Edad flexible de retiro y más productividad, claves frente al envejecimiento de la población
En los parques de Tokio, en Japón, muchos bancos incluyen en su parte lateral una pieza de plástico amarillo (una especie de manija), diseñada para sostenerse; su objetivo es ayudar a que las personas mayores o con problemas de movilidad puedan sentarse e incorporarse con más facilidad. En shoppings y lugares concurridos, muchos baños están provistos de sillitas para dejar a bebés o niños pequeños, de manera que la persona adulta que los acompaña pueda estar más cómoda.
La sociedad japonesa es la más envejecida del mundo: el 33,4% de la población tiene 60 años o más y el índice llegaría a 42,4% en 2050, según lo consignado en el último reporte sobre población de Naciones Unidas. La esperanza de vida creció desde los 68 años en 1960 para ubicarse en los 84 años. El diseño de los bancos de plaza es un ejemplo de adaptaciones urbanas para procurar dar respuesta a uno de los desafíos que la realidad demográfica plantea: la necesidad de integrar a los mayores, de ofrecerles medios para una mejor calidad de vida, y así evitar el aislamiento y cuidar su salud física y mental. El equipamiento en los baños es un signo de otra parte de la estrategia poblacional, en este caso aplicada al espacio público: la de intentar que crezca el número de nacimientos, porque con la situación actual la sociedad seguirá su senda de envejecimiento.
En la Argentina, quienes andan por sus 40 y tantos años estarán por jubilarse o jubilándose entre mediados de la década de 2030 y mediados de los años 2040, si no cambia antes -claro está- la edad de retiro. Para ese entonces, según las proyecciones de quienes estudian la demografía, el país habrá dejado atrás su período de "bono demográfico" y habrá traspasado una puerta en el camino que lo lleva a convertirse en una sociedad envejecida.
¿Qué significa eso? Lo que ocurrirá en unas dos décadas es que comenzará a crecer la cantidad de personas económicamente dependientes en relación con las que están en la etapa activa. Ello ocurrirá no porque habrá más niños y adolescentes (la participación de este grupo en la población se mantendría estable), sino por la creciente cantidad de mayores. Hoy, por cada 100 personas en edad activa hay 55 que, por su edad, son económicamente dependientes. Esa relación, que se mantiene casi sin cambios desde 2010, comenzará a crecer hacia 2035 o 2040 y llegaría a 72 por cada 100 en 2100, según proyecciones publicadas por Carlos Grushka, demógrafo y docente de la UBA, en el informe "Los años no vienen solos", del Banco Mundial. ¿En otras palabras? Habrá cada vez menos activos para sostener a más pasivos.
Si se mira solo el segmento de personas de 65 años y más, el informe señala que la participación de este grupo sobre la población total era del 10,4% en 2010 y se proyecta que en 2050 será del 19%. La edad de 65 años es la que les permite jubilarse a los varones en el sistema gestionado por la Anses (el más abarcativo del país, que está y seguirá en revisión), mientras que las mujeres acceden desde los 60 años.
Con el punto final para el bono demográfico y con la prolongación de la vida se plantean en cualquier país desafíos vinculados con al menos cuatro aspectos. Uno es el fiscal (el déficit del régimen previsional de la Argentina hoy ronda el 3% del PBI) y otro es el económico, ya que se afectará la capacidad de producción. Un tercer factor es el gasto en salud, que medido en términos per cápita se duplica y aún más cuando se considera a las personas de edad más avanzada respecto de quienes transitan sus 60 o 70 años. Como cuarto aspecto está el de la convivencia social: las familias necesitan reorganizarse y las ciudades deben repensar sus estructuras y las oportunidades de socialización ofrecidas.
"América Latina envejecerá mucho más rápido que Estados Unidos y Europa, porque los índices de natalidad bajaron más rápido en los últimos años", dice desde Washington Mariano Bosch, especialista principal en Seguro Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Lo cierto es que en diferentes países la situación lleva a reformas y a revisiones periódicas de las normativas previsionales. "Los sistemas van a ser menos generosos -afirma Bosch -; a nadie, en ningún lugar, le gusta tomar ciertas políticas. Por eso hay que generar conciencia sobre el tema, lograr consensos en la sociedad, explicar que no hay culpa de ningún gobierno en particular y hacer adaptaciones de a poco".
Las soluciones, advierten los analistas, deberían pensarse y comenzar a implementarse antes de llegar a ser una sociedad envejecida. Por ejemplo, impulsando políticas para una mayor productividad y una mayor cantidad de aportantes. Para esto último, incorporar a más mujeres al trabajo y bajar la informalidad son dos metas deseadas. Además, varios países ven en las migraciones un factor de peso para ese objetivo.
"Japón, Corea y China se enriquecieron fuertemente en el bono demográfico; eso prepara a la sociedad porque con el envejecimiento cada trabajador debe aportar más para mantener a más retirados", dice el economista José María Fanelli, especializado en demografía.
Para el economista Ricardo Arriazu, el desafío para el pago de jubilaciones es independiente del tipo de sistema elegido por un país: sea uno basado en la familia, en el reparto intergeneracional de recursos o en la capitalización individual. "Las soluciones obvias se basan en una combinación de suba de la edad jubilatoria, mayores aportes durante el bono demográfico y menores beneficios futuros", afirma.
Lo que surge de las experiencias es que, para intentar que los cambios sean socialmente aceptables, se aplican de forma progresiva y con flexibilidad. Por caso, con opciones para retirarse a diferentes edades y haciendo variar el monto de la prestación según el momento elegido.
"Es fundamental encontrar mecanismos que permitan extender la vida activa, aumentando la productividad y los recursos para el sistema previsional; se debería tender a regímenes flexibles, con incentivos para generar comportamientos voluntarios", plantea Rafael Rofman, líder del Programa para Protección Social del Banco Mundial para la Argentina, Paraguay y Uruguay.
En Japón, la edad de 65 años es la legal para la jubilación completa, cuyo nivel máximo requiere de 40 años de aportes. Pero puede pedirse el cobro anticipado, aceptando una penalidad. Y, por el contrario, hay un bonus si se posterga el retiro. Una de las últimas modificaciones tuvo que ver con la manera de actualizar los montos, un punto central para garantizar la sustentabilidad.
En materia de mejorar la ecuación demográfica, el exdirector adjunto del Instituto de Investigaciones sobre Población y Seguro Social, Kaneko Ryuichi, describió poco tiempo atrás y según un artículo del portal Nippon.com, varios ejes de acción posibles: pensiones para madres; facilitación de adopciones para casos de embarazos no deseados; expansión de posibilidades para inmigrantes, e incorporación al empleo de más mujeres y adultos mayores.
Uno de los sistemas previsionales más observados en el mundo es el de Suecia. Allí rigen una pensión básica y otras contributivas. Una proviene de las "cuentas nocionales", un sistema en el que trabajadores y empresas hacen aportes (del 16% de los ingresos), cuyos montos se registran a nombre de cada futuro beneficiario y se actualizan con un índice. A partir de los 61 años, las personas tienen margen para elegir cuándo jubilarse y de eso dependerá cuánto cobrarán, porque el cálculo tiene que ver con la expectativa de vida.
Con este método -que adoptaron otros países-, si mejora la esperanza de vida las pensiones serán más bajas, porque habrá que pagarlas durante más años, salvo que la persona decida retrasar su retiro. En este segundo caso, la expectativa de sobrevida al momento del retiro será inferior y se obtendrá una mensualidad más alta. Al tiempo que esa parte de las prestaciones es de gestión estatal, hay un aporte de 2,5% para cuentas de capitalización en fondos privados. Para la parte pública se dispuso una garantía de sustentabilidad: los pagos se ajustan según cómo le va a la economía y se evita la caída en déficit.
Países como Finlandia apelaron a una suba progresiva de la edad de retiro con un esquema flexible, que permite el cobro de pensiones parciales, del 25% o del 50% antes de la edad legal; si se hace esta opción, el beneficio definitivo luego se verá afectado por un descuento.
En Alemania también se admite el cobro anticipado y la penalidad por elegir esta alternativa puede reducirse si se pagan antes aportes extras. Según Arriazu, un rasgo interesante de este sistema es que "cada año se evalúa la dinámica demográfica del país" para determinar la viabilidad de los pagos.
Más allá de las pensiones, el envejecimiento plantea un desafío para los sistemas de salud. En la Argentina y según datos de la Asociación Civil de Entidades Médicas Integradas (Acami), en 2016 hubo un gasto anual per cápita de $1175 en la población de 30 a 34 años, cifra que se elevó a $1684 entre las personas de 50 a 54 años y a $2559 para los de 60 a 64 años. La suba siguió progresivamente y se disparó hasta $15.825 para quienes llegan a los 100 años.
Al margen de las soluciones necesarias para financiar los servicios médicos, se advierte que debe trabajarse en políticas de sociabilización y prevención. "Prever es la clave", señaló Setsuko Saya, directora de Cooperación Internacional en la Oficina de Gabinete del Gobierno de Japón, al hablar en una capacitación sobre envejecimiento y ciudades, organizada por el Tokio Development Learning Center. El desarrollo de políticas de largo plazo, el diseño de indicadores estadísticos, el alza de la participación de los mayores en actividades sociales y laborales y la promoción de un hábitat confortable son algunas claves.
Algunas políticas están a cargo de gobiernos locales. En Toyama, Japón, una ciudad donde las personas de más de 65 años son el 28% de la población, el tema se planteó en el marco de un plan integral de sustentabilidad. Y así, por ejemplo, la mejora en el transporte público ayudó a luchar contra el sedentarismo. Además, se sumaron expertos en adultos mayores en 32 oficinas comunitarias y se construyeron dos grandes centros sociales: en uno se promueven actividades para los mayores; en el otro se ayuda a embarazadas, madres y bebés.
Otros casos de ciudades destacados por un informe de la OCDE son los de Colonia, Alemania, donde se construyen casas multigeneracionales para integrar a adultos mayores con estudiantes que necesitan vivienda, y los de rediseño de espacios públicos que hay en varios lugares para incentivar las caminatas.
La mayor expectativa de vida es sin duda un dato positivo. La manera en que se transita la última etapa de la vida y la forma de convivir son desafíos no menores. Sin un rol social activo para todos y sin previsión de recursos, el tema es visto como una dificultad. Para Emi Kiyota, gerontóloga e integrante de la iniciativa The Goblal Ageing Network, "el envejecimiento es un problema... Si el entorno no está preparado".
El desafío de los gobiernos de mejorar la calidad de vida de los mayores
En la ciudad de Buenos Aires el 16,4% de la población es mayor de 65 años y el 5,1% tiene más de 80 años. Desde la Secretaría de Integración Social para Personas Mayores del gobierno porteño se promueven programas de aprendizaje digital, de envejecimiento activo (con eje en lo intergeneracional, el emprendedorismo, la actividad física y la capacitación), de protección de derechos y de uso del espacio público. En Toyama, Japón, el 28% de la población tiene 65 años y más, y esa proporción llegaría al 40% en 2045; en el Kadokawa Preventive Care Center se hacen múltiples actividades para promover la integración social y el cuidado de la salud.
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