Eduardo Sacheri: "Vivimos en una época de fanatismos exacerbados"
El escritor dialogó con LA NACION tras la publicación de Las llaves del reino, su último libro; habló de la conexión entre fútbol y política; también cuestionó la postura del "militante"
Escritor, docente, fanático del fútbol y fervoroso hincha de Independiente son algunas de las características con las que se podría definir a Eduardo Sacheri. Tiene 48 años y una vida transitada entre las calles de Castelar y la cancha del rojo de Avellaneda. En el Oeste del Conurbano, donde vive desde pibe, y con un café de por medio, habló con LA NACION de Las llaves del reino (Alfaguara) su último libro. También opinó acerca de cómo ve a la sociedad y a la política actual y dio una particular mirada sobre la militancia en el país.
"Vivimos en una época de fanatismos exacerbados, de te amo, te odio, sos una maravilla o sos un desastre. Nos cuesta mucho tolerar un mínimo nivel de frustración", dijo. "No me agrada esta mirada, este festejo de la militancia. Esa palabrita me suena a militar: en tanto 'me mandan obedezco, esto es una batalla'".
- ¿Por qué decidiste armar un libro con tus columnas?
- Yo escribí en la revista El Gráfico poco más de 4 años, al ritmo de una por mes. Mi público lector habitual es de libros, acostumbrado a toparse con mis textos en una librería, no en una revista. Entonces, como en el fondo se parecen bastantes a mis cuentos, me pareció que estaba buena la idea de que mis lectores habituales puedan tenerlo. Que sea en un libro es una manera de darles fijeza o perdurabilidad, que en una revista por la lógica de un medio gráfico es más efímera.
- En la última columna hablas sobre tu abuela y la denominaste "La llave del reino": ¿Por qué decidiste que el libro lleve ese nombre?
- Cada columna tiene su titulo y en general están trabajadas como un libro de cuentos. Lo habitual es elegir, en mis libros, alguna que me parezca significativa por algo y que le dé el nombre al libro. En el caso de La llave del reino, aparte de que la columna se trate de mi abuela, tiene que ver con qué sentido tiene para mí escribir sobre fútbol, precisamente utilizarlo como una puerta de acceso a otros lados. A lo mejor esa columna sintetiza de manera más acabada ese ejercicio o ese principio.
- En los últimos años, dos de tus libros se transformaron en película: ¿Cómo fue esa experiencia?
- Me gustó, sobre todo porque la película le da una nueva vida al libro, independiente de la que tuvo o tiene como libro. Es como volver a ver a viejos conocidos a los que ya no ves más. Tus personajes, su historia quedó en tu pasado y de repente alguien lo trae para volver a trabajarlos. Y por las personas con las que me tocó trabajar fue una gran experiencia porque son buena gente, tanto [Juan José] Campanella como [Juan] Taratuto.
Con
- Teniendo en cuenta que escribir un libro y armar una película tienen modos de trabajar distintos: ¿Fue difícil congeniar criterios?
- Como escritor de ficción laburás solo, es casi una premisa. Charlás un poco con el editor pero es un laburo muy introspectivo y solitario. Pero el trabajo en el cine no, es un laburo en equipo. Y como en todo equipo te puede tocar buena gente o no y hasta ahora tuve suerte. Es importante que ante algún cambio en la historia haya posibilidades de negociar, dialogar o poder proponer alternativas. Si me hubiera topado con gente muy soberbia, que sólo valora su propia opinión, ahí creo que hubiera sido más difícil. Quizás no lo hubiera disfrutado o no lo hubiera hecho.
- Dijiste que escribís sobre fútbol como puerta de acceso a otras cosas y en una de tus columnas hablás un poco de la histeria con la que se lo vive: ¿Creés que esa histeria se trasladó al día a día en la sociedad?
- Creo que vivimos en una época en la que nos cuesta mucho tolerar un mínimo nivel de frustración. Esto de querer todo ya, todo mágico, todo listo, habla de un embrutecimiento, hasta emocional te diría, y se traslada a nuestro modo de vivir política y socialmente. Estos fanatismos exacerbados de te amo, te odio, sos una maravilla o sos un desastre. Es muy difícil construir desde esas categorías absolutas de: "Nosotros tenemos toda la razón, ustedes están todos equivocados".
- ¿Fue siempre así en la Argentina? ¿O recrudeció en los últimos años?
- Creo que estas peleas son como oleadas. En los 80, con el retorno de la democracia, parecía haber ciertos consensos más sólidos, más amables a diferencia de los 70 que fueron unos años de odio absolutos. Por eso creo que son oleadas. En los 90 estuvo un poco más planchado el tema político, lo que no quiere decir que sea bueno. Pero tampoco me agrada esta mirada, esta exacerbación y festejo de la militancia. Esta palabrita de la militancia que me suena a militar. En tanto "me mandan obedezco, esto es una batalla". Pará loco, bajá dos cambios.
- Hace poco tuvimos en Tucumán unas elecciones cargadas de irregularidades, con enfrentamientos y quema de urnas: ¿Es un poco el reflejo de cómo estamos?
- Yo analizaría el concepto de la gente. Porque con el recuento finalizado y después de conocer esos manejos perversos de aprietes y fraudes la opinión de un montón de gente no cambia. Me pregunto qué porcentaje de los argentinos está preocupado por valores republicanos. Porque si somos todos los que estamos preocupados y vemos que hay problemas con eso es una cosa; ahora, si sólo al 40% de los argentinos le preocupa la violación de los principios republicanos, el tema es otro. O por lo menos el problema lo tiene ese 40%. Hay otro porcentaje de gente parece importarles muy poco. Y ves comportamientos políticos en un montón de lugares de la Argentina inconmovibles en relación a ese tipo de prácticas. Para mí es un error, me parece, considerar que todo el mundo se indigna por las mismas cosas. A mí me indigna un manejo autoritario de la cosa pública, pero yo sé que no a todo el mundo le importa lo que a mí me importa. Entonces, a lo mejor lo de Tucumán tuvo esta espectacularidad porque fue especialmente visible y bochornoso y fue una elección un poco más reñida que otras, por lo menos en la capital. Si esto hubiera pasado en el oeste de Tucumán no llega a los medios.
- ¿Ves tan marcada esta diferencia entre un sector y otro de la población?
- Mira, yo vivo en la provincia de Buenos Aires de todo la vida. Desde el 87 siempre ganó el peronismo y seguirá ganando. Yo miro a mi alrededor y pienso: ¿Tan bien está la provincia?. Tiendo a pensar que no. Lo que he aprendido es que evidentemente yo tengo un registro de la realidad distinto al de otras personas. A lo mejor tengo pretensiones que evidentemente el cuarenta y pico por ciento de los electores de mi provincia no tiene. A lo mejor suena cínico lo que digo e insisto: yo creo tener otros valores. Pero al mismo tiempo no creo que esos oficialismos provinciales ganen simplemente por fraude. Creo que ganan en, general, por una mezcla de clientelismo y una adhesión cuasi religiosa de grupos muy grandes de la sociedad a determinados símbolos del pasado.
- En el libro tenés más de una columna que directa o indirectamente hablás de Inglaterra: ¿Te marcó mucho la Guerra de Malvinas?
- Cada cual habla de la perspectiva que le toca vivir. La Argentina padeció el colonialismo británico y yo lo lamento. Sobre todo por los pibes que se murieron en la guerra. Pero eso no implica dejar de reconocerles a todos los británicos de la segunda guerra mundial para acá el vivir en una sociedad muy amplia, muy tolerante y muy progresista. Digo para ellos, porque siguen sin largar las Malvinas por ejemplo. Pero yo creo que es una sociedad que tiene cosas valiosas, también. Los tipos conviven mejor que nosotros, y tienen una política inmigratoria más amplia. Por supuesto, no dejan de ser europeos, entonces hay que analizarlos en su contexto. Pero lo que uno ve en Londres, por ejemplo, es mucho más tolerante de lo que ve que en otras capitales en relación a los inmigrantes. Eso para mí es algo valioso que se puede aprender aún de un país que tiene un territorio que vos considerás tuyo.
- El gobierno de Néstor y Cristina Kirchner se vanaglorió por haber levantado las banderas de los derechos humanos. ¿Crees que fue así?
- Me parece que se hicieron algunas cosas positivas, que, en general, el Gobierno tendió a magnificar sin demasiado criterio. Y me parece que nos seguimos debiendo como sociedad una revisión histórica seria y como se debe hacer en la historia. Con toda una serie de perspectivas económicas, sociales, culturales y de la vida privada sobre quiénes fuimos en las décadas pasadas. Me parece que el Gobierno tiene un discurso bastante simplista a ese respecto.
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