizás, el fin de semana o por fuera del espacio escolar. Hay una intención fuerte de acompañar a los chicos en sus dificultades. Sobre todo, esos que estaban empezando a atravesar la transición de los ciclos. Alfabetizar a los chicos requiere de un expertise específico. Los chicos que atravesaron el pasaje de la primaria a la secundaria han sido los más afectados”.
Según el informe, el trabajo entre estudiantes y docentes tuvo muchos impactos positivos: 9 de cada 10 familias destacaron que el regreso a las aulas había mejorado el estado de ánimo de los niños. En la misma proporción, los adolescentes afirmaron que se sintieron contentos al volver a la escuela y de encontrarse con sus pares. Se destaca también, entre los adolescentes, mayor motivación con el estudio y la realización de tareas.
Obstáculos
La pandemia dejó sin trabajo a muchos sostenes de familia, en especial a los que tenían trabajos precarios. En algunos casos, esta situación de emergencia hizo que muchos adolescentes tuvieran que sumarse a conseguir el sustento familiar. Según el relevamiento, el 23% de los adolescentes (464.000) hizo alguna actividad para ganar dinero, ayudó a un familiar o a un amigo en su negocio o trabajo, hizo alguna “changa” o fabricó algo para vender. El dato más revelador es que el 47% lo hizo a partir de la pandemia.
A su vez, también se vislumbra un aumento sostenido en el porcentaje de adolescentes que realiza tareas domésticas y de cuidado de otros familiares en el hogar, lo que pone en jaque su continuidad educativa. “Nosotros lo nombramos como barreras para la escolarización que son la antesala de la interrupción de la escolaridad. Cuando se carga la cotidianeidad de los chicos con estas actividades, hay mayor posibilidad de que dejen la escuela”, sostiene Steinberg.
Sobre sus planes para el próximo semestre, Trotta señala: “El indicador que más queremos resolver es la desigualdad social y sus distintas dimensiones. Primero, creemos que hay que seguir fortaleciendo las trayectorias educativas, robustecer la presencialidad y garantizar los aprendizajes en el marco de la escuela sino también en los espacios extraescolares para poder absorber el impacto educativo que ha implicado la pandemia”, concluye.
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