Estilo neocolonial y un enigma: la desconocida historia de un imponente colegio centenario del conurbano
La institución, que nació en 1913, comenzó con tres alumnos pupilos en una pequeña casa en el barrio porteño de Flores y hoy es un emblema de zona oeste
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Si bien la Argentina cuenta con gran cantidad de colegios privados, poco se menciona a uno de los más antiguos de la provincia de Buenos Aires, el Ward, compuesto por 12 edificios patrimoniales ubicados en un gran predio arbolado de 13 hectáreas considerado el pulmón verde del oeste del conurbano. Pero además, los tranquilos jardines esconden desde hace décadas un secreto vinculado a su historia educativa metodista que ni los chicos ni los directivos conocen.
LA NACION recorrió en forma exclusiva su campus para descubrir el enigma y conocer las instalaciones. De uniforme gris y rojo se observa a cientos de chicos y chicas correr y jugar a lo largo de todo el jardín. Allí estudian a diario unos 1700 alumnos de diferentes barrios y credos. A su vez, entre personal docente y no docente, trabajan unas 500 personas en el lugar. Un lugar con movimiento permanente, abierto a toda la comunidad, donde se realizan desde eventos deportivos hasta exhibiciones de arte. Por su tranquilidad, es el oasis verde de Villa Sarmiento, partido de Morón, una zona industrial y altamente poblada.
Traspasar el portón del ingreso principal de la calle Concejal Héctor Coucheiro 599 es sumergirse en el mundo académico de la institución nacida en 1913, cuando George Ward, empresario estadounidense dueño de la Ward Baking Co. de Nueva York, se encontraba de viaje de placer en la Argentina y, en honor a su madre, que tenía inclinación por la educación, ofreció a la Iglesia Metodista una donación para crear un colegio cristiano en Buenos Aires.
El retrato de Fred Aden, director entre 1920 y 1955, junto a las fotos de otras autoridades, cuelga de las paredes del edificio principal, el Oldham Hall, con entrada por Coucheiro. Es una construcción con cúpula que lo identifica a la distancia. Tanto este edificio como el resto están en buen estado de conservación: brillan maderas, mosaicos y bronces. Todo de época y de acuerdo al estilo neocolonial en boga. Su constructor fue Philip B. Massey, autor del Templo Metodista de Almagro.
Según la Directora General del Ward, Adriana Murriello, vale la pena detenerse a observar las paredes de los edificios y descubrir las inscripciones que allí perduraron a través del tiempo. Algunas de ellas en son “Pensar y dejar pensar”, “La verdad los hará libres” o “Plus Ultra”. Según Murriello, “estas palabras nos recuerdan a todos día a día un rumbo a transitar creativamente, contextualizando el pasado en un presente que demanda nuevas respuestas para que sea posible un futuro con formas abiertas pero desde raíces firmes e identidad clara”.
Tres alumnos pupilos
En cuanto a su historia, Alfredo Coelho Suárez, del Área de Desarrollo Institucional, cuenta durante la visita que “el colegio comenzó con tres alumnos pupilos en una pequeña casa en el barrio porteño de Flores”. En 1926, le compraron a la familia Narbondo este predio. Su casco de estancia, que es parte de la escuela, es una de las construcciones en pie más antiguas de la zona. En 1933 se inaugura el Edificio Oldham, y años más tarde se adquiere y anexa una quinta lindera perteneciente a familiares de José María Ramos Mejía, con lo cual el Ward adquiere su dimensión actual.
Por eso, y debido a sus grandes dimensiones, a veces uno termina perdiéndose en el parque. El secreto del colegio puede estar en cualquier sitio de este gran predio arbolado, o en el interior de alguno de sus edificios emblemáticos: el Bauman, Merner, Pffeifer y Williams, además del Oldham. Tanto estos como otros más modernos albergan dos laboratorios de Ciencias y otros dos de Robótica; cuatro salas de informática; la Biblioteca Holmes; pista y campo de atletismo; canchas de fútbol, handball, básquet y voley; natatorio climatizado; capilla; atelieres, salas de música, archivo y museo histórico; un edificio para 100 personas; salón de actos; consultorio médico; cafetería; librería y estacionamiento.
Patricia Pighini es la encargada de custodiar la memoria que se atesora en el Archivo y Museo Histórico que, entre otras cosas, conserva el registro de una visita de Jorge Luis Borges en 1985, cuando fue a la biblioteca a conversar con alumnos, en una de sus últimas apariciones públicas. “En un principio el colegio era una pequeña aldea donde convivieron directivos, misioneros y empleados para atender a una amplia población de pupilos sin distinción de nacionalidades, conformando una verdadera y gran familia. A ellos se sumaban los alumnos no pupilos, que también pasaban largas horas del día en el colegio”, explica Pighini, mientras muestra los objetos que se exhiben en el museo.
Hoy el Ward ofrece niveles Inicial, primario y secundario bilingüe. Es mixto y de jornada completa. Además tiene Escuela Especial, Bachillerato para Adultos, profesorados de Educación Física, Inglés y Formación Básica Musical y escuelas deportivas de Handball, Atletismo y Natación y las de Música. “Pertenece a la Asociación Ward, y las autoridades de la Junta Directiva Honoraria son elegidas por la Iglesia Metodista (en la Argentina desde 1836) y por la Iglesia Discípulos de Cristo”, explica Coelho. Por lo tanto, la enseñanza se inspira en los valores cristianos de sus iglesias fundadoras y recoge, entre otros, los aportes de la pedagogía que traían los misioneros norteamericanos. Una de las maestras estadounidenses que trajo Domingo Faustino Sarmiento estuvo presente en el Acto de Colocación de la Piedra Fundamental del Edificio Oldham. Es un proyecto que, desde sus inicios, promueve la pluralidad de ideas y está abierto a todas las nacionalidades, explica Coelho.
Una vez recorrido el predio se vuelve al primer edificio, el Oldham, donde en una de las vitrinas del pasillo se observa una canica, la foto de un Nuevo Testamento, un periódico de 1932 y una foto de época, entre otros elementos que estaban ocultos en una cápusla del tiempo hecha de plomo, dentro de la piedra fundamental del edificio. Esa cápsula fue abierta en el centenario de la fundación del colegio, en el 2013. Los objetos que contenía fueron llevados a la vitrina y reemplazados por otros, salvo el ejemplar original del Nuevo Testamento, que perdura. Nadie sabe ni sabrá cuáles son los otros objetos que hay dentro de esa piedra fundamental hasta que el tradicional Ward cumpla otros 100 años vida y se devele el misterio.
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