Desde el 20 de marzo toda la Argentina habla de cuarentena, pero si alguien sabe de eso, esa es Mara. La elefanta, una de las tres que vive en el Ecoparque de la ciudad, había sido aislada de sus compañeras de recinto mucho antes que se decretara el confinamiento social por el avance del nuevo coronavirus. Se estaba preparando para viajar a Mato Grosso, en Brasil, donde pasaría la última etapa de su vida, cuando se cerraron las fronteras como parte de las medidas ante la pandemia.
El viaje de Mara está en pausa como otros proyectos de conservación del Ecoparque que ingresaron en una etapa de replanteos de metas más allá de la cuarentena, como la reinserción de animales en los Esteros del Iberá, la recuperación de una colonia de caracoles en Misiones y otras iniciativas fuera del predio. Dentro del Ecoparque la dinámica también cambió por las restricciones. Los veterinarios y cuidadores se dividieron en grupos para garantizar la atención de los animales y los tratamientos diarios, principalmente de los más gerontes.
Minga, una mandril que se relocalizará en Uruguay, y Rihanno y Cleo, dos ejemplares de tigre de bengala que será derivados a un santuario de Estados Unidos, también esperan su momento para emprender su viaje previsto para el segundo semestre del año. Mientras se aguarda la evolución de la pandemia, continúan los controles a los animales y también las gestiones en los permisos y las habilitaciones. Ninguno de los procedimientos están frenados, sino en espera.
"Hay que hacer todo un replanteo del plan original de traslados", sostuvo Tomás Sciolla, a cargo del área de Conservación y Gestión de Fauna del Ecoparque, por las nuevas condiciones que impuso la propagación del nuevo coronavirus en todo el mundo. "La pausa en las acciones de campo sirve para replantear objetivos, una reconfiguración del trabajo", explicó.
Además de la logística de los traslados, la situación actual obligó a reenfocar, principalmente, los proyectos denominados in situ, es decir, en el propio lugar de las especies. Personal del Ecoparque estaba ocupándose de la conservación de tapires en los Esteros del Iberá cuando se frenó por la cuarentena. Ocurrió lo mismo con el plan de conservación de guacamayos, en Corrientes, o la colonia de caracoles apipé, en Misiones, una población única en el mundo que desapareció del mapa cuando se construyó la represa de Yacyretá, cuyos nuevos ejemplares estaban a punto de ser liberadores para recomponer el sistema cuando se anunció el aislamiento social.
Cambios puertas adentro
Dentro del parque la rutina diaria de atención de los animales que aún quedan en cautiverio no se alteró. La observación, higiene, nutrición, enriquecimiento (generar un mejor ambiente al animal), entrenamiento (pesaje, desvasado) y otras actividades debieron continuar inalterables. Para eso los 45 cuidadores se dividieron en dos grupos para cubrir toda la semana en todas las áreas que componen la gerencia de Bienestar Animal (veterinaria, biología, nutrición, entre otras). Habitualmente se trabaja en dos turnos, de 8 a 16 y de 10 a 18, pero ahora sólo se realiza el turno de la mañana para garantizar ocho horas de atención.
"Después de las 16 el parque está cerrado y no queda nadie adentro, salvo los animales y las personas de seguridad privada. Cada grupo trabaja una semana completa y la otra se queda en su casa, esa es la rotación semanal por equipo. Tomamos estas medidas de prevención son para evitar el contagio, pero sin dejar de atender a los animales", contó Martín Levach, coordinador de los cuidadores.
Además de la división en grupos todas las personas que están en contacto con los animales usan barbijos, guantes, pediluvio (agua con un producto desinfectante para remojar el calzado antes de ingresar a los recintos), alcohol en gel, lavado de manos, alcohol al 70% para desinfectar los elementos de comunicación y charlas informativas sobre la evolución del virus y su impacto en el medio.
La higiene, la alimentación y otras rutinas diarias quedaron garantizadas con este esquema de trabajo, que comenzó a regir horas después del comienzo del aislamiento social. También quedaron cubiertas las necesidades de los 15 animales considerados gerontes, que aún habitan en el Ecoparque. Estos ejemplares necesitan de tratamientos específicos como suplementos articulares que se mezclan en su dieta, entrenamientos y sesiones de fisioterapia.
"Es una situación inédita en el Ecoparque", confió Natalia Demergassi, coordinadora del cuerpo de veterinarios, aunque a pesar de la nueva dinámica, dentro del recinto y en la vía pública, no se detectan cambios en los comportamientos de los animales. "Estamos rodeados de árboles todos los días con lo que el impacto sonoro siempre es bajo porque funcionan como una barrera. Es evidente que se pueden escuchar más las aves que en días normales, pero el mayor impacto es que se puede trabajar más conectados con los animales", afirmó Demergassi.
Con la mirada puesta en las recomendaciones de autoridades sanitarias de Europa y Estados Unidos sobre el manejo de animales en tiempos de pandemia, en el predio de Palermo van adaptándose a las nuevas condiciones sin dejar de pensar en los proyectos iniciados antes del coronavirus. "Estamos orgullosos del equipo que pudimos consolidar, que nos permite afrontar la obligación que tenemos con nuestros animales de la mejor manera. No sólo se garantizó el más alto nivel de bienestar, sino que, además, continúan las tareas de rescate y liberación de fauna autóctona", sostuvo el secretario de Ambiente de la ciudad, Eduardo Macchiavelli.
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