Durante 136 días corrió por la ruta 40 para unir Jujuy con Santa Cruz
Enfrentar vientos de 100 kilómetros por hora, sentir la presión de estar a 4000 metros de altura sobre el nivel del mar, sufrir frío extremo por las noches, enfermarse y lesionarse. Estas son algunas de las pruebas más difíciles que tuvo que enfrentar Martín Rospide durante los 136 que duró su hazaña: correr 5093 kilómetros desde La Quiaca, Jujuy, a Cabo Vírgenes, Santa Cruz, a lo largo de la ruta 40. El martes 14 llegó a su destino.
Empezó a jugar al rugby a los siete años y llegó a ser uno de los pilares en la primera del San Isidro Club (SIC), donde estuvo hasta que se retiró a los 32 años. Para seguir entrenando, se dedicó a correr y participó en distintas maratones. Correr le gustaba tanto que comenzó a incursionar en aventuras de montaña.
Un día se enteró de la hazaña de Rodolfo Rossi, un maratonista, que en 2015 recorrió la ruta 40 de norte a sur en 113 días y en 2018 publicó un libro sobre su aventura –Corre 40, de editorial Atlántida–.
"Lo conocí por medio de un amigo. Yo ya venía pensando en hacer un viaje así y sabía que él lo había hecho, ya había leído su libro y había seguido su viaje a través de las noticias y las redes. Así que quise juntarme con él para saber si yo podría llegar a hacerlo, para tener una referencia. Fue muy generoso, me compartió su experiencia", cuenta.
Rospide salió el 1º de septiembre pasado de La Quiaca y corroboró que uno de los consejos que le había dado Rossi era verdadero: correr en altura es difícil porque cuesta más respirar, el ritmo cardíaco se acelera y hay más riesgo de deshidratarse.
Sin embargo, lo más difícil para él fue el comienzo de la travesía: "Cuando uno mira hacia adelante y ve que quedan tantos días para terminar se hace cuesta arriba, pero se supera con motivación y confianza", indica.
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Dudas
Rospide cuenta que no llegó a un momento crítico, aunque sí tuvo instantes de duda. Se lesionó, pero no de gravedad. Dos veces debió correr con 38° y 39° de fiebre. "Eso te hace pensar lo vulnerable que sos", reflexiona el deportista que corrió todos los días entre 30 y 40 kilómetros para llegar a destino, como lo había planeado, el 14 pasado. Su rutina era correr muy temprano, parar a almorzar, dormir una siesta y luego seguir con la travesía.
A la mitad del viaje pensó en abandonar. "Con todas las ganas que tenía de volver a la comodidad de mi casa, descansar, tomar mi café… pero me vi abandonando y dije: ‘No, yo no quiero eso. Y saqué fuerzas’", relata.
Durante la travesía, lo acompañaron 28 amigos que se fueron rotando. Cuando les contó a ellos sobre la idea de hacer la travesía, le dijeron que estaba loco.
El viaje también tuvo un fin solidario, gracias a la participación de la Fundación Ruta 40. Antes de salir, en Buenos Aires, organizaron partidos de rugby en el SIC y juntaron donaciones que distribuyeron en distintas escuelas durante el trayecto. "Uno ve una realidad que en Buenos Aires no la ve. Estuve visitando escuelas y compartiendo momentos con maestros y alumnos. Al llegar a una escuela vivís momentos muy lindos: te invitan a dormir, a desayunar y a compartir un rato", dice.
Prender velas
Lo que más le gustó del viaje fue la zona de la Puna jujeña. Él ya había estado en los destinos más turísticos de la provincia, Purmamarca, Tilcara y Humahuaca. "En este viaje conocí un Jujuy mucho más inhóspito, con un frío extremo a la noche, lugares muy aislados, pueblos mucho más chicos, más remotos y con caminos muy difíciles de transitar, donde no hay señal de teléfono, no hay asfalto, no hay estaciones de servicio. Parecía que estaba en otro país", confiesa.
Rospide señala que él se financió su viaje y que solo tuvo ayuda de algunas marcas de ropa y de bebidas: "Solo el camper [motorhome] donde llevaba todo era un costo grande, así que destiné mis ahorros a este viaje". Allí dormía, salvo algunas veces que paraba en alguna hostería o donde lo invitaban.
El deportista cuenta que todo salió como lo había planeado, a pesar de algunas complicaciones que surgieron en el camino. "La ruta no está muy bien trazada en todos sus tramos. Me encontré con trazados viejos en los que la ruta pasa por otro lado y me desviaba un poco. Me fui acomodando y lo terminé", completa.
Ahora va a pasar cuatro días en Ushuaia con sus amigos. Tiene pensado hacer otro viaje, pero no tan grande como este. Sabe que volver a la rutina va a ser difícil y es algo que ya le había dicho Rossi. Pero tiene ganas de regresar a su casa y ver a su familia. "Mis hermanos me contaron que mi mamá me prendía una vela todos los días", confiesa antes de colgar el teléfono desde Río Gallegos
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